PRENSA INDEPENDIENTE
Junio 9, 2005
 

CULTURA
Los cines desaparecidos y los que peligran desaparecer

Miguel Saludes

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - El número 137 de la revista católica habanera Palabra Nueva, correspondiente al mes de enero, publicó un artículo del escritor Miguel Sabater acerca de los cines de la capital cubana. Bajo el título La Habana un cementerio de cines, Sabater muestra a los lectores el panorama desolador que exhiben decenas de salas cinematográficas en nuestra capital, que han sido cerradas o están completamente arruinadas.

Los cubanos han tenido siempre una atracción fuerte hacia este medio de entretenimiento y han demostrado ser un público conocedor del séptimo arte. Durante años uno de los paseos más comunes para cualquier habanero ha sido ver una película, y para ello no se han escatimado el sacrificio de kilométricas colas. Esta pasión en Cuba se ha desarrollado casi desde la irrupción del cinematógrafo en la vida nacional. Sea para llevar a los niños, la primera cita amorosa, para despejar la mente o para cargarla de nuevos conocimientos, la pantalla grande ha tenido desde entonces millones de adeptos en la Mayor de las Antillas. Sin embargo, en estos últimos tiempos es apreciable el descenso de la asistencia de gente a los cines, situación que comenzó a producirse coincidentemente en uno de los períodos de mayor crisis socio económica del país y que se verificó junto con la desaparición de una gran parte de estas salas, lo cual se ha hecho más evidente en la capital.

Algunos argumentan que de no haberse producido el desequilibrio de los noventa, de todas maneras el advenimiento del video hubiera sido el factor desencadenante del decreto de muerte de los cines como lugares de esparcimiento público. Si bien es cierto que este pequeño equipo ha resultado un fuerte competidor para los grandes proyectores, en nuestro país los videos nunca han estado a plena disposición de los ciudadanos en las redes del mercado de la Isla, y los que han logrado hacerse de alguno lo han conseguido por vías informales a través de la compra a personas que los introducen al país de manera subrepticia o por familiares que han podido traerlos en diferentes coyunturas favorables, o por esas decenas de portillas que se abren en una sociedad donde se han impuesto tantas restricciones. A pesar de este comercio irregular, no se puede afirmar que en Cuba constituyen mayoría los que poseen un video.

Reconociendo el impacto negativo que la aparición de este adelanto tecnológico hubiera significado para la afluencia masiva a los cines, ello no es motivo suficiente para explicar la causa de la destrucción sufrida por estos locales que estaban diseminados en todos los barrios de nuestra ciudad.

A pesar de algunos aislados esfuerzos por rescatar la cultura cinematográfica, ideas tales como las ofertas de entrada gratuita para niños acompañados por mayores, rebaja del precio de las entradas a los hombres acompañados de una fémina y la creación de salas de video en los mismos cines, parece que el daño es irreversible. El proyecto 23 es una de las últimas respuestas del ICAIC para enfrentar la problemática. Para ello se ha creado un plan que involucra a los cinematógrafos que todavía están funcionando en el Vedado (Yara, Rampa, Riviera, Chaplin, 23 y 12) y que busca difundir los filmes de 35 mm en varios formatos, logrando con ello, además de mantener el interés del público, una ayuda para conservar estos lugares en toda su capacidad funcional.

El trabajo de Sabater refleja que la cantidad de salas de cine en épocas anteriores, solamente tomando las de La Habana, superaba a las de otras grandes ciudades del mundo. Por ejemplo, en 1949, mientras nuestra capital contaba con 190 locales para la proyección de filmes, Washington tenía 64 y Ciudad México 97. En 1952 esta cifra descendió a 131, pero en 1959 ya rondaba la cifra de 150. En 1980 disminuyó en 41 locales, tendencia que continuó hasta 1990 donde se aceleró para llegar al total de 56 salas abiertas en 1993. En sólo tres años desde que comenzó esa década, cerraron más de veinte cines en la ciudad. Muchos pasaron a cumplir funciones ajenas al mundo del celuloide, como el caso del Palace en la avenida Belascoaín, que como bien reseña el articulista ha sido ocupado como vivienda improvisada. Uno de los pocos que se vio ampliamente remozado fue el Astral, uno de los de mayor capacidad en su tiempo, y que después del beneficio recibido quedó asignado a la Unión de Jóvenes Comunistas para sus actividades.

Esta situación ruinosa puede ser constatada en pleno corazón de La Habana. Ubicados en la franja comprendida entre Prado, Capitolio y Galiano, existía una de las mayores concentraciones de cines de la ciudad con un total de 13 locales. Allí se encontraban los cines llamados "de barrio", como el Capitolio, el Capri, el Strand o el Verdún y los dedicados a los estrenos: el Payret Reina y Negrete. En la zona había tres salas de programación especial: el Cinecito para dibujos animados y comedias, y el binomio Rex-Duplex, compuesto por dos pantallas independientes. La primera especializada en documentales y la segunda para películas de ficción. De todos ellos hoy sólo permanecen funcionando cuatro cines, y uno de ellos, el Actualidades, a pesar de que se mantiene activo, está amenazado con el cierre temporal.

El Payret, aunque con mucha menos prestancia que en su época dorada, sigue siendo uno de los mejores en activo. Su platea se mantiene generalmente abierta a los espectadores, mientras que la parte superior casi siempre permanece clausurada. Se dice que esto ocurre por lo peligroso que resulta cierto personal que se acoge a sus sombras y soledad con el propósito de hacer los más inconfesables actos. Las acomodadoras ya no cuentan con las linternas necesarias para descorrer el velo de la oscuridad y poner orden. Tampoco pienso que estén en disposición de buscarse un problema y prefieran evitar toparse con estas situaciones.

Los Festivales de Cine Latinoamericano son como una bendición para el otrora lujoso cine, que por ser sede del encuentro, recupera sus capacidades y se llena de gente como en sus buenos tiempos. Es por eso que al llegar el mes de noviembre se hacen algunas reparaciones, se recuperan butacas rotas y se sanea un ambiente que se ha ido depauperado durante el transcurso del año. Su cafetería, que antes estaba catalogada como de primera, no existe. Quien traspase la puerta de acceso engañado por los carteles que aún anuncian el horario de apertura y cierre, será recibido por un vaho viciado de lo que ahora es un almacén de víveres.

Por su parte, El Cinecito fue reparado recientemente, pero nada más inaugurado hubo de permanecer todavía cierto tiempo cerrado por filtraciones venidas del edificio donde se encuentra. De su marquesina fueron retiradas las figuras de Pluto, Donald y el ratón Micky para poner en su lugar una estela poco llamativa con personajes de animados nacionales y japoneses.

El problema de las filtraciones fue uno de los principales agentes que llevó al estado de ruina a los cines Duplex y Rex, cuya presencia todavía se puede recordar en lo que queda de fachada. La sustitución de las puertas viejas por unas modernas de cristal hizo pensar a muchos en su reconstrucción. Solamente con una rápida mirada al interior podía comprenderse lo improbable que resulta esta tarea. El techo se vino abajo y ya no queda nada por recuperar de aquel bello local. Lo que antes era el interior del cine hoy es un basurero. Varias veces se han tenido que sacar camiones de escombros y desechos al ser utilizado este espacio durante años como vertedero por los vecinos de los edificios colindantes.

Miguel Sabater trató de indagar en la propia Dirección Provincial del Cine sobre la situación futura de estos centros, y allí le explicaron que los planes existen pero que no podían mostrárselos porque él representaba a un órgano de prensa no oficial, que podía manipular la información y producir confusiones. Precisamente en estos días han comenzado las obras del cine Infanta, devorado por un incendio que lo destruyó totalmente en 1975, según se dijo a causa de un sabotaje. Allí se está levantando un complejo de cines, que si no tiene el mismo destino que su vecino Astral, podrá ser un signo de buen augurio para el resurgimiento cinematográfico en la capital.

Mientras este hecho halagüeño se produce con el Infanta, La Rampa, uno de los que funcionaba en la parte más céntrica de la ciudad, está inactivo desde hace unos meses sin explicarse el motivo. Algunos temen que éste sea el próximo candidato a sumarse en la larga lista de cines que han sido borrados de las carteleras.


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