PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 25 , 2005
 

HISTORIA
Año 1989

Tania Díaz Castro

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - 1989 fue un año crucial para el comunismo. Pueblos sometidos durante años a regímenes totalitarios rompieron cortinas de hierro, derribaron muros de concreto para que cayeran en lo más hondo del mar el poder de los soviets.

Carlos Alberto Montaner, periodista cubano exiliado en España, llamó con mucha razón "año mágico" a 1989.

Todo lo que parecía eterno: leyes, consignas, instituciones, discursos, movilizaciones masivas y pronósticos para el futuro, se eclipsó como por arte de magia. Fue liquidada la "nueva clase" y por primera vez en la historia los pueblos despojaron de sus derechos a la burocracia comunista.

Es de lamentar que ese mismo año haya muerto Andrei Sajarov, símbolo de la lucha por los derechos humanos en la antigua Unión Soviética, precisamente cuando el pueblo ruso asistía libremente a las urnas, donde salió triunfante Boris Yeltsin y el Partido Comunista fue derrotado.

1989 contempló hechos jamás imaginados: cae el Muro de Berlín, los alemanes abren sus puertas al diálogo público y la unificación del país se hace realidad. El gobierno húngaro suprime la cerca de 225 kilómetros que lo separaba de Austria. En Praga la oposición se lanza a las calles y el opositor pacífico Vaclav Havel se convierte en presidente de su país. En Polonia los trabajadores organizan huelgas en reclamo de la legalización del sindicato Solidaridad, y el papel del Partido Comunista queda abolido tras la proclamación de Lech Walesa como presidente.

Derrocado por una insurrección popular, es ejecutado Nicolás Ceausescu, jefe de los comunistas de Rumania.

Una tras otra se independizan hasta convertirse en naciones libres las repúblicas que componían la URSS. Sin embargo, hechos aislados ocurridos en otras partes del mundo pretendían echar sombras sobre tanto heroísmo, valor y claridad de pensamiento de las masas.

En la República Popular China cinco mil disidentes y opositores pacíficos organizan una manifestación en la plaza Tiananmen, y dos mil de ellos son masacrados por las acciones del ejército comunista, bajo las órdenes de Den Xiao Ping. Al mismo tiempo el Ayatola Komeini en Irán sentencia a muerte al escritor Salman Rushdie por escribir un libro de contenido contestatario, y Saddam Hussein, hoy en proceso judicial en la corte internacional, prepara una invasión a Kuwait, negándose a retirar sus tropas pese a la condena de la ONU.

En cambio, la Unión Soviética retira las suyas de Afganistán, presintiendo tal vez la caída de su régimen, luego de haber invadido ese país por espacio de diez años.

Pero hasta Cuba no llega el alerta de millones de personas que han dicho basta al comunismo. Como de costumbre, el régimen oculta al pueblo cubano escenas estremecedoras cuando cientos de miles de hombres y mujeres derriban estatuas de Marx, Lenin, Stalin, Mao, en los países socialistas; cuando ajustician en público a sus tiranos y asaltan edificios de la policía secreta donde guardaban listas de nombres correspondientes a los veinte millones de personas que Stalin ejecutó, encarceló o deportó.

Tal vez conmovidos por lo que ocurría en el mundo mueren los poetas cubanos Nicolás Guillén y José Zacarías Tallet, el pintor español Salvador Dalí y el emperador de Japón Hirohito.

A causa del cese del subsidio soviético aumenta la escasez de productos alimenticios en la Isla. Con el fin de controlar a la disidencia y desaparecer a los opositores pacíficos líderes del movimiento de derechos humanos, Fidel Castro ordena encarcelar al Dr. Samuel Martínez Lara, al profesor universitario Elizardo Sánchez, a Hirán Abí, Huber Jerez, David Moya y a quien escribe estas líneas; además de amenazar al resto de los activistas del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, la Comisión de Reconciliación Nacional, el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba y otras organizaciones surgidas por esos meses.

A las malas el señor Castro se empeña en neutralizar al movimiento de derechos humanos de Cuba. Y es natural, ya que los políticos totalitarios jamás pueden actuar en forma diferente a aquéllos que les han precedido en la historia.

También, por aquellas fechas, es detenido el Héroe de la Patria Arnaldo Ochoa junto a otros militares castristas bajo cargos de narcotráfico. Son fusilados días después de celebrarse el juicio.

Es destituido el Ministro del Interior, José Abrahantes y condenado a veinte años de cárcel. Al poco tiempo muere en prisión. Meses antes de su detención, Abrahantes había dirigido un acto de repudio contra los activistas del Comité Cubano Pro Derechos Humanos en una casa del Vedado, donde, bajo sus órdenes, éstos fueron golpeados por agentes vestidos de civil.

Según la publicación semanal "Tiempo de España", Fidel Castro sufre de hipertensión, lo que le produce por primera vez una isquemia cerebral, y más tarde es operado en El Cairo de un tumor maligno en la región rectal.

El gobierno cubano suspende la distribución y venta de publicaciones como "Sputnik", "Novedades de Moscú", "Tiempos Nuevos", "Bulgaria" y otras que reflejaban el comienzo de la democracia en los países ex socialistas.

El escritor Gabriel García Márquez visita Cuba. No se adhiere al llamado de 400 intelectuales y artistas de América y Europa que apoyan con su firma el plebiscito solicitado por el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba el 6 de noviembre de 1988, con el propósito de decidir los destinos de los cubanos. La respuesta de Fidel Castro no se hace esperar: "Primero se hundirá la Isla en el mar antes de consentir en arriar las banderas de la Revolución y el Socialismo".

El año termina de luto para Cuba. El régimen acepta que tuvo 2,300 bajas en las guerras africanas, sobre todo en Angola, y comienzan a llegar a La Habana 70 mil cubanos, entre soldados y trabajadores civiles, provenientes de varios países de África.

José Martí lo había dicho: "Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizantes, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en qué alzarse, frenéticos defensores de los desamparados".


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