PRENSA INTERNACIONAL
Mayo 23, 2005
 

Martí: siempre solo en su grandeza

Luis Aguilar León. El Nuevo Herald, 22 de mayo de 2005.

No, no lo busquéis entre los grandes autores de la humanidad, entre los clásicos del pensamiento traducido, citado, iluminando senderos a la juventud pensante. Martí no está ahí.

A pesar de la devoción de los cubanos, a pesar de los homenajes más o menos retóricos de algunas minorías latinoamericanas, Martí sigue ignorado, recóndito, solo en su grandeza, al margen de los laureles internacionales. Y, aunque nos duela, acaso es justo y natural que así sea. Porque como los cuerpos físicos, tienen también las almas su gravitación ineludible, y Martí gravitó toda su vida hacia una casi agónica soledad. Más allá del patriota, más allá del apóstol, más allá del orador y del poeta, hay un Martí que permanece en la sombra, que esquiva el pleno conocimiento, que se hunde en sí mismo para que no le lean los rasgos.

Era en verdad una criatura extraña ese José Martí y Pérez. Nació con un don radiante que desde niño desconcertaba a los que le rodeaban; una fastuosa capacidad de amar. Un poema infantil, lleno de ingenuo patriotismo, hizo que la realidad le golpeara brutalmente el rostro. Fue condenado a trabajos forzados en prisión. Libre ya, en España, con la cicatriz del grillete lacerándole la pierna, José Martí quiso estampar en tinta sus llameantes impresiones. Cariño hacia los presos, compasión por los carceleros, extrañas reacciones de un adolescente macerado cuya pluma podía llamear en justa ira. Pero es que, aunque Martí ha visto el rostro granítico de la realidad y sabe ya que la vida no es amor incandescente, sabe también, acaso intuye, que la vida tampoco es eso sólo. Como en un deslumbramiento, Martí ha descubierto que no puede odiar.

De ahí en adelante comienza a recoger sus caudales de amor. Por Cuba y para Cuba en su pluma llamean argumentos, forja una prosa nueva, reverberante, donde las frases se enciman como en tempestad de ideas, y el esfuerzo se torna devoción y sacrificio permanente.

Por Cuba, por el amor sublimizado, Martí sacrifica sus otros amores, su enorme talento, su hogar, la proximidad de su hijo, la intimidad de sus amigos. Desgarrándose a sí mismo, entregándolo todo, se va quedando solo.

Mientras tanto, su energía exterior es asombrosa. Siembra ideas, escribe artículos, une a los exiliados, levanta los ánimos caídos, refrena a los impetuosos. El es alma y cuerpo de todo un movimiento, de un partido, de una idea, de una patria.

Así va consumiendo su propia grandeza, dejando a medias la universalidad de su mensaje, clavando en la patria todo lo que su alma podía dar al mundo queriendo hacer de Cuba la tribuna de su más íntimo mensaje: sólo el dar enriquece.

De ahí también su anécdota más bella. Se había organizado un mitin cubano en una casa amiga en Nueva York. La noche señalada, la nieve cayó silenciosa e implacable. Cuando Martí llegó al hogar fraterno, hileras de sillas vacías se desplegaban frente a la pequeña tribuna y a la bandera cubana. Martí se despojó del humilde gabán, se aproximó a la estufa y dejó escapar un gran suspiro. La cocinera de la casa, negra y cubana, le trajo un vaso de ginebra. El cuerpo enfermo y exhausto, para sonrojo de los maldicientes que tal bebida le critican, le reclamaba ya estímulos físicos para seguir andando. ''Maestro'', le confesó la cocinera, ''qué pena quedarme sin oírlo. ¡Qué pena!''. Martí la miró con aquellos ojos, sus ojos insondables, apuró el trago y le respondió suavemente: "Siéntese, por favor''.

Habló de Cuba, del sacrificio, de la vida y de la muerte. Habló como si todos los exiliados estuvieran presentes, como si Cuba misma pudiera oírlo, como si toda ''su América'' estuviera escuchando. Habló para todos los seres humanos, como quien anda ya al borde de la despedida definitiva, como quien ya casi no tiene amarras en el mundo.

Cuando terminó, la cocinera sollozaba y el dueño de la casa quedaba deslumbrado y absorto en un rincón de la sala. Martí suspiró de nuevo, tomó su pobre gabán y se perdió en la noche inclemente. Se iba como había llegado, solo. Iba en busca de la última cita, de la hora que ya sabía él que se le aproximaba. Hacia ella marchaba como él mismo se había forjado, solo, doblado sobre su propio sacrificio, en diálogo consigo mismo.

Detrás dejaba una sala vacía, una mujer conmovida y un mensaje de amor lanzado a plenitud, allí donde los hombres no podían oírlo.

http://www.luisaguilarleon.com

IMPRIMIR



PRENSAS
Independiente
Internacional
Gubernamental
IDIOMAS
Inglés
Francés
Español
SOCIEDAD CIVIL
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
DEL LECTOR
Cartas
Opinión
BUSQUEDAS
Archivos
Documentos
Enlaces
CULTURA
Artes Plásticas
El Niño del Pífano
Octavillas sobre La Habana
Fotos de Cuba
CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe Anual
Correo Eléctronico

DONACIONES

In Association with Amazon.com
Busque:


CUBANET
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887

CONTACTOS
Periodistas
Editores
Webmaster