CULTURA
Los cines desaparecidos y los que peligran desaparecer
Miguel Saludes
LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - El
número 137 de la revista católica
habanera Palabra Nueva, correspondiente al mes
de enero, publicó un artículo del
escritor Miguel Sabater acerca de los cines de
la capital cubana. Bajo el título La Habana
un cementerio de cines, Sabater muestra a los
lectores el panorama desolador que exhiben decenas
de salas cinematográficas en nuestra capital,
que han sido cerradas o están completamente
arruinadas.
Los cubanos han tenido siempre una atracción
fuerte hacia este medio de entretenimiento y han
demostrado ser un público conocedor del
séptimo arte. Durante años uno de
los paseos más comunes para cualquier habanero
ha sido ver una película, y para ello no
se han escatimado el sacrificio de kilométricas
colas. Esta pasión en Cuba se ha desarrollado
casi desde la irrupción del cinematógrafo
en la vida nacional. Sea para llevar a los niños,
la primera cita amorosa, para despejar la mente
o para cargarla de nuevos conocimientos, la pantalla
grande ha tenido desde entonces millones de adeptos
en la Mayor de las Antillas. Sin embargo, en estos
últimos tiempos es apreciable el descenso
de la asistencia de gente a los cines, situación
que comenzó a producirse coincidentemente
en uno de los períodos de mayor crisis
socio económica del país y que se
verificó junto con la desaparición
de una gran parte de estas salas, lo cual se ha
hecho más evidente en la capital.
Algunos argumentan que de no haberse producido
el desequilibrio de los noventa, de todas maneras
el advenimiento del video hubiera sido el factor
desencadenante del decreto de muerte de los cines
como lugares de esparcimiento público.
Si bien es cierto que este pequeño equipo
ha resultado un fuerte competidor para los grandes
proyectores, en nuestro país los videos
nunca han estado a plena disposición de
los ciudadanos en las redes del mercado de la
Isla, y los que han logrado hacerse de alguno
lo han conseguido por vías informales a
través de la compra a personas que los
introducen al país de manera subrepticia
o por familiares que han podido traerlos en diferentes
coyunturas favorables, o por esas decenas de portillas
que se abren en una sociedad donde se han impuesto
tantas restricciones. A pesar de este comercio
irregular, no se puede afirmar que en Cuba constituyen
mayoría los que poseen un video.
Reconociendo el impacto negativo que la aparición
de este adelanto tecnológico hubiera significado
para la afluencia masiva a los cines, ello no
es motivo suficiente para explicar la causa de
la destrucción sufrida por estos locales
que estaban diseminados en todos los barrios de
nuestra ciudad.
A pesar de algunos aislados esfuerzos por rescatar
la cultura cinematográfica, ideas tales
como las ofertas de entrada gratuita para niños
acompañados por mayores, rebaja del precio
de las entradas a los hombres acompañados
de una fémina y la creación de salas
de video en los mismos cines, parece que el daño
es irreversible. El proyecto 23 es una de las
últimas respuestas del ICAIC para enfrentar
la problemática. Para ello se ha creado
un plan que involucra a los cinematógrafos
que todavía están funcionando en
el Vedado (Yara, Rampa, Riviera, Chaplin, 23 y
12) y que busca difundir los filmes de 35 mm en
varios formatos, logrando con ello, además
de mantener el interés del público,
una ayuda para conservar estos lugares en toda
su capacidad funcional.
El trabajo de Sabater refleja que la cantidad
de salas de cine en épocas anteriores,
solamente tomando las de La Habana, superaba a
las de otras grandes ciudades del mundo. Por ejemplo,
en 1949, mientras nuestra capital contaba con
190 locales para la proyección de filmes,
Washington tenía 64 y Ciudad México
97. En 1952 esta cifra descendió a 131,
pero en 1959 ya rondaba la cifra de 150. En 1980
disminuyó en 41 locales, tendencia que
continuó hasta 1990 donde se aceleró
para llegar al total de 56 salas abiertas en 1993.
En sólo tres años desde que comenzó
esa década, cerraron más de veinte
cines en la ciudad. Muchos pasaron a cumplir funciones
ajenas al mundo del celuloide, como el caso del
Palace en la avenida Belascoaín, que como
bien reseña el articulista ha sido ocupado
como vivienda improvisada. Uno de los pocos que
se vio ampliamente remozado fue el Astral, uno
de los de mayor capacidad en su tiempo, y que
después del beneficio recibido quedó
asignado a la Unión de Jóvenes Comunistas
para sus actividades.
Esta situación ruinosa puede ser constatada
en pleno corazón de La Habana. Ubicados
en la franja comprendida entre Prado, Capitolio
y Galiano, existía una de las mayores concentraciones
de cines de la ciudad con un total de 13 locales.
Allí se encontraban los cines llamados
"de barrio", como el Capitolio, el Capri,
el Strand o el Verdún y los dedicados a
los estrenos: el Payret Reina y Negrete. En la
zona había tres salas de programación
especial: el Cinecito para dibujos animados y
comedias, y el binomio Rex-Duplex, compuesto por
dos pantallas independientes. La primera especializada
en documentales y la segunda para películas
de ficción. De todos ellos hoy sólo
permanecen funcionando cuatro cines, y uno de
ellos, el Actualidades, a pesar de que se mantiene
activo, está amenazado con el cierre temporal.
El Payret, aunque con mucha menos prestancia
que en su época dorada, sigue siendo uno
de los mejores en activo. Su platea se mantiene
generalmente abierta a los espectadores, mientras
que la parte superior casi siempre permanece clausurada.
Se dice que esto ocurre por lo peligroso que resulta
cierto personal que se acoge a sus sombras y soledad
con el propósito de hacer los más
inconfesables actos. Las acomodadoras ya no cuentan
con las linternas necesarias para descorrer el
velo de la oscuridad y poner orden. Tampoco pienso
que estén en disposición de buscarse
un problema y prefieran evitar toparse con estas
situaciones.
Los Festivales de Cine Latinoamericano son como
una bendición para el otrora lujoso cine,
que por ser sede del encuentro, recupera sus capacidades
y se llena de gente como en sus buenos tiempos.
Es por eso que al llegar el mes de noviembre se
hacen algunas reparaciones, se recuperan butacas
rotas y se sanea un ambiente que se ha ido depauperado
durante el transcurso del año. Su cafetería,
que antes estaba catalogada como de primera, no
existe. Quien traspase la puerta de acceso engañado
por los carteles que aún anuncian el horario
de apertura y cierre, será recibido por
un vaho viciado de lo que ahora es un almacén
de víveres.
Por su parte, El Cinecito fue reparado recientemente,
pero nada más inaugurado hubo de permanecer
todavía cierto tiempo cerrado por filtraciones
venidas del edificio donde se encuentra. De su
marquesina fueron retiradas las figuras de Pluto,
Donald y el ratón Micky para poner en su
lugar una estela poco llamativa con personajes
de animados nacionales y japoneses.
El problema de las filtraciones fue uno de los
principales agentes que llevó al estado
de ruina a los cines Duplex y Rex, cuya presencia
todavía se puede recordar en lo que queda
de fachada. La sustitución de las puertas
viejas por unas modernas de cristal hizo pensar
a muchos en su reconstrucción. Solamente
con una rápida mirada al interior podía
comprenderse lo improbable que resulta esta tarea.
El techo se vino abajo y ya no queda nada por
recuperar de aquel bello local. Lo que antes era
el interior del cine hoy es un basurero. Varias
veces se han tenido que sacar camiones de escombros
y desechos al ser utilizado este espacio durante
años como vertedero por los vecinos de
los edificios colindantes.
Miguel Sabater trató de indagar en la
propia Dirección Provincial del Cine sobre
la situación futura de estos centros, y
allí le explicaron que los planes existen
pero que no podían mostrárselos
porque él representaba a un órgano
de prensa no oficial, que podía manipular
la información y producir confusiones.
Precisamente en estos días han comenzado
las obras del cine Infanta, devorado por un incendio
que lo destruyó totalmente en 1975, según
se dijo a causa de un sabotaje. Allí se
está levantando un complejo de cines, que
si no tiene el mismo destino que su vecino Astral,
podrá ser un signo de buen augurio para
el resurgimiento cinematográfico en la
capital.
Mientras este hecho halagüeño se
produce con el Infanta, La Rampa, uno de los que
funcionaba en la parte más céntrica
de la ciudad, está inactivo desde hace
unos meses sin explicarse el motivo. Algunos temen
que éste sea el próximo candidato
a sumarse en la larga lista de cines que han sido
borrados de las carteleras.
|