Las reservas del comandante
Esos fondos privados manejados
caprichosamente por el tirano han servido no sólo
para saciar un morboso y desmedido afán
de lucro, sino para financiar secretamente la
subversión en América Latina, mantener
bien engrasado su sistema de chantaje y propaganda,
celebrar reuniones internacionales y realizar
otras tantas actividades inconfesables en su apuesta
por extender su esfera de control e influencia
continentales
Por Ariel Remos, Diario
Las Américas, 25 de marzo de 2005.
No debe sorprender la información aparecida
en estos días en la prestigiosa revista
Forbes, situando al tirano Castro entre los personajes
más ricos del mundo, con una fortuna de
500 millones de dólares. Al contrario,
si de algo se puede estar seguro es de que se
quedó corta, ya que en su edición
del 28 de julio de 1997, su fortuna fue calculada
en 1,400 millones, y dada la forma en que Castro
maneja al país, esta segunda cifra está
más cerca de la realidad. A no ser que
parte de esa fortuna haya tenido que ser utilizada
para salvar al país del naufragio total.
Desdichadamente Castro, como todos los dictadores
comunistas, gozan de una protección increíble
para que noticias como esa alrededor de su fortuna
personal que contradicen el cartelito de hombre
austero que le ha colgado la propaganda, no salgan
a la superficie o, de salir, sean inmediatamente
cubiertas por un manto de silencio. Fíjense,
si no, en la diferencia en el tratamiento del
caso Pinochet con el de Castro.
Castro se lo ha robado todo y dispone de las
finanzas públicas como su dueño
y señor. La gente suele olvidar que bajó
de la Sierra con unos cuantos millones de los
que nunca dio cuenta a nadie. Una vez en el poder
fue famosa la "cuenta de cheques de Fidel",
fondo privado formado con recursos públicos,
una verdadera pesadilla para las autoridades fiscales
mantener en las finanzas públicas un mínimo
de orden.
Esos fondos privados manejados caprichosamente
por el tirano han servido no sólo para
saciar un morboso y desmedido afán de lucro,
sino para financiar secretamente la subversión
en América Latina, mantener bien engrasado
su sistema de chantaje y propaganda, celebrar
reuniones internacionales y realizar otras tantas
actividades inconfesables en su apuesta por extender
su esfera de control e influencia continentales.
En los años 70 le crearon un sistema integrado
de reservas bajo su control exclusivo, a base
de automóviles, tractores, camiones, y
equipos generales de construcción y hasta
viviendas. Por eso le era tan fácil hacer
regalos que llegaron hasta el de un ingenio azucarero
a los sandinistas. Esos fondos exclusivos del
tirano, conocidos como "las reservas del
Comandante" eran reforzados por la Junta
Central de Planificación o JUCEPLAN, bajo
cuyo control estaban todos los recursos físicos
del país. (Ver "Sentencia Internacional",
órgano del Presidio Político Cubano,
"Las Reservas del Comandante", basado
en Cuba Monthly Economic Report, distribuido por
CubaNet, edición septiembre y octubre de
1999).
Desertores del régimen que tuvieron que
ver con esos manejos castristas, han sido una
fuente valiosísima para apreciar el grado
de corrupción del tirano, al que no le
ha resultado difícil mantener, entre ignorantes
y no ignorantes, su imagen redentorista, no obstante
sus crímenes y delitos como el de apropiarse
de los fondos que pertenecen al pueblo. Algunos
de esos desertores que --repetimos-- tenían
por qué conocer los mecanismos de que se
vale el tirano para apropiarse de los fondos públicos
y de los réditos del tráfico de
drogas, prestaron convincentes testimonios ante
el Congreso de EE.UU. Nosotros estuvimos presentes
en el Capitolio de Washington cuando la deposición
de Manuel De Beúnza, que dio pelos y señales
sobre cerca de 300 compañías propiedad
del tirano valiéndose de interpósitas
personas o de la anonimidad de las sociedades
por acciones. Debía ser reconocido universalmente
que Castro es el dueño de todo en Cuba
y quienes hacen negocios con la Isla no hacen
otra cosa que engrosar los fondos del tirano a
expensas del pueblo sufrido y hambreado.
Por eso llama poderosamente la atención
que desde hace mucho tiempo no se haya parado
mientes en esa faceta corrupta del tirano que
une a su reconocida condición de asesino,
la de absoluto ladrón de un país.
Es hora que se dejen de perseguir a Pinochet que
salvó a Chile del comunismo, y la emprendan
contra Castro, que metió a Cuba en el comunismo,
para ver si de una vez y por todas paga sus crímenes,
no sólo los de asesinar a decenas de miles
de cubanos, sino de robarse solapadamente, los
fondos que hubieran podido tener un mejor destino
de haberles permitido llegar a ese sufrido pueblo
que ha esquilmado durante, hasta ahora, 46 años.
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