¿Qué
va a pasar?
El futuro en México
y en Cuba
Por Jorge Ramos Ávalos,
Univision Online,
9 de agosto de 2006.
Me he pasado los últimos días viajando
entre Miami y la ciudad de México, es decir,
yendo de una incertidumbre a otra.
Más de un mes después de las elecciones
del 2 de julio, los mexicanos todavía no
saben quien es su presidente electo. Y en Miami,
tras 47 años de Fidel Castro en el poder
en Cuba, el exilio cubano no sabe si la dictadura
está a punto de caer o si solo se está
renovando para no morir.
La ciencia del rumor
(Supe que había llegado a Miami cuando,
segundos después de aterrizar el avión,
uno de los pasajeros recibió una llamada
en su celular y luego nos anunció al resto
de los pasajeros: "Dicen que Fidel se murió".
Ésa ha sido, por años, una señal
inequívoca de que estás en Miami.
Cada año matan a Fidel una o dos veces.)
En Cuba y en México nadie sabe, con exactitud,
qué va a pasar. Mexicanos y cubanos -tanto
dentro como fuera de la isla- han hecho una ciencia
del rumor y la especulación. Cuando falta
información y hay vacío de autoridad,
el chisme es rey.
La radio y la televisión mexicana, la
miamense y la oficial que surge de la Habana están
repletas de expertos y malabaristas de la palabra
que llenan horas y horas sin decir mucho. Los
que realmente saben algo -sobre la estrategia
de Andrés Manuel López Obrador para
agarrar la presidencia o respecto a la salud de
Fidel- no están hablando.
Durante días la noticia ha sido que no
sabemos nada. Hoy sabemos un poquito más;
que habrá un recuento parcial de los votos
en México y que Fidel no murió en
el quirófano tras "una crisis intestinal
aguda con sangramiento sostenido". Pero ese
poquito no es suficiente para saber cómo
será la vida de los mexicanos y de los
cubanos el próximo año.
Dos Cubas diferentes
No es lo mismo una Cuba con Fidel que una Cuba
sin Fidel.
Con Fidel sigue la represión, los prisioneros
políticos, el comandante como dios y única
religión, la ideolatría absurda
e inexplicable de latinoamericanos que quieren
democracia en sus países pero no para los
cubanos; con Fidel el miedo se queda a vivir en
la isla.
Sin Fidel se abre la posibilidad de que se desmorone
el sistema comunista basado en la delación
y la fuerza. Sin Fidel se podría decir
"Fidel" en las calles de Cuba sin temor.
Sin Fidel, Chávez y Evo se desinflan y
desorientan. Sin Fidel, como quería el
papa Juan Pablo II, Cuba se podría abrir
al mundo y el mundo abrirse a Cuba. Sin Fidel
su hermano Raúl es solo Raulito, no el
hermano de Fidel. Y eso es mucho decir.
Disyuntivas en México
Y México también tiene sus serias
disyuntivas.
No es lo mismo un México con (el conservador)
Felipe Calderón como presidente que con
(el izquierdista) Andrés Manuel López
Obrador. Uno gobernaría de arriba para
abajo y el otro de abajo para arriba. Y aquí
el orden de los factores sí altera el producto.
Cuba y Venezuela preferirían lidiar con
López Obrador; el gobierno de Estados Unidos,
no hay duda, se sentiría más a gusto
con Calderón. Con Calderón el Tratado
de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá
no se toca; con López Obrador el tratado
se rompe en el 2008 pues el gobierno mexicano
evitaría la suspensión de subsidios
a sus campesinos.
López Obrador sería un cambiazo.
Antes y después de las elecciones presidenciales,
el candidato perredista ha criticado a todos:
empresarios, medios de comunicación, al
presidente Vicente Fox, al congreso, a la iglesia,
a los militares, a las autoridades electorales,
al Tribunal Electoral, a cualquiera que no quiera
un recuento total de los 41 millones de votos.
López Obrador sería un presidente
que iría contra la corriente. Así
solo tendría dos opciones: se ahoga o jala
al país con él.
Calderón, por su parte, nunca se presentó
como el presidente del cambio. Habría continuidad
del foxismo al calderonismo, con ajustes leves
aquí y allá. Calderón construiría
sobre lo que ya se ha ganado. El panista ofrece
a México estabilidad; no es el lobo feroz
que amenaza destruir la casa a soplidos. Calderón
es el que cuida la casa desde dentro.
Dependencia del poder
Las incertidumbres en México y en Cuba
vienen del no saber quién se queda en el
poder. Y ambos países tienen una larga
y fatídica tradición de depender
de los de arriba para sus decisiones más
trascendentales. Los de abajo esperan el humo
blanco.
El problema es que todo es muy fluido. Fidel
dice que cedió el poder a su hermano Raúl
pero nadie cree en Cuba (o fuera de Cuba) que
eso sea cierto; Fidel, enfermo o no, sigue a cargo
del país.
En México, mientras tanto, el conteo oficial
de votos aseguró que Felipe Calderón
fue el ganador de las elecciones presidenciales.
Sin embargo, el que se lleva todos los días
los titulares de la prensa es López Obrador.
El protagonista de la política en México
sigue siendo el Peje. Y el recuento de más
de 3 millones de votos nos regala varios días
más de absoluta y deliciosa ambigüedad.
Lo más grave de todo esto es que, cuando
nos lleguen las certezas, ni México ni
Cuba quedarán contentos. Ni Fidel, ni Raúl,
ni Felipe, ni Andrés Manuel estarán
en el poder con el voto de la mayoría de
la gente. En la dictadura cubana solo el voto
de Fidel cuenta. Y en la frágil democracia
mexicana, el próximo presidente (de un
país de 106 millones de habitantes) habrá
llegado al poder con sólo 14 o 15 millones
de votos.
Viéndolo así, la incertidumbre
de ahorita pudiera ser el mejor escenario para
aprender y para que, a mexicanos y cubanos, esto
nunca más nos vuelva a ocurrir.
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