RELIGION
Cuba:
sociedad del miedo
Tania Díaz Castro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La visita
del Santo Padre Juan Pablo II a la Isla del doctor
Castro marcó un hito en la historia de
la libertad religiosa cubana tras el triunfo revolucionario
de 1959.
A partir de esa fecha, los cubanos dominados
por el terror que inspiraba el modelo social-político,
plagado de fusilamientos, largas condenas de cárcel,
represión, amenazas y un control absoluto
de vigilancia a partir de la creación de
los Comités de Defensa de la Revolución
en 1960, ocultaron en su fuero interno sus credos
y doctrinas, como si se tratara de herejías.
Pero meses antes de la llegada del Papa pudo
verse por primera vez en 38 años de castrismo
cómo en la capital de Cuba se reunían
en la vía pública más de
tres mil cubanos para presenciar una misa ofrecida
por el cardenal Jaime Ortega en la catedral de
La Habana. Ortega señaló en aquella
ocasión que se trataba de "un ensayo
de cómo serían las ceremonias litúrgicas
en la visita del Santo Padre".
Durante esta ceremonia religiosa, donde se encontraban
algunos diplomáticos y dos funcionarios
del gobierno, el cardenal expresó que la
visita del Papa "afianzaría la semilla
de la esperanza", haciendo alusión
al "largo silencio sobre Dios" en la
isla de Cuba.
"Por esta razón es que continuamos
los cubanos expiando nuestras culpas: por haber
silenciado y olvidado a Dios durante décadas".
Así me dijo una amiga de los años,
ferviente católica y oyente asidua de la
emisora Radio Martí. Su punto de vista
sobre la realidad cubana me impresionó
de tal forma que ni siquiera se me ocurrió
preguntarle hasta cuándo el pueblo cubano
estaría condenado a la pena de vivir bajo
el fidelismo.
No obstante, la cifra de la población
religiosa en Cuba es muy alentadora. Aunque se
carezca de estadísticas sobre este tema,
algo que sólo posee el ministerio del Interior
a través de su sistema de vigilancia, control
e infiltración en los grupos religiosos,
se sabe que cerca de un ochenta por ciento se
identifica con alguna religión de forma
abierta, a pesar del miedo que aún persiste.
Según informaciones recientes, se estima
que un 45 por ciento de los cubanos son miembros
practicantes de la Iglesia Católica, y
que un número importante se vincula a las
religiones afro-cubanas. Esto ocurre gracias a
la visita del Santo Padre a Cuba, algo que sirvió
de válvula de escape a la población,
liberada al fin de la monótona fe (inocua
y vacía) por la vieja y desaparecida revolución
de los barbudos.
La religión, considerada por la nomenclatura
como "el opio de los pueblos", resultaba
un obstáculo para el desarrollo del culto
a la personalidad del caudillo, único dios
en el que debíamos creer. Nuestras casas,
por ejemplo, no podían ser de Dios, sino
de Fidel Castro. Así lo demuestran aquellas
chapillas que imprimió y distribuyó
durante años el propio gobierno para que
fueran colocadas en puertas y ventanas, donde
se leía: "Esta es tu casa, Fidel".
El Santo Padre visitó Cuba en 1998. Pidió
a los cubanos que no tuvieran miedo. No tuvo necesidad
de hablar de política. Puso el dedo en
la llaga. En nuestra sociedad había miedo,
terror, pánico. Él lo sabía
muy bien. El Papa contribuyó, no hay dudas,
a que muchos controlaran o superaran ese sentimiento.
Aunque el peligro real que lo origina no ha desaparecido
aún.
|