SOCIEDAD
Pobrecito Pedro
José Antonio Fornaris, Cuba Verdad
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Pedro es
un ex compañero de cuando yo laboraba en
los medios de comunicación oficiales. Él
es periodista y director de programas radiales.
Pero Pedro, a diferencia de otros colegas que
me saludaban muy someramente o simplemente no
me saludaban -unos haciendo como que no me habían
visto y otros adoptando posiciones de presunta
intransigencia ideológica-, siempre que
nos encontrábamos se detenía a echar
conmigo largas parrafadas.
El sábado pasado me volví a encontrar
con Pedro en una calle habanera. Me contó
que lo habían contratado como profesor
en una de las filiales universitarias existentes
en la capital, que tuvo dos grupos de estudio.
La primera clase la dedicó, según
me dijo, a investigar cómo es posible crear
o destruir una imagen basándose en destacar
defectos o virtudes, sean éstos de acuerdo
a intereses, minimizados o exagerados.
Ese tema en Cuba es bastante tabú. Pero
Pedro, para hacer aún más gráfica
la situación, llevó a su hijo más
pequeño para que leyera, ante la segunda
clase y el segundo grupo, una carta que le había
escrito a Santa Claus (no sé por qué
a Santa Claus y no a los Reyes Magos; de todas
formas, en este caso no importa el destinatario),
donde el niño le decía a Santa que
estaba muy bravo con él porque le había
pedido unos patines lineales, una computadora
y una bicicleta, y Santa lo que le llevó
fueron un par de calcetines y una trompeta.
Pedro, desde el punto de vista docente, estaba
tratando de esa forma de demostrar cómo
la imagen de Santa Claus había sufrido
deterioro ante las expectativas que el niño
tenía.
"Pues bien -me dijo Pedro-, eso me costó
que ya no soy más profesor. Me expulsaron
del Partido Comunista después de 28 años
de militancia, y ahora todo el trabajo que hago
en la emisora está siendo observado muy
detenidamente. Y yo que te decía que las
cosas no eran tan así como tú afirmabas".
Yo siempre le dije que el régimen es terrible.
Para restarle importancia a lo que le había
sucedido, aunque no lo vi muy afligido que digamos,
le recordé el viejo cuento del militante
comunista a quien la mujer le era infiel. La dirigencia
de su núcleo lo había llamado a
una reunión porque la situación
ponía en tela de juicio la moral de los
militantes, y lo pusieron a escoger entre el Partido
y su mujer. Y le dijeron que tenía que
divorciarse de inmediato. Y como no lo hizo perdió
la gloriosa militancia comunista.
Cuando el hombre llegó a su hogar le formó
tremendo escándalo a la mujer. Le dijo
que por su culpa lo habían expulsado del
Partido y que tenía que irse de la casa.
La mujer, con sentimiento de culpa se fue de la
casa. No bien había cerrado la puerta el
ex militante se tiró sobre el sofá
y dijo en voz alta: "¡Dios mío,
de qué dos cosas me he librado!"
Pedro sonrió. Cuando lo vuelva a ver pienso
invitarlo a que deje atrás, de una vez
por todas, la pobreza política; aunque
ya, evidentemente, sus ex jefes ideológicos
le dieron un empujoncito.
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