PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 26 , 2005
 

SOCIEDAD
El regreso del gato

Amarilys C. Rey, Cuba Verdad

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Esta es la segunda vez que escribo sobre el gato de mi casa. Claro, si fuera él quien escribiera hablaría de su casa y mencionaría a mi esposo, que es su preferido.

Estuvo ocho días ausente, se fue sin despedirse de nadie. En los primeros días pensábamos que se había enamorado y estaba de luna de miel en las propiedades de alguna gata amorosa. Pero ya a partir del cuarto día creíamos que le había sucedido algo grave. Mi marido hasta anduvo por calles aledañas a la casa tratando de ver si algún carro lo había atropellado.

Ya estábamos casi seguros de que algo malo le había ocurrido, y que no lo veríamos más. De pronto, cuando abrí la puerta del patio en la mañana del domingo lo vi durmiendo en un improvisado banco de madera que hay en mi patio.

Muy flaco, cuando me acerqué dijo un "miau" muy bajitico. Entré a dar la noticia, pero no me dio tiempo porque ya estaba detrás de mí maullando con fuerza, parece que para anunciar su regreso a mi esposo, que es su amigo.

Mi marido le acarició la cabeza y le dijo: "No sé qué concepto tú tienes de la amistad. Nada más que una gata arrabalera te hizo una seña y te perdiste más de una semana. De todas formas voy a revisarte, no vaya a ser que los malos te hayan abierto la barriga para instalarte un micrófono. Aunque si eso es así, lo único que van a escuchar es a Amarilys diciendo: ¡Gato, sal para el patio!; ¡Adis (la perra), bájate de ahí!; ¡Sisy (la cotorra), cállate el pico que me tienes loca!"

Parece que el gato entendía algo del discursito de mi marido, porque lo miraba fijo y pestañaba a cada ratico. Aproveché para hacerme la sabihonda y dije: "Es que los gatos sólo llevan cuatro mil años junto al hombre. No están del todo domesticados".

Me enteré en un capítulo de la serie norteamericana "En la escena del crimen", que la televisión cubana está transmitiendo dos o tres veces por semana. Pero no le dije nada para dejarlo intrigado.

De inmediato le cociné al gato un pescado que le había guardado, porque a pesar de los pesares, tenía alguna esperanza de que regresara. Puse el pescado a enfriar en un plato sobre la meseta de la cocina, pero en ese momento tocaron a la puerta. Cuando regresé ya el pescado había desaparecido. Vi que se lo estaba comiendo en el patio. Comenté que había que reeducarlo nuevamente, porque había vuelto a hurtar comida, aunque esta vez tenía como disculpa que de todas formas era para él.

Su amigo dijo enseguida: "El hambre es mala pedagoga. Lo que hay que hacer es darle toda la comida que se le pueda conseguir hasta que el estómago se le vuelva a equilibrar".

Me alegro que haya regresado, porque él forma parte de nuestro ámbito, aunque estoy segura de que él piensa que los que formamos parte de su entorno somos nosotros.


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