Los
hermanastros Kalashnikov
Raúl Rivero, El
Nuevo Herald, 4 de septiembre de 2005.
Me pregunto qué fuerzas telúricas,
que cerraduras ideológicas, qué
llaves blindadas cierran las puertas de las embajadas
del continente americano a la oposición
pacífica cubana. ¿Qué categoría
de hermanos tiene Cuba en esos países a
los que une la cultura, la lengua, la geografía
y la historia?
Los candados, los fosos con cocodrilos, los cancerberos
de guayabera que pastan en los jardines tienen
que ver también con instituciones internacionales
que han abierto representaciones en la isla, pero
que sólo admiten la presencia de la burocracia
criolla y sus pajes.
El caso es que si empezamos por poner en una
lista aparte a los funcionarios diplomáticos
que van sólo a disfrutar la vida en los
paraísos privados para extranjeros y jerarcas,
los que están ahí para disfrutar
del paisaje que le han robado a la miseria general
y para refocilarse en una servidumbre barata,
podemos tener la primera respuesta denigrante.
En otro grupo, podemos colocar a los nostálgicos,
los que quisieron instalar también en sus
países una dictadura del proletariado,
no pudieron, pasaron a la oposición democrática
y, ahora, sus gobiernos los envían a que
vivan sus sueños frustrados y disfruten
una luna de miel con sus tutores políticos
de antaño y de siempre.
Los hay más jóvenes. Antiimperialistas
de boina y manual que consiguieron en el mundo
académico, en los movimientos estudiantiles
o populistas sus puestos en la diplomacia de los
sistemas que quieren derribar. Allí están,
de lamebotas de los opresores, de criadillos políticos,
de sirvientes de sus héroes de infancia,
envejecidos y caquécticos en el ejercicio
de un poder espurio.
Están los izquierdistas por cuenta propia,
con las gavetas de sus escritorios llenos de novelas
inéditas y de poemas inmemoriales. Son
los marxistas líricos, elegantes y simpáticos
que se sienten en el cielo y el cielo es el poder.
Allí, en la primera trinchera de combate,
revistando las tropas harapientas en un Ford Explorer
climatizado para ir a celebrar después
a los bares con sus audaces anfitriones
la excelente disposición combativa del
personal.
Es una jauría impecable de lacayos (uno
de esos lacayos se escribe con mayúscula
y es un nicaragüense) al servicio de una
ideología que tiene fecha de caducidad
y muerte marcada en el calendario. Es una plaga
que se empeña en negar la existencia de
la fuerza renovadora que los va a expulsar del
edén que les brinda el totalitarismo a
costa del sufrimiento de los cubanos.
Se sabe que ellos actúan, en general,
sobre líneas que trazan sus gobiernos,
regidos por algunos personajes que bien podían
integrar cualquiera de los grupos descritos o
uno aparte donde se unan los cobardes, los oportunistas
y los indolentes. Los fascinados por la eternidad
de un gobierno que le ha costado medio siglo de
libertad a un país de sus mismas raíces.
Es cierto, en sus capitales trazan una política,
pero ellos se dejan querer y hacen aportes y ponen
otras trampas para impedir que quienes representan
a los grandes sectores de la sociedad cubana no
puedan llevar el polvo de la calle a sus alfombras
de lujo.
Las generalizaciones suelen ser odiosas. Debe
de haber otras excepciones, pero yo quiero escribir
aquí el nombre limpio de un país:
Costa Rica. Quiero recordar, además, que
los pueblos tienen memoria.
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