Patrias
y nostalgias
Manuel Vázquez Portal,
El
Nuevo Herald, 12 de febrero de 2006.
Dos patrias tengo
yo:
Cuba, y la mía
Paráfrasis de Roque Dalton sobre versos
de José Martí
Más de una patria tiene el cubano; más
de una nostalgia padece. Y digo tanto del cubano
encerrado en la isla como del cubano que lleva
la isla encerrada en su corazón.
La patria, a pesar de ser una abstracción,
es también una ristra de vivencias y recuerdos.
El lugar en que hemos vivido luego nos vive para
siempre en la memoria. Hay un olor de tiempo transcurrido
en cada paso nuevo. Una casa, un barrio, una ciudad
es la sementera donde nace la nostalgia cuando
los ojos, que ya no son los mismos, se cierran
y los evocan. La nostalgia es candil que sólo
espera la brisa del recuerdo para arder con más
brillo. No sabe el hombre vivir sin su memoria.
Un amigo, un amor, una mascota pueden, en la distancia
del tiempo o del espacio, devolvernos la orgía
de fantasmas que creímos era la felicidad.
Cada ser humano tiene una patria íntima
que es la verdaderamente dolorosa. En ella él
es rey y habitan todos los súbditos de
su corazón que, más tarde, lo tornan
vasallo de su ausencia. La compone y recompone
con la urdimbre de días que se entretejen
y confunden, relumbran y se pierden. Es más
bello el pasado porque puede borrarse lo que dolía.
Es más triste el pasado porque sólo
podemos enmendarlo en la memoria. De ese juego
esplendente de ver con nuevos ojos nacen los abrazos
que dejamos de dar, caricia se trueca el correazo
de la abuela gruñona, salta el perdón
que a tiempo no otorgamos, brota, al fin, el amor
que nos torna magníficos en nuestra nimiedad
frente al vasto universo, la ancha vida.
La lidia perenne en que seguimos siendo para
dejar de ser, es la fuente de todas las nostalgias.
La patria se conforma de esa enrevesada geografía
de cicatrices con que se dibuja nuestra poca historia.
Donde hubo una casa queda el sueño de quien
la habitó, donde hubo un camino queda el
resonar de las pisadas de quienes lo cruzaron
y, aunque a la vuelta no hallemos la casa ni el
camino, o nos parezca distinto al que hibernamos
en el recuerdo, seguiremos doliéndonos
por ellos. No hay salvación. Es la memoria
un cesto de prodigios. La flor muerta vuelve a
perfumar, vuelve a soñar el niño
que dejamos atrás y nos alcanza una sonrisa
que tal vez perdimos.
Para el cubano, que se llevó su casa y
su camino en la maleta del exilio, la nostalgia
le nace del pasado. Para el cubano, que le han
borrado su casa y su camino cuando aún
la habita y lo cruza, la nostalgia le nace del
presente. Para el cubano del exilio la nostalgia
es volver. Para el cubano de la isla la nostalgia
es marcharse.
Pero irse o volver es una trampa. La patria íntima
permanece. No puede volverse a ella porque ya
no estaría tal cual la evocamos. No puede
abandonarse porque viajaría con nosotros
a cualquier parte. La patria no se hace de viajes
o de claustros. No escapa de ella quien se aleja,
ni permanece en ella quien se queda. La patria
anda con nosotros. Es personal, irrepetible, propia.
Sólo los tontos, los locos o los sátrapas
creen que su patria es la patria de todos. Sólo
los tontos, los locos o los sátrapas creen
que su patria es la patria única. Sólo
los tontos, los locos o los sátrapas creen
que aquéllos que no aceptan su patria se
quedan sin patria alguna. Para que la patria sea
de todos es necesario que se respete, cuide y
deje florecer la patria de cada uno. Nadie tiene
derecho a imponer su patria como paradigma. La
gran patria se arma cuando confluyen en ella todas
las patrias íntimas y hallan juntas su
realización.
Padece nostalgia el que se va obligado por alguien
que quiere imponerle una patria que no es la de
él, y padece nostalgia el que se queda
desandando una patria prestada, dibujada por otros
caprichos y que le imponen a riesgo de perder
la suya propia. Víctimas son los dos. Los
que de lejos añoran la patria que fue,
los que desde dentro añoran la patria que
sería. Víctimas son los dos porque
ninguno tiene patria grande. Sólo la patria
que permite el don natural de la patria íntima
merece el privilegio de llamarse patria. Y ésa
no es Cuba, o no es la Cuba mía.
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