PRENSA INTERNACIONAL
Marzo 14, 2005
 

'Habemus' Ollas

Pablo Alfonso, El Nuevo Herald, 13 de marzo de 2005.

Grandioso. Genial. Fabuloso. No alcanzan los adjetivos para calificar el anuncio que el pasado martes hizo el dictador cubano Fidel Castro: Se venderan ollas de presión y "arroceras" en el país!

Confieso que es díficil abordar con seriedad un anuncio de esa naturaleza. Cuesta trabajo resistir la tentación al choteo. Sin embargo, lo voy a intentar, tratando de tener en cuenta la realidad dentro de Cuba, dejando a un lado la perspectiva de quienes vivimos en una sociedad diferente.

"Hay que instruir a la población acerca de la forma en que debe usarse una olla de presion'', dijo Castro quién explicó, ademas, que para cocinar los frijoles hay que ponerlos en remojo la noche anterior.

Los que vivimos en el mundo real no concebimos que un jefe de Estado dedique gran parte de un discurso de cinco horas y media -transmitido como siempre por la radio y la television nacional-, a ofrecer consejos culinarios a las amas de casa, y anunciando la venta de cacerolas y otros enseres de cocina como "un milagro" de la revolución.

Para los atribulados cubanos esto puede carecer de importancia ante el hecho cierto de poder adquirir una olla tan "sofisticada". Lo importante es la olla.

"Esto es un regalo del Comandante en Jefe", dijo a la television nacional una señora cubana, cuando salia olla en mano de una tienda. "En que otro lugar del mundo existe esto? preguntó con retadora ignorancia.

Su pregunta no vale la pena responderla pero lo de "regalo" es una metáfora. La tal olla arrocera, fabricada en China, cuesta 150 pesos cubanos. Es decir, poco más de un mes de trabajo, considerando el salario promedio. Y ni hablar de un jubilado promedio. Necesitaría dos meses para comprarla.

Los medios de prensa en Cuba no hablan nunca de "ventas", todo se reduce a ''distribuir'', "repartir". ''En el dia de hoy se comenzarán a entregar ollas arroceras'' anunciaba Granma el jueves.

''Todas saltamos en los asientos cuando el Comandante en Jefe anunció que pronto tendremos en cada hogar la famosa, económica, rápida y linda arrocera, y se nos encandilaron los ojos pensando en las 100,000 ollas de presión que tambien vendrán'', escribió jubilosa la columnista de Juventud Rebelde, Marina Menendez Quintero.

Castro anunció también que en el futuro mejorara el sabor del café que los cubanos han venido consumiendo en la última década.

''Es muy posible que la era del café con chicharo llegue a su final'', dijo Castro aunque añadió con cautela: "Pero no prometo nada, no digo cuando''.

Los que vivimos en el mundo real no concebimos que un jefe de Estado haga referencia a una frase suya, pronunciada durante un discurso en la segunda mitad del siglo pasado, sin que tenga que explicarle a su audiencia de hoy, de que se trata. Es como si el "voy bien Camilo" lo hubiera dicho ayer.

Para los cansados oídos cubanos las referencias al pasado revolucionario no son una novedad. Hace ya casi medio siglo que los medios de comunicación vienen repitiendo constantemente "acciones revolucionarias" ocurridas medio siglo atrás. Se vive en una sociedad anclada y atada a ese pasado.

El propio dictador es incapaz de escapar a esa realidad. Mucho menos ahora cuando la vejez trae a su mente constantes reminiscencias del pasado. Castro habla hoy de la "invulnerabilidad económica" de Cuba, porque cuenta con el respaldo petrolero de Venezuela y ha logrado algunos ventajosos acuerdos comerciales con China.

Lo mismo decía hace veinte anos, cuando el país vivía de los subsidios soviéticos y contaba "con el respaldo de los paises hermanos miembros de la comunidad socialista".

Para Castro el país marcha bien y seguro cuando su economía depende de la fortaleza de otros. Quizas los historiadores y psicoanalistas puedan investigar si esta curiosa manera de gobernar, tiene algo que ver con el hecho de que el dictador cubano no tuvo nunca una historia laboral. No sudó la camisa, ni siquiera las de cuello blanco en sus días de abogado y político profesional.

Mientras tanto, lo cierto es que hoy hay muchas amas de casa contentas en la isla, y muchos más contando los pesos o esperando que les llegue desde el exterior una remesa, para comprar la olla.

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