SOCIEDAD
Diplomacia del aguaje y la guapería
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - El 23 de
diciembre pasado el régimen cubano celebró
el aniversario 45 de la fundación del Ministerio
de Relaciones Exteriores de Cuba.
Quien no conozca la historia de nuestro país
podría pensar que antes de 1959 Cuba vivía
enquistada en la piel del lagarto sin mirar al
mundo exterior.
En este sentido, como en otros tantos, se pretende
vender la imagen de un país que nació
con el régimen totalitario. La verdad es
otra.
Nuestros gobiernos republicanos mantenían
una activa y sana intervención en los asuntos
mundiales a través de la Secretaría
de Estado, legítima heredera y continuadora
de la fundada por nuestros mambises cuando aún
se luchaba por la independencia.
Fue idea de los próceres de la gesta de
1868 mantener un servicio de relaciones internacionales
que luego sería retomado por el Apóstol
en su condición de delegado y en sus afanes
organizativos para la guerra necesaria.
Cuando muere José Martí, su sucesor
en la delegación, el ex presidente de la
República en Armas y primer presidente
constitucional, Don Tomás Estrada Palma,
hizo un encomiable trabajo de afianzamiento de
las relaciones entre la nación y el resto
del mundo. Para ello aglutinó voluntades
de la talla de Gonzalo de Quesada, Manuel Márquez
Sterling y el insigne patriota de Puerto Rico,
Ramón Emeterio Betances, entre otros. Muchos
de estos hombres, y otros de formación
republicana prestaron un inestimable beneficio
a la nación en el campo de la diplomacia.
En 1959, según la información oficial,
Cuba mantenía relaciones con 49 países,
con 40 misiones diplomáticas en el exterior
y 35 en el territorio nacional. Ello, medio siglo
atrás, representaba una actividad diplomática
bien activa, teniendo en cuenta nuestra limitada
extensión territorial y nuestro modesto
peso en la geopolítica mundial.
Las relaciones de Cuba con el mundo estaban dictadas
por el interés económico y social
de nuestro país con las demás naciones.
No estaban determinadas por intereses políticos.
Fue después del sesgo marxista tomado
por la revolución de 1959 y su alianza
con la Unión Soviética, que el servicio
exterior, y a la consigna del "internacionalismo
proletario", se expandió por todos
los rincones del planeta. Hasta el año
pasado nuestro país tenía relaciones
con 178 países y con tres a nivel consular.
Con 104 embajadas en el exterior, cuatro consulados
independientes, 17 consulados, una oficina diplomática,
una sección de intereses y cuatro representaciones
ante organismos internacionales.
Mientras nuestro país giraba en torno
a la órbita soviética, los enormes
gastos de una política exterior tan desproporcionada
eran sufragados por un subsidio económico
tan generoso como leal y obediente era el régimen
isleño. Al desplomarse el mundo aquél
del llamado socialismo real, Cuba se quedó
con una política exterior imposible de
sufragar, pero imprescindible para su subsistencia.
Efectivamente, el régimen cubano no puede
mantenerse sin esa batahola de bulla y alboroto
a la cual arrastra a sus congéneres africanos
y asiáticos, para juntos flotar en una
misma corriente de chapapote, donde la identidad
de propósitos y la afinidad ideológica
crean una unión indestructible bajo el
ritmo del toca-toca. "Tú me tocas
y yo te toco".
En otros tiempos era el apoyo a las guerrillas
del continente enemigas de la democracia y de
los norteamericanos; luego, y al unísono,
la injerencia en cualquier lugar del mundo donde
se alzaran las banderas del antinorteamericanismo
y del pro-sovietismo. Hoy se mantienen las mismas
intenciones y se alienta, estimula y cultiva toda
relación internacional, sea con quien sea,
siempre que el odio a los Estados Unidos y la
ojeriza al sistema democrático estén
de por medio. De tal forma, Cuba tiene entre sus
mejores aliados a los peores y más repugnantes
regímenes del mundo. Irán y Siria
en el Medio Oriente; Sudán y Zimbabwe en
África y Corea del Norte en Asia.
Así las cosas, y aunque el gobierno cubano
refuta todas las acusaciones de terrorismo, de
violador de derechos humanos y otras impugnaciones,
no puede evitar la evidencia del viejo refrán:
"Dime con quién andas y te diré
quién eres".
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