RELIGION
Una de cal y otra de arena para dos raciones de
Magdalenas
Miguel Saludes
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - El 21 de
enero fue clausurado el primer Festival de la
Televisión Cubana, evento tardío
para un país que ha sido pionero en la
acogida de ese medio de comunicación. Varios
programas participaron como finalistas en la premiación
a los mejores. Entre los dedicados a la programación
cinematográfica uno de los escogidos fue
La Séptima Puerta, espacio que conduce
el crítico Rolando Pérez Betancourt.
Y el contenido de cal que motiva esta reflexión
se refiere a que la propuesta seleccionada para
participar en el certamen fue precisamente la
que exhibió en su momento el filme inglés
En el nombre de Dios, originalmente titulado Las
Hermanas Magdalenas.
La puesta de esta película en diciembre
generó una fuerte crítica entre
religiosos y laicos de la Iglesia Católica
cubana, reprobación que quedó restringida
en el marco de los católicos que vieron
el programa aquella noche. No tendrían
que esperar mucho para ver aparecer en pantalla
una segunda aparición de la película
cuando se dio a conocer que este programa resultó
elegido para competir en el evento. La razón
de que haya sido designado el que presentó
esa cinta, y no otros programas, carece de explicación,
máxime cuando el premio otorgado a Arte
Siete, quien se llevó en definitiva el
lauro, sólo especificó el nombre
del programa ganador.
En el caso de La Séptima Puerta se han
pasado mejores producciones y por citar algunos
vienen a la mente el extraordinario filme hindú
Lagan, la serbia En tierra de nadie, la norteamericana
Casa de arena y humo, la iraní Kandahar
o la Yugoeslava Bar Balkán. Sobre todo
las cuatro últimas mencionadas tocan temas
actuales con profundidad y nos ponen ante las
crudas realidades que tiene que enfrentar el ser
humano envuelto en los conflictos de la modernidad.
Sin embargo, el nominado fue el que contenía
la historia sobre unas terribles monjas y el régimen
dictatorial impuesto a miles de muchachas encerradas
en sus predios, trabajando como esclavas en las
lavanderías de la institución.
Las Hermanas Magdalenas, producción dirigida
por el escocés Peter Mullan, se basa en
lo que parecen ser hechos verídicos protagonizados
por tres jóvenes que sufrieron a consecuencia
del fanatismo religioso y la rigurosidad moralista
de sus familias y de la sociedad católica
irlandesa en general, siendo sometidas por diversas
causas a la tutela de esa congregación.
Escenas verdaderamente grotescas nos muestran
unas religiosas que al caminar lo hacen a paso
de marcha militar. Las imágenes que nos
muestran a estas monjas castrenses utilizando
toda serie de vejaciones contra las internas tienen
mucho en común con la de los nazis martirizando
a sus víctimas en los campos de concentración.
Ciertamente, el crítico cubano expresó
al concluir su reseña del filme que no
se puede generalizar la idea que aparece en pantalla
con la actitud de no pocas religiosas que ejercen
su misión humanitaria en el mundo. Pudo
haber mencionado incluso a las que trabajan con
tanto amor en nuestra Patria. Pero la breve aclaración
de Rolando Pérez se pierde cuando ante
nuestros ojos se desarrollan 119 minutos de una
trama cuyo objetivo es despertar el rechazo hacia
todo lo que nos represente un hábito religioso.
La primera vez que fue pasada por la televisión
pude constatar la reacción de algunas personas
que la comentaban a la espera del ómnibus.
Sus conclusiones hacían un juicio condenatorio
donde eran embolsados en una misma saca todos
los creyentes. La pregunta que comenzaba la discusión
callejera era: "¿Viste la película?"
Interrogante que traía la coletilla de
un "por eso yo no creo en la Iglesia".
Sobre la pretendida objetividad del cineasta
Mullan pesa su anti catolicismo manifestado públicamente
al comparar la institución católica
con los talibanes, algo que denota su fanática
hostilidad contra la Iglesia. También quedan
en el argumento algunas cuestiones sin aclarar.
Por ejemplo el por qué esta joven, encerrada
por coquetería, y que demostró una
indoblegable rebeldía ante el trato infame
que le impusieron, no denunció estos hechos
cuando huyó del convento a mediados de
los años sesenta, para establecerse en
Liverpool donde llegó a montar un próspero
negocio de estilística. Teniendo en cuenta
que las lavanderías y claustros fueron
cerrados en 1996, tuvo bastante tiempo para exponer
los desmanes allí cometidos.
Se habla de que 30 mil muchachas pasaron durante
años por estos predios infernales, pero
no se le aclara a los espectadores las razones
de que esto ocurriera. Una de ellas es que estas
religiosas trabajaban fundamentalmente con mujeres
provenientes del mundo de la prostitución,
delincuentes y excarceladas. Incluso muchas de
las que abrazaban el hábito habían
pasado por esas tristes experiencias. Las casas
de las Magdalenas eran una especie de reformatorios
vinculados al Ministerio de Justicia, y el control
de estas casas estaba bajo la supervisión
rigurosa de inspectores estatales.
Se le olvidó a Mullan y después
a Betancourt, mencionar que en Inglaterra existían
centros parecidos, regidos por la iglesia anglicana.
Se explica, aunque no se justifica, la dureza
y la disciplina propia de ese ambiente. Pero lo
que no es fácil de suponer es la falta
de matices que caracteriza la película,
donde no aparece un mínimo rasgo de humanidad
o de misericordia en el rostro y actuación
de estas hermanas, cosa que sucede hasta en los
peores reductos carcelarios.
Incluso al director se le fue un detalle en la
pérfida superiora que parece condolerse
ante la actitud del padre de una prófuga
devuelta por su propio progenitor al recinto.
En la escena resaltan dos cosas. Por una parte
la actitud de la familia, que coloca a las muchachas
en una situación sin disyuntivas. No tienen
hogar ni nadie que las quiera. Les queda la calle,
con la consecuente prisión, o el convento.
Incluso una de las protagonistas que está
a punto de alcanzar la libertad cuando por un
descuido logra traspasar los impenetrables muros
del encierro, opta por regresar al interior de
aquel mundo sórdido cuando comprende que
no tiene a donde ir.
Aparece por otra parte la situación en
que quedó la monja responsable por la fuga,
que por ese motivo puede ser enviada a cuidar
leprosos a África. Esta es una verdadera
falta de respeto a la entrega amorosa de miles
de religiosos y religiosas dedicados al cuidado
de estos enfermos, no en cumplimiento de un feroz
castigo, sino por pura caridad cristiana. Desconoce
el director que cuando la aparición del
terrible mal del SIDA fueron las hijas de la Caridad
de Teresa de Calcuta las que asumieron el terrible
rol de enfermeras de los contagiados con el terrible
mal.
En fin que una vez más la tergiversación
se alza contra la Iglesia, aunque lo niegue el
jurado que la premió en Venecia. Si como
asevera Betancourt la unanimidad de un jurado
garantiza el sello de inocuidad de cualquier producción,
donde no cuentan factores políticos ni
razones que deban ser censuradas, asumiendo que
los jueces siempre tienen la razón, no
veo entonces los motivos para el acaloramiento
que causó en nuestros medios la premiación
de Alicia en el pueblo de maravillas, filme cubano
que levantó tanta polémica y que
prácticamente ha sido desaparecido.
Lo criticable no es en sí la puesta de
la película, ni siquiera su nominación,
sino la falta de otras opciones que posibiliten
hacer un juicio equilibrado y sin prejuicios.
Pienso en filmes como Historia de una monja, Evelyn,
Romero y Matar al sacerdote. Incluso espero ver
algún día en la televisión
cubana la serie dedicada a Madre Teresa de Calcuta
que ya se expone en Italia.
Los católicos sabemos que en la viña
del Señor todo es posible. Los críticos
más grandes de los desvíos ocurridos
dentro de la Iglesia han sido sus propios hijos.
Hace unos días un laico prominente comentaba
lo terrible que es cuando la institución
fundada por Cristo asume grandes poderes y potestades,
lo cual ha traído consecuencias fatales
en su devenir.
Pero como el poder es asunto de los hombres y
no de Dios, la cizaña que crea suele quedar
en el camino. Félix Varela hizo un profundo
análisis de estas realidades que expuso
en sus Cartas a Elpidio, donde reflejó
claramente estas situaciones que pueden causar
mucha confusión dentro de los cristianos.
Varela incluye al final de sus misivas un anexo
donde expone los ataques contra la Iglesia Católica
de su época. Entre ellos aparece un extracto
del Código Penal de Inglaterra encabezado
por la prohibición a cualquier persona
de esa nacionalidad a educarse en lo que llama
religión papística. Esta política
afectaba al pueblo irlandés que, a pesar
del dominio británico, se mantenía
unido aferrándose a sus tradiciones y religión
para luchar por su nacionalidad, independencia
e identidad. La fe católica ha sido un
elemento de cohesión nacional que ha acompañado
a los hijos de la Verde Erin en todos los lugares
donde se han radicado para vivir en libertad.
El ataque de Mullan, que no nació en Irlanda,
quizás sin proponérselo hace un
despiadado impacto sobre uno de los pilares que
sustenta el amor patrio de los integrantes de
esa nación. Ignorar que la fe es parte
integrante de la historia de los pueblos, implica
a veces olvidar la propia historia, o la de aquellos
que son aplastados por un poder que quiere dominar
y por ello quiere desaparecer todo vestigio de
memoria, incluso la religiosa, de los oprimidos.
En cuanto a La Séptima Puerta, creo que
mereció mejor suerte en la premiación
del festival televisivo cubano. Sus propuestas
son de lo mejor que se exhibe en la pequeña
pantalla nacional y Arte Siete, el que se llevó
las palmas, tiene un horario y estructura que
le favorecen, haciendo cualquier competencia con
él sea desigual. Ojalá el programa
que cierra la noche de los viernes ocupe el primer
lugar en próximas ediciones, con Magdalenas
o sin ellas, pero siempre con espíritu
de justeza, veracidad y valoraciones equilibradas
que incluyan todos los puntos de vista sobre una
temática específica.
Referencias.
Vittorio Messori. Diario La razón.
Juan Orellana. Cambio 19.
Jean Beaulieu. Mediafilm.
Félix Varela. Cartas a Elpidio.
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