SALUD
PUBLICA
Al
borde de una desgracia
Juan Carlos Linares
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Un día
de enero de 2005, cuando muchos papalotes planeaban
en el cielo de la capitalina barriada de Luyanó,
acaeció otro accidente de los tantos inadvertidos
por la prensa oficialista, y también una
prueba más del deterioro general en que
se encuentran los servicios de urgencia médica.
Aris tiene 12 años. Estuvo varios días
ingresado en el hospital infantil "Juan Manuel
Márquez", en una sala de cuidados
especiales donde los pacientes tienen que llevar
todo tipo de avituallamientos; desde sábanas,
colchas, toallas, almohadas, vasos y cucharas,
hasta tibor, pato, cuña, escoba, trapeador,
frazada y demás implementos de limpieza
y aseo personal. O simplemente un sillón
para que el acompañante pueda sentarse
a descansar.
Arístides, el padre de Aris, mencionó
que su hijo no tuvo mayores percances con las
fracturas del cráneo y del brazo derecho,
porque es un niño saludable. Pero en nada
se lo debe al sistema de salud pública.
Expresa que la medicina en Cuba "no es más
que una falsa propaganda del gobierno. Ya somos
ciudadanos de cuarta categoría. En primera
se ubican los mayimbes y jerarcas; en segunda
los extranjeros y cuanto turista visite la Isla,
en tercera los venezolanos, latinoamericanos o
cualquier otro que al gobierno le convenga se
lleve del país una buena imagen del estado;
y en el último lugar, los cubanos del montón".
En el hospital "Juan Manuel Márquez"
todos los relojes del séptimo piso están
rotos. Eso entorpece un riguroso régimen
de curación. Sobre todo para los acompañantes
faltos de recursos, que no pueden comprarse un
reloj pulsera o de bolsillo. Para darles los medicamentos
a los convalecientes los acompañantes deben
bajar a los pisos inferiores e indagar la hora.
La atención del personal médico
y paramédico tampoco podría ser
catalogada de esmerada. La doctora que recibió
al niño en el cuerpo de guardia el día
del accidente trató a Arístide con
despotismo. Sólo había un especialista
en ortopedia y ningún camillero. El técnico
demoró más de una hora en llegar
al departamento de Rayos X, a pesar de la urgencia
con que debió ser atendido el niño.
"Estaba por las salas", fue la justificación
que dio el técnico, y según comentarios
de pasillo, el hospital sólo cuenta con
un neurocirujano para los cientos de casos a atender
diariamente. Los demás están cumpliendo
misiones en Venezuela.
Aris Gabriel Socorro Victoria vive en calle Serafín
165, entre Flores y San Benigno, en el municipio
Cerro, relativamente cerca del lugar donde se
accidentó y del hospital materno infantil
"10 de Octubre" -antigua clínica
"Hijas de Galicia"- donde recibió
los primeros auxilios. Empero, lo que más
irritó a la familia fue la demora de la
ambulancia para trasladar al niño al hospital
"Juan Manuel Márquez". La desesperada
espera sobrepasó los 45 minutos, con el
niño en camilla, suero pasado en vena y
sin saber nada del trauma dejado por la caída
y sus secuelas.
Ese día, segundos antes del accidente,
Aris era uno de los papaloteros. Empinaba un papalote
desde una azotea en ruinas, de aproximadamente
cuatro metros de altura. Los rápidos movimientos
de manos -recogiendo y soltando del fino cordel-,
con su atención totalmente puesta en las
piruetas del artefacto de varillas y papel de
china, le impidieron percibir detrás suyo
el vacío y la fuerza de la gravedad acechando
para atraparlo y succionarlo hasta el borde de
la desgracia.
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