SOCIEDAD
Concha
y Bienvenido
Juan González Febles
LA HABABA, enero (www.cubanet.org) - Concha duerme
con Bienvenido como si se tratara de su hermano.
Hay cosas que las mujeres no perdonan. Pero lo
quiere, y mucho. No son pocos treinta y siete
años de convivencia. En fin, "él
no es malo en el fondo". Bienvenido se va
a morir sin entender a las mujeres. Ni a Concha
ni a ninguna otra.
Hace ochos años Bienvenido contrajo sífilis.
Se curó con muchas hierbas, mucho ebbó
y algo de penicilina. Fue un castigo de Ochún.
A los hijos de Ochún no se les puede levantar
la mano. Desde entonces, Concha cerró sus
piernas para Bienvenido. No le perdonó
haberla contagiado.
A ella no le importaron treinta y tantos años
de vida en común. Ni los hijos ni los nietos.
Cuando Bienvenido se refiere el tema entre sus
íntimos, repite desconsolado: "Así
son las mujeres, las muy cabronas".
Es bueno aclarar que Bienvenido jamás
le puso las manos o cualquier otra cosa encima
a Concha sin su consentimiento o requerimiento.
El incidente que incomodó a Concha fue
con Pura. Esta era más puta que las gallinas.
Bienvenido se ligó con ella por aquello
de que se es hombre. Ella lo amenazó con
contárselo todo a Concha, y él le
dio una bofetada. Ochún se le viró
y la vida se le volvió un desastre.
Una verdadera calamidad, porque él, con
68 años, se siente fuerte. Concha, por
su parte, se ve muy bien a sus 65.
El caso es que hoy no tiene mujer. Soportar todo
lo que hay que soportar, sin aquello. Eso es mucho.
Mucho para un solo corazón. Pero hay que
seguir pa´lante, no hay más na.
La sífilis se la pegó una "chupa
chupa". La conoció en la carretera
cerca del basurero. Estaba irritado con la vida,
con Concha y con todos. Conducía su camión
de recogida de basura y la montó. Era una
"palestina" de Banes. Primero fue una
"meriendita". Una rápida acción
de sexo oral en la cabina del camión mientras
conducía. Pero él quiso más.
Un bombón como aquél resultaba difícil
de rechazar.
Ella dijo que tenía diecisiete. Hoy, Bienvenido
está seguro de que tenía más.
Era mucha su habilidad. Le ofreció cien
pesos por todo y ella aceptó. Pensó
que valía la pena pasarse de los veinte
pesos del "chupa chupa" y tenerlo todo.
Así fue, lo tuvo todo, hasta la sífilis
para compartirla con Concha. Ninguna mujer entiende
eso.
Los hijos están lejos. La hembra en Italia,
el varón anda por Chile. La hija es la
menor y no se ha casado. Anda por un lugar que
se llama Torino. Ella es cantante y bailarina.
Se quedó en una gira. Lleva poco tiempo,
no gana mucho pero está contenta. De vez
en cuando manda algún dinero.
Al varón, en Chile, no le va mal. Tiene
cabeza para los negocios. Dejó atrás
a la mujer y dos hijos. Concha y Bienvenido se
ocupan de los nietos y la nuera.
El hijo mayor tiene un negocio con otro cubano
y un chileno que pone el dinero. Piensan comprar
una rastra. Bienvenido espera que cuando lo hagan,
su nuera y los nietos también se marcharán.
Me dice que la política es sucia y no
le interesa. Afirma más en confianza que
"esta gente es lo peor". Me dice en
forma confidencia, refiriéndose a los dirigentes:
"Son unos blancos egoístas muy malos.
Lo único que les importa es su gozadera".
El hijo le dijo por teléfono que todo
el mundo por allá critica a Pinochet. Me
dice que "esos chilenos no saben la mierda
que les sacó de arriba". También
me refiere que a su hijo nadie le cree las cosas
que se viven en Cuba. Hace un gesto despectivo
y afirma: "Allá ellos, que cuiden
lo que tienen. Lo que es a mí, nadie me
engaña. Yo conozco al pájaro por
su cagada".
Le digo que los yanquis son racistas. Se ríe.
"Sí, muy racistas, y resulta ser que
el que era jefe del ejército es más
negro que yo, y ahora está con las Relaciones
Exteriores. Resulta que la negrita simpática
que dicen que es cúmbila de Bush es la
que manda en cosas de guerra y asuntos importantes".
La vida y las contradicciones de la propaganda
oficial convirtieron a Bienvenido en un escéptico,
o en algún modo "desafecto" al
proceso.
Concha y Bienvenido sobreviven. Le dan gracias
a Dios y a los santos. Se sienten viejos para
viajar, pero quieren que todo acabe. Eso sí,
sin sangre y sin guerras. Como Dios, la Caridad
del Cobre y San Lázaro decidan.
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