Ellos
y nosotros
Iliana
Curra, El Nuevo Herald,
15 de noviembre de 2005.
Son ellos los que llegaron primero. Fue duro.
Dejaron sus comodidades, sus tradiciones y sus
vidas apegadas a una familia grande y unida. Nosotros,
generaciones posteriores, llegamos después.
Dejamos nuestras incomodidades y costumbres viciadas
de tanto vivir la doble moral que nos impusimos
para, justamente, sobrevivir.
Ellos lo perdieron todo, incluyendo la patria.
Nosotros lo ganamos todo. También la patria.
Esa misma que nunca reconocimos como tal cuando
la teníamos. Nos era casi indiferente.
La bandera no ondeaba como aquí en este
exilio. Quizás porque no era libre. Quizás
porque la conjugaban con ''revolución'',
''Fidel'' y ''seremos como el Che'', una consigna
tan despreciable como ese mismo guerrillero nada
heroico que nos imponían a diario.
Ellos aún añoran una Cuba espléndida
que se perdió el 1 de enero de 1959, cuando
muchos de nosotros ni habíamos nacido siquiera.
Nosotros añorábamos Miami, espléndido
y desarrollado, aún sin haber llegado.
Ellos sienten, todavía, el desarraigo
brutal de cuando fueron arrancados de sus costumbres.
No importa que hablen inglés, ni que tengan
mansiones, ni yates, ni Mercedes Benz, o viajen
a medio mundo luego de haber trabajado como animales
para lograr tales posiciones económicas.
Nosotros quizás preferimos estar lejos
de todo lo que aborrecemos. Del adoctrinamiento
feroz y las ''marchas del pueblo combatiente'',
de las guardias del CDR y las reuniones laborales.
Del odio y la perversidad de un régimen
implacable. Nadie se arraiga en cosas así.
No importa vivir aquí en apartamentos,
ni efficiencies, ni manejar un transportation.
Somos libres y es la mejor y más costosa
forma de vivir.
Ellos dejaron de ser felices un día en
que sintieron los disparos en un paredón
de fusilamiento. Que se enteraban de que amigos,
vecinos y familiares ya no regresarían
de un injusto arresto. Nosotros dejamos de ser
felices el mismo día en que nacimos. Cuando
nos recibieron con consignas absurdas y las notas
de La internacional.
Ellos, idealistas y soñadores, siempre
creyeron en el futuro. Nosotros, realistas y convencidos,
no creíamos ni en el presente. Ellos tenían
fe en Dios. Nosotros escuchábamos al diablo.
Ese que, día a día, hablaba largas
horas con sus discursos explosivos y llenos de
resentimiento contra la humanidad.
Ellos dejaron su infancia, su juventud y un futuro
radiante a corto plazo. Nosotros dejamos las pañoletas,
las escuelas al campo y las celdas de castigo
de cualquier prisión.
Ellos dejaron sus sueños. Nosotros las
pesadillas.
Ellos irremediablemente regresarán a su
paraíso perdido por casi cinco décadas.
Nosotros, quizás muchos, no volveremos
al infierno.
Ex presa política cubana.
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