PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 27 , 2005
 

HISTORIA
Un homenaje a la sencillez encarnada un 28 de enero

Miguel Saludes

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La sencillez es la grandeza. Esta fue una de las definiciones que dio José Martí de dos virtudes humanas, haciendo una interrelación entre dos conceptos que por separado producen actitudes contrapuestas, pero cuando se logra la armonía entre ambos se complementan y forman una personalidad muy especial, a semejanza de la que caracterizara al propio autor de la frase. Martí se hizo grande y sencillo, humilde a pesar de su grandeza, y precisamente por eso inmenso en su dimensión de hombre.

Esta frase martiana y todo lo que dijo el Maestro sobre la sencillez se cumplimenta de alguna manera en todo lo concerniente al devenir de la historia cubana y dentro de ella a cuanto de pequeño conforma nuestra identidad nacional, donde el mayor espacio lo ocupan las cosas más simples. El tocororo, nuestra ave nacional, no se destaca por su envergadura o belleza del plumaje, cuyo colorido apenas reluce en el monte cubano. La mariposa, flor de agradable perfume que representa a Cuba, es tan simple como su color. Por su parte, la palma real no posee el follaje ni la corpulencia de árboles que son emblemáticos en otros países. Incluso su silueta delgada es fácil presa de los rayos. La isla antillana está concebida en el escudo patrio como una llave, sencillo instrumento que resulta vital para facilitar accesos, en este caso hacia caminos de fraternidad y prosperidad.

Otros símbolos cubanos, a pesar de su importancia, tampoco exhiben una estampa monumental. A la bandera le basta una estrella. La Virgen que escogió como hogar una mediana elevación entre las lomas de Oriente asombra a muchos por su diminuta figura. La capital es representada por la Giraldilla, una hechura con forma de mujer que se pierde entre los techos de los edificios coloniales donde está ubicada la réplica de la original.

Muchos de los héroes insignes que contribuyeron con su valor y esfuerzo a construir la independencia de Cuba no tuvieron para su caída en combate el escenario de grandes batallas, dignas de parecer en los libros, sino más bien la enormidad de sus vidas se apagó en choques fugaces, encuentros casuales, escaramuzas ciegas y trágicas emboscadas.

Qué decir de nuestra gente, que tiene la mayor de sus riquezas en la alegría de una risa, en su ingenuidad y poca capacidad para almacenar odios y rencores. Que a pesar de mucho dolor es pronta al perdón. Los primeros pobladores, de contextura frágil y pacífico comportamiento, provenían de una raza que sorteó los riesgos del Caribe en débiles canoas. Cientos de años después muchos de los hijos de esta tierra hicieron otro tanto adentrándose en el mar en no menos endebles balsas.

"La grandeza es sencilla y es vulgaridad todo alarde y comentario de grandeza."
Esta afirmación martiana sobre lo mejor que tiene el ser sencillo nos pone frente a actitudes en que por falta de humildad pareciera que nos creemos superiores, como personas y como pueblo, donde en cierta medida nos abrogamos el papel mesiánico ante otros hombres, nos creemos ombligos del mundo que por necesidad tiene que tener fijos en él todos los ojos, bastión de la dignidad, el último estandarte, ejemplo a seguir por todos.

Bástenos ser libres viviendo esa libertad con plena integridad y dignidad. Para demostrar nuestra grandeza no se precisan de decenas de metros cuadrados de bandera cuando la más pequeña de las que cuelgan en la sala del museo de la ciudad dedicada a nuestra enseña nacional provoca sentimientos de orgullo a pesar del desaliño y los jirones que le han producido el paso del tiempo y los avatares de que ellas fueron testigos.

"En la fábrica universal no hay cosa pequeña que no tenga en sí todos los gérmenes de las cosas grandes". En Viñales la naturaleza ha hecho el mayor monumento al héroe nacional cubano sin más materiales que el paisaje y la imaginación. En lejanía, según el ángulo en que se encuentre el visitante, puede ser observado el dibujo hecho por las montañas pinareñas, que en un alarde artístico han conformado el rostro yaciente del Apóstol. Se distinguen en la distancia su amplia frente, los ojos cerrados vueltos a la eternidad del cielo cubano y el copioso bigote.

La presencia de Martí aparece en muchos pequeños detalles que se extienden por toda la Isla. En La Habana natal queda la casita que le vio nacer y en el extremo oriental la morada definitiva, donde no falta el sol que tanto amó. La tierra patria marcada con su paso de gigante en vida y en la muerte. Así lo pequeño del prócer se funde en lo extenso de esta porción mínima del planeta llamada Cuba.

Referencias: Diccionario de frases martianas. Ramiro Valdés Guerra.


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