Cuba,
ciudad amargura
Llegar
a la Habana Vieja fue como llegar a un parque temático.
Casas majestuosas, calles limpias, vigilancia policial
que pretende limitar el trato entre cubanos y turistas
Porque los cubanos son las víctimas caribeñas
del apartheid del siglo XXI. Hoteles para turistas,
autobuses para turistas, tiendas para turistas
Isane Aparicio Busto. El
Mundo, España, 25 de octubre de 2005.
Llegamos a La Habana sin intención de
pisar Varadero. Creíamos que ir equipados
únicamente con una mochila de menos de
9 kilos nos iba a permitir conocer el otro lado
de la Cuba turística. Sin prejuicios políticos,
sin planes predeterminados, y con alojamiento
en casa de una amiga española que trabaja
en la capital como cooperante en un organismo
de Naciones Unidas.
Pero Cuba es demasiado complicada para tratar
de conocerla de paso, y el choque ha sido tan
enorme que muchas cosas, desde nuestra percepción
del turismo, hasta nuestros principios sociales
y políticos, han quedado tambaleantes.
Para llegar de la zona residencial de Vedado
a la popular Habana Vieja hay dos rutas posibles:
o paseas por el malecón, o te das un baño
de realidad por Habana Centro.
Caminábamos sin rumbo hasta que se nos
acercaron los primeros jineteros. Mareados por
el calor y su discurso nos dejamos arrastrar por
las calles más sórdidas de la ciudad.
Podían habernos sacado hasta las uñas,
pero tuvimos suerte y nuestro primer contacto
con la picaresca caribeña solo nos costó
5 pesos convertibles - CUC (poco menos de 5 euros).
A cambio, y sin ser la intención de nuestros
improvisados guías, tuvimos una primera
impresión del día a día habanero
que condicionó el resto de nuestras percepciones
sobre la realidad de la Revolución más
institucionalizada de la historia.
Conocíamos los cinturones de pobreza que
rodean México D.F, y los ranchos de Caracas
pero nunca habíamos visto favelas con escalinatas
de mármol. Ninguno de nuestros conocidos
que habían visitado Cuba antes que nosotros
había hablado de otra cosa que no fuera
la alegría cubana, la salsa, el ron, la
fiesta, el Caribe. También es cierto que
nadie había mencionada el sexo, así
que deberíamos haber sospechado que nos
ocultaban datos.
Caminamos en medio de un olor pestilente, observados
por gente que bebía en las puertas de los
"solares", mansiones ruinosas donde
habita una familia por cada cuatro paredes - incluyendo
lo que en un pasado fue un descansillo al mejor
estilo colonial- y donde se comparten hornillos
y retretes. Nos dejamos arrastrar hasta el edificio
donde se rodó Fresa y Chocolate, al que
nuestros "guías" nos llevaron
convencidos de que era eso lo que queríamos
ver como buenos Europeos con Mochila. Mientras
ellos se esforzaban en asociar las distintas estancias
con los decorados de la película nosotros
veíamos el interior de las casas/cuarto,
preguntándonos donde coño ha estado
toda esa gente que dice que no hay miseria en
Cuba.
Llegar a la Habana Vieja fue como llegar a un
parque temático. Casas majestuosas, calles
limpias, vigilancia policial que pretende limitar
el trato entre cubanos y turistas
Porque
los cubanos son las víctimas caribeñas
del apartheid del siglo XXI. Hoteles para turistas,
autobuses para turistas, tiendas para turistas
un mundo aparte al que los nacionales tienen prohibida
la entrada. Y ni siquiera es cuestión de
poder adquisitivo, con todo lo rechazable que
es el clasismo. Es algo aún peor. Los cubanos
a los que les preguntamos sobre lo que suponía
para ellos esta separación justificaban
los privilegios turísticos asumiendo que
"el cubano es pendenciero", "hay
gente que sólo se dedica a molestar a los
extranjeros, mejor que limiten el acceso".
¿Es eso lo que se entiende por hospitalidad
y buen trato en Europa? ¿Qué todo
un país trate con reverencia al visitante
blanco?
Callejeábamos en busca de un taxi para
volver a casa cuando nos topamos con La Bodeguita
del Medio, a rebosar de turistas plenamente satisfechos
y creyendo confraternizar con cubanos que sólo
buscaban, y no les juzgo por ello, sus dólares
o sus pasaportes. Y digo sinceramente lo de no
juzgarles por buscar la oportunidad de mejorar
en cada uno de los extranjeros que encuentren
por la calle. Si yo fuese cubana, sería
balsera o jinetera. Nunca había sentido
tanta angustia por un país en tan poco
tiempo. Pero esa apatía, ese dejar escurrir
la vida entre los dedos (¿no era aquí
donde sí que sabían disfrutar?),
esa mutilación de las aspiraciones personales
el pueblo cubano se levanta cada día pensando
cómo va a llegar al siguiente. Sin ningún
proyecto a medio o largo plazo. Critican a Fidel,
pero no le nombran, porque Fidel ya no es un hombre.
Es un dios al que no se le conoce familia ni residencia.
Y miran de reojo. Porque nadie se fía ya
de nadie. Ese es el poder de la Revolución.
Volvemos a casa cansados y desmoralizados por
lo que nos espera en los próximos días.
Nadie va a quitarnos ya la impresión de
que todas las historias de alegría y hermandad
extranjero - cubana tienen un precio en dólares.
Nos espera la casera del edificio con un café.
Durante los próximos días hablaremos
mucho en su cocina: ella contesta nuestras preguntas
y nosotros le suponemos una novedad en su rutina
diaria. La casera se llama Mari, y como todos
los cubanos es ingeniera en alguna materia.
Mari nos habla de sus viajes por Europa y por
Rusia como empleada del gobierno cubano a principios
de los 90.
1990 marca el inicio del sarcástico "Periodo
Especial en Tiempos de Paz". Sarcástico,
porque lo que realmente comienza en la década
de los 90 es el camino en solitario de la Revolución
Cubana, una vez deja de ser colonia rusa y ya
no puede seguir vendiendo azúcar a precio
de petróleo.
Es la época que refleja Pedro Juan Gutiérrez
en "Trilogía Sucia de la Habana"
o en "El Rey de la Habana", mucho más
crudo que Zoe y su "Nada Cotidiana".
Son los años de esconder cerdos en las
azoteas y tirar los desperdicios a la calle. De
usar la bañera como criadero de pollos.
Es el inicio del proceso de muerte por desnutrición
al que se enfrenta lentamente una gran parte de
la población habanera. Puede que las noticias
no recojan el número de personas que mueren
de hambre, pero tampoco recogen el número
de abortos y se barajan cifras de hasta el 40%
de los embarazos. No mueres de hambre, al menos
no en pocos días ya que puedes tardar toda
una vida, pero el concepto alimentación
incluye más que el rancho de arroz con
frijoles en que consiste el plato diario de una
familia cubana.
En uno de esos viajes Mari se divorció
de su marido para casarse con un argentino con
residencia legal en España. Cuando ya esta
todo a punto, el corralito frustra los planes
y ambos regresan a sus países encerrados
en sus respectivas crisis personacionales. Así
que a día de hoy, la casera vive con el
que legalmente es su exmarido, también
ingeniero, también en casa las 24 horas
del día porque le cuesta más dinero
ir a trabajar que quedarse en casa. Ella es pura
rabia. Él es pura apatía. Les pregunto
que creen que pasará cuando Fidel muera.
Y ella contesta: "Nos mataremos". Le
consuelo pensando que la menos no se ve que la
población tenga armas, como vimos en Venezuela,
y ella me mira seria y matiza: "Armas no,
pero tenemos machetes".
Buscando un manual de historia cubana contado
por cubanos en uno de los múltiples puestos
de libros de la zona vieja conocemos a Guadalberto.
Provocamos su conversación para tener otra
perspectiva. Hasta ahora sólo hemos tenido
contacto con un sector marginal, y con personas
de mediana edad. Puede que toda su crítica
y desesperación estuviera teñida
de búsqueda de piedad (o sea, dinero) o
de cansancio vital.
Guadalberto estudió económicas.
Pero gana más dinero como vendedor ambulante.
Es lógico, si comparamos los 15 CUC del
sueldo medio nacional con los 8 CUC que pide a
los "yumas" por cada libro de segunda
mano que vende. Nos dice que el no se va por su
bebé. Nos dice que lee lo que los extranjeros
le envían porque en Cuba los libros no
se censuran de primeras, pero se retiran o se
publican por partes. Nos dice que su libro preferido
es 1984, de George Orwell.
Un solo ojo no puede verlo todo, Big Brother
no es tan poderoso. Pero si lo son las "little
sister". Y lo sentimos cuando llegamos a
casa.
La vecina de Mari pertenece al Comité
de Defensa de la Revolución. Existe un
CDR cada 20 cuadras y su función es similar
a la que Chávez quiere dar a sus Círculos
Bolivarianos. Puede que su primera intención
ideal fuera el trabajo comunitario. Pero a día
de hoy son órganos de control de la vida
vecinal.
Esta vecina alquila habitaciones a los turistas,
como casi todos los cubanos con una habitación
libre en una casa digna. Por el hecho de poner
una habitación a disposición de
los turistas, ( nunca de un cubano, ni de un extranjero
con un cubano), tienes que pagar una cuota inicial
que ronda los 100 euros (recordando que el sueldo
base no supera lo 15 mensuales), a lo que hay
que añadir una cuota mensual de alrededor
de 150 euros, tengas o no ocupada la habitación.
Mari alquila un cuarto de forma ilegal: no paga
por el ninguna cuota, ni está registrada,
lo que permite a mi amiga pagar 200 euros en vez
de los 700 que puede costarle a un extranjero
alquilar una habitación para residir en
La Habana.
Su vecina, la del CDR, tiene 3 habitaciones,
de las cuales sólo una es legal. Ha visto
que en casa de Mari entra y sale mucho extranjero,
y da por hecho que no somos invitados, si no que
está haciendo negocio con nosotros, por
lo que le advierte: o le paga determinada cantidad,
o le denuncia al partido. Una denuncia puede suponer
que te requisen la casa en la que vives.
Mari paga, y nosotros tenemos que irnos. No queremos
dar complicaciones a otros conocidos, así
que nos vamos a una habitación legal, que
nos cuesta unos 30 euros por noche. Es difícil
salirse del circuito establecido a los extranjeros:
por desconocimiento y por no querer meter a nadie
en problemas. Gastamos una cantidad de dinero
considerable en comparación con otros viajes,
no sólo por Sudamérica, si no incluso
por Europa. Si a nosotros nos parece cara la vida
en La Habana, ¿Cómo lo hacen los
cubanos?
No es picardía, ni realismo mágico.
Es miseria, mendicidad moral y abuso. Abuso hasta
vomitar, porque el turismo deja millones de euros
que no llegan a la gente de la calle, porque se
desperdician los recursos, porque sesgan el acceso
a la información de tal manera que no dejan
la más mínima opción de elegir.
Porque no te dejan irte y te asfixian lentamente
si te quedas. Porque consiguieron venderse a la
juventud del mundo como el paradigma de la lucha
por la libertad y la igualdad. Porque la izquierda
de mi país no dice DICTADOR con todas las
letras y la derecha lo critica mientras su fundador
brinda con la familia Castro, con el dueño
controlador de todas las empresas turísticas
cubanas. Porque venden populismo y demagogia como
solidaridad. Porque el bloqueo es responsable,
pero Castro es culpable. Porque los campos están
sin cultivar y matar una vaca está más
penado que matar una persona. Porque los datos
oficiales niegan la incidencia del SIDA pero follar
es lo único al alcance de la mano. Y los
condones no están incluidos en la cartilla
de racionamiento.
Guadalberto nos preguntó si era la primera
vez que estábamos en Cuba. La primera y
la última, le respondimos. Claro, dedujo,
ustedes prefieren regresar al Soma.
No le desmentí. Pero no es mi mundo material
lo que echo de menos. Es su imposibilidad de cambiar
su vida lo que me provoca angustia. Es más
fácil asumir la vergüenza de vivir
en un Mundo Feliz en el que nadie es consciente
de las oportunidades que tiene. Simplemente por
poder elegir.
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