ECONOMIA
INFORMAL
Saquero
Enrique Carrillo, Cubanacán Press
PLACETAS, enero (www.cubanet.org) - Según
el diccionario Aristos, "saquero" es
la persona que fabrica o vende sacos, pero en
el argot popular cubano, la palabra se usa para
identificar a algunas personas, principalmente
jubilados, a quienes no les alcanza la pensión
para tomarse un vaso de leche diario y otros que
no tienen pensión alguna, y que se ven
obligados a buscarse la vida con la venta de pan.
Ellos trabajan desde horas muy tempranas al día,
cuando compran el pan fresco en la llamada Cadena,
llamado popularmente "pan de rico",
de sólo 200 gramos al precio de cuatro
pesos la unidad. Después, desandando calles
y rompiendo zapatos, estas personas venden la
unidad a cinco pesos, con una ganancia de un peso
cubano, o sea, lo que vale un refresco o un café
en cualquier centro gastronómico estatal.
Los saqueros tienen que enfrentar riesgos difíciles
de sortear, porque siempre tienen a sus espaldas
dos enemigos violentos. Por un lado, atacan en
cualquier esquina los inspectores estatales, y
aparecidos como sombras, los agentes de la Policía
Nacional Revolucionaria siempre llevan el talón
de multas en sus manos.
Estos funcionarios dicen que actúan contra
el delito e interceptan en la vía pública
a los ancianos para imponerles multas, que son
de entre 20 y 1,500 pesos- y decomisarles el producto.
Confieso que yo soy un saquero. Desde hace varios
años me gano la vida vendiendo el pan de
madrugada y en las primeras horas de la mañana
a pesar de las amenazas y de haber sido interceptado
en dos ocasiones y llevado a la PNR de Placetas,
mi pueblo adoptivo, adonde me han penalizado en
ambas ocasiones.
La primera vez fue el 21 de mayo del 2003, cuando
el oficial Máximo, alias "Cien años"
me condujo a la PNR, me decomisó 50 panes
Bonet de 100 gramos y me impuso una multa de 60
pesos. La segunda ocasión fue el 13 de
marzo del año pasado, cuando el oficial
Froilán me condujo de nuevo a la estación
de la policía local, me decomisó
17 panes de corteza dura de 200 gramos, y me aplicó
una multa ascendente a 40 pesos. En total he perdido
300 gramos de pan, con un valor de 158 pesos a
precio oficial y 100 pesos por concepto de puniciones.
Es decir, en esos dos ataques perdí 258
pesos.
Los decomisos y multas están basados en
la disposición legal 141, artículo
4 del Código Civil, que comprende delitos
como el de acaparamiento y venta ilícita,
cometidas por personas que como yo, nos dedicamos
a buscar el sustento personal y familiar, en mecanismos
de la economía informal, ante las difíciles
condiciones económicas del país.
Los viejos que nos dedicamos a esta actividad
hemos pedido al gobierno del municipio que nos
extiendan una patente o permiso para el expendio
del pan y además que nos cobren un impuesto,
lo que permitiría al estado ingresos. Sin
embargo, el gobierno ha negado las peticiones,
sin esgrimir apenas argumentos, a pesar de que
se conoce que en otras provincias y municipios,
son más flexibles y autorizan a los vendedores.
Tal parece que Placetas tiene un gobierno aparte,
que descuida incluso a su pueblo y desoye a todos.
Controversia ilógica, con esta guerra que
se lleva contra los saqueros.
La propia Barbarita, administradora de la panadería,
me ha planteado en varias ocasiones -y créanme
que no ha sido sólo a mí- que si
nosotros los viejitos no sacamos el producto de
la unidad, a ella se le queda en la panera más
del 80 % de la producción, porque la gente
no tiene el hábito de ir a comprar el pan
desde lugares distantes en donde residen. Las
molestias de transportación y pérdida
de tiempo las evitamos nosotros, poniendo el pan
fresco en las manos de los clientes, en la misma
puerta de sus casas.
Si las cifras de la administradora son ciertas,
eso indica que los saqueros distribuimos prácticamente
la producción de la panadería y
ahí está lo extraño... ¡No
nos dejan vivir!
¡Dios Mío! ¿Qué delito?
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