HISTORIA
Un homenaje a la sencillez encarnada un 28 de
enero
Miguel Saludes
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La sencillez
es la grandeza. Esta fue una de las definiciones
que dio José Martí de dos virtudes
humanas, haciendo una interrelación entre
dos conceptos que por separado producen actitudes
contrapuestas, pero cuando se logra la armonía
entre ambos se complementan y forman una personalidad
muy especial, a semejanza de la que caracterizara
al propio autor de la frase. Martí se hizo
grande y sencillo, humilde a pesar de su grandeza,
y precisamente por eso inmenso en su dimensión
de hombre.
Esta frase martiana y todo lo que dijo el Maestro
sobre la sencillez se cumplimenta de alguna manera
en todo lo concerniente al devenir de la historia
cubana y dentro de ella a cuanto de pequeño
conforma nuestra identidad nacional, donde el
mayor espacio lo ocupan las cosas más simples.
El tocororo, nuestra ave nacional, no se destaca
por su envergadura o belleza del plumaje, cuyo
colorido apenas reluce en el monte cubano. La
mariposa, flor de agradable perfume que representa
a Cuba, es tan simple como su color. Por su parte,
la palma real no posee el follaje ni la corpulencia
de árboles que son emblemáticos
en otros países. Incluso su silueta delgada
es fácil presa de los rayos. La isla antillana
está concebida en el escudo patrio como
una llave, sencillo instrumento que resulta vital
para facilitar accesos, en este caso hacia caminos
de fraternidad y prosperidad.
Otros símbolos cubanos, a pesar de su
importancia, tampoco exhiben una estampa monumental.
A la bandera le basta una estrella. La Virgen
que escogió como hogar una mediana elevación
entre las lomas de Oriente asombra a muchos por
su diminuta figura. La capital es representada
por la Giraldilla, una hechura con forma de mujer
que se pierde entre los techos de los edificios
coloniales donde está ubicada la réplica
de la original.
Muchos de los héroes insignes que contribuyeron
con su valor y esfuerzo a construir la independencia
de Cuba no tuvieron para su caída en combate
el escenario de grandes batallas, dignas de parecer
en los libros, sino más bien la enormidad
de sus vidas se apagó en choques fugaces,
encuentros casuales, escaramuzas ciegas y trágicas
emboscadas.
Qué decir de nuestra gente, que tiene
la mayor de sus riquezas en la alegría
de una risa, en su ingenuidad y poca capacidad
para almacenar odios y rencores. Que a pesar de
mucho dolor es pronta al perdón. Los primeros
pobladores, de contextura frágil y pacífico
comportamiento, provenían de una raza que
sorteó los riesgos del Caribe en débiles
canoas. Cientos de años después
muchos de los hijos de esta tierra hicieron otro
tanto adentrándose en el mar en no menos
endebles balsas.
"La grandeza es sencilla y es vulgaridad
todo alarde y comentario de grandeza."
Esta afirmación martiana sobre lo mejor
que tiene el ser sencillo nos pone frente a actitudes
en que por falta de humildad pareciera que nos
creemos superiores, como personas y como pueblo,
donde en cierta medida nos abrogamos el papel
mesiánico ante otros hombres, nos creemos
ombligos del mundo que por necesidad tiene que
tener fijos en él todos los ojos, bastión
de la dignidad, el último estandarte, ejemplo
a seguir por todos.
Bástenos ser libres viviendo esa libertad
con plena integridad y dignidad. Para demostrar
nuestra grandeza no se precisan de decenas de
metros cuadrados de bandera cuando la más
pequeña de las que cuelgan en la sala del
museo de la ciudad dedicada a nuestra enseña
nacional provoca sentimientos de orgullo a pesar
del desaliño y los jirones que le han producido
el paso del tiempo y los avatares de que ellas
fueron testigos.
"En la fábrica universal no hay cosa
pequeña que no tenga en sí todos
los gérmenes de las cosas grandes".
En Viñales la naturaleza ha hecho el mayor
monumento al héroe nacional cubano sin
más materiales que el paisaje y la imaginación.
En lejanía, según el ángulo
en que se encuentre el visitante, puede ser observado
el dibujo hecho por las montañas pinareñas,
que en un alarde artístico han conformado
el rostro yaciente del Apóstol. Se distinguen
en la distancia su amplia frente, los ojos cerrados
vueltos a la eternidad del cielo cubano y el copioso
bigote.
La presencia de Martí aparece en muchos
pequeños detalles que se extienden por
toda la Isla. En La Habana natal queda la casita
que le vio nacer y en el extremo oriental la morada
definitiva, donde no falta el sol que tanto amó.
La tierra patria marcada con su paso de gigante
en vida y en la muerte. Así lo pequeño
del prócer se funde en lo extenso de esta
porción mínima del planeta llamada
Cuba.
Referencias: Diccionario
de frases martianas. Ramiro Valdés Guerra.
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