SOCIEDAD
Cuatro Caminos (I)
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Cuatro Caminos
es el punto donde se encuentran las calzadas de
Monte y Belascoaín, y constituye uno de
los lugares más pintorescos de la capital
cubana.
Es, además, verdadero encuentro de caminos
donde convergen las calles Vives, Gloria, Corrales,
Arroyo y la anchurosa avenida Cristina, que dan
acceso a la Habana Vieja, Regla, Guanabacoa y
al actual municipio de Diez de Octubre. El enlace
con Marianao, el Vedado y Centro Habana corre
a cargo de las calzadas de Monte y Belascoaín.
Cuatro Caminos siempre fue un lugar comercialmente
privilegiado, en buena medida por su inmediatez
al Mercado Único, llamado también
de Cuatro Caminos.
Era este mercado un verdadero micro mundo mercantil
que abarcaba toda la manzana comprendida entre
las vías Calzada del Cerro, Cristina, Arroyo
y Matadero.
Allí se podían adquirir productos
de los tres reinos planetarios: vegetal, animal
y mineral. Desde la langosta vivita y coleando
y el bistec de res fresco hasta un par de zapatos
Ingelmo, o un par de calcetines Once Once. Sin
forcejeos, colas ni libreta de racionamiento.
Era un lugar que nunca conocía el descanso,
pues trabajaba los 365 días del año.
Sus servicios gastronómicos funcionaban
el 25 de diciembre y el 1ro. de enero, a pesar
de que en tales festejos hasta los panaderos descansaban.
Sus puertas estaban permanentemente abiertas
a su numerosa clientela y marchantería,
pues aún en las últimas horas de
la madrugada era frecuentado por un tipo de usuario
muy peculiar.
Se trataba de aquellos trasnochadores amigos
de la farra y el jolgorio, que tras agotadoras
jornadas iban en pro de la sopa china, rica en
todo tipo de proteínas y hortalizas, capaz
de levantar a un muerto, de quitar borracheras
y de ponerles la cabeza a millón.
Otros preferían pagar unos centavos más
y deleitarse con el arroz frito, abundante en
jamón y camarones, que hizo famoso al restaurante
chino "La estrella de oro", distante
unos metros, al cual se llegaba con sólo
atravesar la calzada.
Hasta un pequeño cine de barrio, el Esmeralda,
invitaba a reposar la comida por sólo diez
centavos, con derecho a dos películas mexicanas,
argentinas, americanas, solo o acompañado.
Eran tiempos en que en los cines permitían
fumar y la muchacha que aceptaba la invitación
estaba persuadida de que allí no se iba
a ver películas, y que era la antesala
de otro lugar mucho más íntimo y
comprometedor.
Hoy el inmenso mercado, sostenido por poderosas
columnas que han resistido exitosas los 46 años
de carga marxista, no es nada de lo que fue.
En la planta baja, y por el lado que da a la
calle Matadero hay unas cuantas tarimas de frutas,
vegetales y hortalizas. Por los portales de Monte
suelen venderse bisuterías, flores naturales,
panes con mortadela, que si los oferta el particular
contienen más proteínas, aunque
resultan más caros. Si el que vende es
el gobierno, el precio es bajo pero el pan no
tiene nada, y es pan con na. En la planta alta
del mercado hay unas cuantas mesas con carne de
cerdo a 25 pesos la libra, y ocasionalmente de
carnero a 21.
El cine Esmeralda hace muchos años que
no es cine, y luego de cumplir diferentes funciones
de servicio político, ahora es un local
al servicio de los Comités de Defensa de
la Revolución.
Del restaurante "La estrella de oro"
hace muchos años que desapareció
el anuncio lumínico, y luego todo el decorado
y la ambientación interior, que antaño
hacían agradable la estancia en el lugar.
De allí no sólo desapareció
el arroz frito y la sopa china, sino también
los chinos con toda su descendencia. No obstante,
sigue cumpliendo la función comercial de
elaboración y expendio de comida, ajustado
a los tiempos terribles del castrismo. Potenciados
por estos años de período especial,
de estómagos raquíticos, de la guardia
en alto y los fondillos rotos.
Pero acerquémonos a la intersección
de Monte y Belascoaín y veamos lo que queda
de lo que fue ese maravilloso pedacito de ciudad.
Cuatro
Caminos (II y final)
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