PRENSA INTERNACIONAL
Agosto 14, 2006
 

Cuba: la generación desconectada

Buena parte de los jóvenes vive alejada de las consignas oficiales y prefiere no hablar de Castro. Espera una apertura económica

César González-Calero, El Universal. México, 13 de agosto de 2006.

LA HABANA.- Si Karl Marx levantara estos días la lápida que le atenaza las barbas en las colinas de Highgate, seguramente agarraría el primer vuelo hacia Cuba para observar de primera mano qué está pasando con la última revolución socialista de Occidente. Ante el teatro que lleva su nombre en La Habana se mesaría la alborotada cabellera, y se quedaría petrificado al entrar en la sala Atril, el antro abierto en el mismo edificio del teatro, en el que se dan cita jóvenes con celulares de última generación, vestimenta de Zara y unas irreprimibles ganas de regodeo.

Cualquier visitante que, como el fantasma del pensador alemán, se deje caer un sábado por la noche por la sala Atril, pensará por un instante que se encuentra en una ciudad capitalista, y no en La Habana de la libreta de racionamiento, los Comités de Defensa de la Revolución y las marchas del pueblo combatiente.

Abierto hasta la madrugada, el antro acoge cada fin de semana a decenas de jóvenes que bailan desenfrenadamente las canciones de los Van Van o el último éxito de Shakira. La barra del local no da abasto. Corre el alcohol de una mesa a otra y los billetes de pesos convertibles (la moneda fuerte del país tras la salida de la circulación del dólar en 2004) colman una caja registradora que tiene cuño socialista.

La clientela de la sala Atril representa a una parte de la juventud cubana que imita las pautas de comportamiento capitalistas. Su procedencia social es variopinta. Ahí se dan cita los "hijos del régimen" con posibilidades, los jóvenes profesionales que trabajan en empresas extranjeras y los estraperlistas que dejan en una noche lo que han ganado en una semana en el mercado negro.

En la Cuba del siglo XXI, con dos monedas en circulación (el peso cubano y el CUC, o peso convertible), las desigualdades en el nivel de vida de la población están a la orden del día, como reconocen las propias autoridades. Y muchos jóvenes no tienen otra salida que mirar más allá de la raya del mar. Eso es lo que hace Nelson, 26 años, apostado en el malecón: "Yo soy de Holguín y vine a La Habana porque allá no hay futuro. Pero esto está igual de malo, y peor que se va a poner ahora". Como Nelson, la mayoría de los jóvenes reclama una apertura económica, antes que un cambio político.

No son muchas las voces disconformes que se dejan oír en La Habana. Desconfiados hasta de su sombra, los cubanos recelan de todo aquel que se interesa por su opinión política. En estas últimas dos semanas, desde que Fidel Castro anunció en su "Proclama al pueblo de Cuba" que cedía temporalmente el poder a su hermano Raúl por problemas de salud, en la capital cubana reina, junto a la calma, un silencio abrumador. "Si me preguntas de beisbol, no paro, pero del hombre (Fidel) no voy a hablar. ¡Qué va!", se excusa un joven negro del barrio de Centro Habana, uno de los más conflictivos de la capital cubana.

La Universidad de La Habana alza sus muros neoclásicos en pleno centro de la ciudad. En agosto sus aulas están cerradas. Sólo algún estudiante despistado deambula por allí. En las escalinatas que conducen al rectorado una joven avanza apresurada. Al interpelarla por la inédita situación política que vive el país, se le descompone la mirada: "Lo siento, estoy apurada, pregúntele a otro". Ante la insistencia, airada, ofrece una respuesta críptica: "Está todo normal; lo único que puedo decir es que los jóvenes estamos más dispuestos que nunca a defender lo nuestro".

Un joven licenciado en Filosofía, que prefiere escudarse en el anonimato, ofrece su versión de la actitud de los jóvenes: "No encontramos espacios donde aflore el debate. En la esfera universitaria todos los intentos de abrir espacios de crítica se han frustrado, sencillamente porque las autoridades no quieren que haya debate".

Ante ese panorama, algunos jóvenes han optado por construir sus propios canales de expresión. En Alamar, una ciudad dormitorio a las afueras de La Habana, se viene gestando desde hace años un movimiento alternativo que ha generado interesantes propuestas artísticas al margen del sistema. Allí se organizaron los primeros festivales de rap, que con los años se han convertido en estandarte contracultural para las nuevas generaciones.


Los fidelistas

La Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) cuenta con más de medio millón de militantes, según fuentes de la organización. Fundada en 1962, tres años después del triunfo de la revolución, es la hermana menor del gobernante Partido Comunista Cubano (PCC), e incubadora de nuevos cuadros dirigentes. El miércoles pasado, en un acto de "reafirmación patriótica" celebrado en el hospital Miguel Enríquez de La Habana, el médico Yanier González, delegado de la UJC en el centro sanitario, resumía el sentimiento de esa otra parte de la juventud cubana, la que expresa abiertamente su opinión, coincidente con las consignas del régimen: "Siempre defenderemos la más gloriosa de nuestras victorias, nuestra revolución del pueblo y para el pueblo".

Pero a pesar de los intentos de movilización de la UJC, el gobierno cubano es consciente de que la desconexión con la juventud es una realidad. En diciembre pasado el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, reconoció de forma explícita que uno de los principales retos de la revolución era ganarse la confianza de los dos millones y medio de jóvenes criados en los años del periodo especial, tras el derrumbe del bloque socialista. Años en los que, según Pérez Roque, "se desarrollaron los vicios y las tendencias negativas" que ahora son moneda corriente en la isla.

El reto, sin Fidel al mando del país, se antoja complicado.

© 2006 Copyright El Universal Online México, S.A. de C.V.

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