CORRUPCION
De
los rezagos del pasado a las ilegalidades
Hugo Ríos, Cubanacán Press
SANTA CLARA, enero (www.cubanet.org) - Un tema
candente por estos días en la sociedad
cubana es el referido a las ilegalidades, llamadas
así de acuerdo al dialéctico argot
oficial. Contra ellas se ha desatado una fuerte
campaña que va desde las insípidas
reuniones de los Comités de Defensa de
la Revolución (CDR) hasta la angustiosa
omnipresencia en los medios de información
(incluidos spots y programas dramatizados en la
televisión).
Se han diseñado estrategias, puesto en
vigor resoluciones, además de que todos
los organismos, empresas y unidades presupuestadas
han recibido "orientaciones" del Partido
de incluir el tema en el Orden del Día
de los consejos de dirección, lo que es
chequeado permanentemente por las instancias superiores.
En el caso de que en el transcurso del mes no
se produjera ningún hecho de esta naturaleza,
de igual manera debe realizarse el análisis.
Ante este zafarrancho, pudiera pensarse que hemos
sido atacados sorpresivamente por un nuevo enemigo.
Nada más alejado de la verdad.
Recordemos que al tomar el poder la Revolución,
los miembros del Ejército Rebelde, después
de fungir como interventores, pasaron a ocupar
los primeros puestos de la nueva estructura estatal.
Estas personas, analfabetas en su gran mayoría,
sin prácticamente ninguna legislación
al respecto, manejaron a su parecer los recursos
que el joven Estado puso en sus manos. A los honores
del vencedor se unían ahora las prerrogativas
de sus cargos, situación que muchos aprovecharon
para llevar una vida disipada, pletórica
de féminas y banquetes. Si a alguno se
le iba la mano, la medida correccional no pasaba
de un traslado, casi siempre para bien del castigado.
Fenómeno que el habla popular atrapó
en la conocida frase "caerse para arriba".
Todo esto sentó, sin duda, un precedente,
afianzando un paradigma del dirigente de la nueva
sociedad que se estaba gestando; status que, por
supuesto, sería ambicionado en lo adelante
por cuanto arribista apareciera en el laaargo
camino hacia el socialismo.
Las nuevas hornadas de funcionarios y dirigentes
que fueron apareciendo, requeridas por una burocracia
que se agigantaba como bola de nieve, bebieron
en la fuente de aquellos soldados devenidos empresarios.
La imagen del tipo macho, mujeriego y bebedor
de ron, pero, sobre todo, hacedor de su real gana
dentro de su feudo, quedaría fijada para
las generaciones venideras.
En 1975 el Primer Congreso del Partido pasó
balance a SUs años en el poder. En el texto
"La lucha contra los rezagos del pasado",
contenido en la Resolución sobre la Lucha
Ideológica, puede leerse el siguiente párrafo:
"Se encuentran asimismo en nuestra sociedad
casos de evidente acomodamiento, de individuos
que se han habituado a la vida fácil, y
son incapaces de tratar de solucionar un problema
cuando esta solución entraña determinados
sacrificios personales. Igualmente nos encontramos
casos de ambición, inmodestia, etc., y
a personas que mantienen una actitud contradictoria
entre su vida política y sus normas personales
de conducta" .(1)
Es decir, después de 16 años, este
tipo de mal todavía es catalogado por la
dirección del Partido como una herencia
bochornosa del pasado capitalista, a la vez que
encuentra una contradicción donde nunca
la hubo.
Podríamos abrigar dudas en cuanto al tiempo
suficiente para que dejen de imitarse determinadas
acciones; de lo que sí estamos convencidos
es de que al paso del tiempo la tendencia lógica
debió ser hacia la disminución.
La realidad, sin embargo, mostró todo lo
contrario, echando por tierra la hipótesis
hereditaria: cada vez aparecían más
apropiaciones indebidas, desvíos de recursos,
favores, trueques ambiguos entre empresarios y
un sin fin de otras manifestaciones que, independientemente
del nombre que recibieran, no eran otra cosa que
robo, aunque el significado de esta incómoda
palabra continuaba restringido al vulgar proceder
del ladrón de gallinas.
Los siguientes congresos del Partido, a partir
de 1980, también dedicaron un espacio para
analizar la problemática, con la particularidad
de que en esta década apareció una
nueva definición para el mismo fenómeno:
errores y tendencias negativas (al parecer, alguien
se percató de que era un dislate seguir
echándole la culpa a un pasado que ya se
remontaba a más de 20 años).
Como terapia se diseñó esta vez
el llamado Proceso de Rectificación. Desconocemos
a qué altura se graduaron las cuchillas,
pues hacia 1989 el juicio televisado a los implicados
en el caso Ochoa, sacó a la luz el inimaginable
modo de vida que disfrutaban ciertos funcionarios
allegados a la cúpula del poder.
Con la boca abierta recibió el pueblo
aquella andanada de palacios, autos de lujo, sumas
de dólares (cuya tenencia estaba prohibida),
facilidades para salir del país (¿?).
Todo esto, sin embargo, era aportado en el juicio
como evidencias y pruebas secundarias, y hasta
el televidente menos suspicaz pudo darse cuenta
de que las altas esferas del gobierno estaban
al tanto de tales comportamientos.
Con la entrada en la década de 1990 llegó
la crisis provocada por la desintegración
de la Unión Soviética y la debacle
del campo socialista. Cuba, que hasta esa fecha
había sido beneficiada con un comercio
ventajoso -gracias a sus concesiones a la URSS,
al servirle de punto de apoyo en su guerra fría
contra Estados Unidos-, se vio de pronto obligada
a depender de sus propias fuerzas y medios.
De repente la vida encareció mucho más.
Incluso a los que disfrutaban de algún
poder sobre los recursos se les hizo precioso
un acto tan banal como el desvío de una
libra de arroz, un litro de gasolina o una botella
de ron.
Pero quedaban otras necesidades por cubrir, como
los productos de aseo personal, el vestuario,
los efectos electrodomésticos, etc., que
sólo se expedían en las tiendas
por divisas. Y el funcionario que no los recibía
por alguna asignación especial del gobierno,
precisaba de moneda nacional para comprar los
dólares. Muchos se vieron en la necesidad
de contactar con intermediarios para vender en
el mercado negro algunas de las mercancías
desviadas.
El gobierno tuvo que reforzar los mecanismos
de control: cuerpos de auditores, custodios, inspectores,
policía económica... mas ninguna
fuerza ni muro de contención resultaron
efectivos.
Ahora, finalizando el primer lustro del siglo
XXI, el mal continúa multiplicándose,
y ya atraviesa vertical y horizontalmente a toda
la sucie... perdón: sociedad, sólo
que un nuevo nombre lo adereza con aires de ¿modernidad?:
ILEGALIDADES.
1 - Tesis y resoluciones. Primer Congreso del
Partido Comunista de Cuba. Editorial de Ciencias
Sociales, Ciudad de La Habana, 1978, pág.
240.
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