Infantería
El legado de Cabrera Infante
es una palabra de cinco sílabas en español
y seis en catalán
Màrius Serra. La
Vanguardia Digital, España, 12 de julio
de 2005.
Dos desastres espantosos han coincidido con la
celebración de un curso feliz sobre el
autor cubano Guillermo Cabrera Infante, el primero
tras su reciente traspaso a infante difunto. El
curso, titulado Verbigracia: GCI y dirigido por
Fernando Iwasaki, se celebró en Cuenca
la semana pasada. De miércoles a viernes.
Nos congregamos, arropando a Miriam Gómez,
una infantería tan diversa como Vicente
Molina Foix, Jorge Volpi, José Luis Garci,
Fernando Savater,Valentí Puig o Zoe Valdés.
El segundo día del curso fue el fatídico
siete del siete londinense, cuya desolación
aún colea. Al final del tercero supimos
que el huracán Dennis,el primero de la
temporada ciclónica, atacaba La Habana.
Las imágenes de Cuba azotada por las fuerzas
de la naturaleza remiten a los titánicos
ejercicios de memoria cartográfica que
el exiliado Cabrera hizo en sus obras. Desde su
residencia en Londres el autor de Tres tristes
tigres describió minuciosamente la ciudad
que él conoció. Ésa es La
Habana que quedará, y no la de Fidel, en
la que para sacar de casa un aparato de radio
tienes que pedir permiso al Comité de Defensa
de la Revolución de tu calle. Leer sobre
plano La Habana para un infante difunto permite
calibrar la potencia insospechada de una actividad
aparentemente tan frágil como la literatura,
pero capaz de resistir ante huracanes y haraganes.
Imaginar a Cabrera Infante criticando a la dictadura
de Fidel Castro en pleno mayo del 68 pone los
pelos de punta. ¡Eso sí es nadar
a contracorriente! El tiempo le ha dado la razón.
Casi todos los admiradores de la revolución
cubana han ido cayendo del caballo, uno tras otro,
hasta tocar de pies en el suelo. Guillermo Cabrera
Infante ya estaba ahí, obligado por las
circunstancias a escribir explícitamente
sobre política en esa zona del hipódromo
-léase Mea Cuba-, cuando el cuerpo le pedía
otro tipo de fiesta textual. Por ejemplo, la que
nos ofrece en sus sensacionales Exorcismos de
esti(l) o, donde hallamos joyas como Palindrama:
Nada, yo soy Adán -que remite al palíndromo
inglés "Madam, I´m Adam"-,
o un descarte en sólo tres palabras certeramente
titulado Reglas de higiene: Mano/ Ano/ No.Cabrera,
cuya relación con el idioma es central,
demjó escrito: "Nunca he podido resistir
la paranomasia. Fue así que creé
a un boxeador que se llamaba el Kid Proquó".
En Vidas para leerlas explica que Lydia Cabrera
conoció a Carpentier en 1932 durante una
de sus pesadillas y apostilla "culpa del
hambre más que del hombre". En una
nota de Puro humo da en el clavo paranomásico
al señalar: "En India los caballeros
las prefieren rupias". Su personaje Bustrófedon,
en TTT, es un lector verbívoro de diccionarios:
"Porque el diccionario creaba un suspenso
con una palabra perdida en un bosque de palabras
(agujas no en un pajar, que son fáciles
de hallar, sino una aguja en un alfiletero) y
había la palabra equivocada y la palabra
inocente, y la palabra culpable y la palabra-asesina
y la palabra-policía y la palabra-salvadora
y la palabra fin". El legado de Guillermo
Cabrera Infante se concentra en una palabra que
en español tiene cinco sílabas y
en catalán seis: independencia. Preguntado
sobre el Nobel José Saramago, Cabrera excelió
más que nunca: "Me gusta el fado,
pero prefiero el desenfado".
MariusSerra@verbalia
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