SOCIEDAD
Peleas de perros
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Lejos de
acabar con el juego, el régimen cubano
ha potenciado algunas variantes del mismo, como
por ejemplo, las peleas de perros.
Durante la república, estaba ampliamente
difundida la lotería y la bolita, mientras
que en el campo señoreaban las peleas de
gallos. Mas la contienda entre perros se limitaba
a reyertas callejeras, que por ser entre perros
ladradores, predominaban los ladridos sobre alguna
que otra mordedura de menor cuantía.
Fue durante la década de 1970 que empecé
a oír anécdotas sobre el asunto.
Entonces se rumoraba que por Managua, en una empresa
estatal (Alcoma) dirigida por el comandante de
la revolución Guillermo García,
altos exponentes del poder político cubano
iban a mostrar la destreza y valentía de
sus ejemplares plumíferos y caninos, cuidadosamente
entrenados para matar o morir sobre el ruedo en
belicosa porfía. Se comentaba que entre
los aficionados a las peleas de perros se encontraba
el vice de todo, Raúl Castro.
Los rumores sólo se ventilaban entre gente
de confianza, porque una de las primeras medidas
de la revolución del 59 fue la prohibición
de todo tipo de juego, excepto la lotería
nacional, que fue tolerada algún tiempo,
bajo los auspicios del Instituto Nacional de Ahorro
y Vivienda (INAV), dirigido por la ex guerrillera
y actualmente recluida en el asilo Santovenia,
Pastorita Núñez.
Agoreros, brujos y afinadores del dogma marxista
aseguraban que en el futuro el juego de azar no
tendría espacio en Cuba, por ser algo inherente
a la sociedad de clases; propio de individuos
incapaces de confiar en sus propias fuerzas; depositarios
de fe en el azar o en Dios.
Sin embargo, esta monserga ha sido desmentida
por la realidad de forma contundente.
No sólo se seguía jugando, sino
que nuevas formas de juego se agregaron a las
habituales, entre ellas las peleas de perros y
de tomeguines.
A principios del año 2003, y durante aquella
famosa ola represiva anti cuentapropista preludio
de la primavera negra, se enfilaron los cañones
contra las peleas de perros. Por primera vez se
exponía la gravedad del asunto. 160 actas
de advertencia y el anuncio de que la Dirección
Técnica de Investigaciones (DTI) tenía
focalizados a los individuos y lugares donde se
efectuaban las contiendas entre perros. Marianao,
Boyeros, Arroyo Naranjo y 10 de Octubre se encontraban
entre los municipios de mayor incidencia.
Se invocaba entonces a los Comités de
Defensa de la Revolución, a los delegados
del Poder Popular y a cuanto revolucionario y
"comecandela" respirara en la Isla para
que denunciara a cualquier vicioso y empedernido
que lucrara con el sufrimiento y la angustia de
los canes. Se hacía en nombre de una revolución
que no sólo defendía el derecho
a la vida de los seres humanos, sino de toda la
fauna criolla, incluyendo perros, gatos, ratones,
cucarachas y ladillas.
Al cabo de dos años de aquella ofensiva,
las peleas de perros y los entrenadores de éstos
parecen gozar de sus mejores tiempos, a pesar
de las quejas y lamentos de muchos amigos y protectores
de animales, que a veces, alejados de la realidad
cotidiana, se resisten a aceptar que andamos encaramados
sobre el lomo del mismo demonio, en medio de una
Isla en la que se acabó el querer y buena
parte de la compasión.
Es evidente que en las peleas de perros se mueve
mucho dinero. Cifras que pueden rondar los centenares
de miles de pesos -o miles de "chavitos".
Y cuando ese poderoso caballero (Don Dinero) enseña
la cara en medio de una sociedad presa de la miseria
y pobre de valores morales, hace bailar al mono
y correr a la jicotea.
Así pues, en este valle de lágrimas,
e inmersos en este matorral de aromas espinosas,
los que amamos al reino animal, y con particular
cariño a perros y gatos, debemos contener
emociones y ensanchar nuestras facultades de comprensión.
El alma piadosa y compasiva del cubano ha sido
herida en su capacidad de amar. El hombre nuevo
no se ha cimentado sobre la compasión,
sino sobre el odio. Odiar a todo lo que transgreda
a la revolución, que es como odiar a todos
y odiarse a sí mismo.
Ya vendrán tiempos mejores y definitivos
donde el hombre pueda ser hermano del hombre y
amigo del perro.
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