SOCIEDAD
El director y una historia real (II y final)
José Moreno Cruz, Cubanacán
Press
SANTA CLARA, enero (www.cubanet.org) - Una mañana
anunciaron por el audio del preuniversitario que
debía presentarme con urgencia en la dirección
del centro. Dejé todos los materiales de
trabajo en la cátedra y bajé las
escaleras con desenfado. Cuando entré a
la dirección observé varias caras
desconocidas que venían supuestamente de
la Dirección Regional.
La famosa reunión comenzó con la
amenaza velada, por parte de uno de los desconocidos
quien aparentemente dirigía la reunión,
de 10 años de cárcel, "pero
como la revolución era generosa",
dijo, podían darme una oportunidad debido
a mi juventud. Las pruebas estaban basadas en
la correspondencia epistolar que mantenía
con jóvenes de América Latina y
España fundamentalmente, intercambio que
ellos estaban monitoreando a través del
correo. Entre ellas se encontraba una carta dirigida
a Conrado Aranguren, mi anterior jefe de cátedra
en Ceballo 8 y a quien llegué a considerar
mi amigo, aunque a la postre resultó ser
un agente de la Seguridad del Estado. En la misiva
le contaba mis peripecias durante las vacaciones
del verano del 75 en la playa Rancho Luna de Cienfuegos.
Varios de los alumnos que expusieron sus testimonios,
hablaron de la preferencia que su profesor tenía
por la música americana y cómo resaltaba
el papel de los Estados Unidos en las clases como
productor de acero, automóviles o cualquier
asunto económico por encima de la URSS.
Fueron varios los testigos, pero de todos ellos
el que más me impactó fue el testimonio
de Marilín, una alumna de grandes espejuelos
graduados, con muy pocas atracciones físicas
que se me insinuaba a cada rato y entraba a la
cátedra constantemente. Ella era una agente
Julieta a pesar de su temprana edad.
Marilín mostró papeles escritos
por mí, especialmente cartas, las que había
extraído del latón de la basura
de la cátedra y dejó bien claro
en sus palabras que yo le había confesado
los hábitos incorrectos del comandante
Almejeiras y la matanza que éste había
realizado, al frente de las tropas cubanas en
Argelia. Aseveró también algunos
otros puntos de vista esgrimidos por su profesor
durante las clases, así como otras expresiones
acerca de la máxima dirección del
país.
Aquella comisión analizó pormenorizadamente
todos los puntos de vista de carácter político
e ideológico que se esgrimieron en la reunión,
dándoles mayor connotación de la
que realmente tenían, para llegar al acuerdo
de separarme definitivamente del Ministerio de
Educación. El acta viajó a la Dirección
Provincial de la ciudad de Camagüey después
de analizarse en la Regional. Tenía entonces
un plazo de 15 días para reclamar. Al principio
me enquisté y como ellos tenían
todas las pruebas, pensé que todo estaba
perdido. Mis amigos me dieron la espalda y ni
siquiera los alumnos me saludaban, porque habían
sido advertidos durante un matutino. Sin embargo,
encontré a Miguel, mi compañero
de estudios durante la carrera, quien me tendió
la mano cuando fui enviado a trabajar al almacén
de la ESBEC Ceballo 3.
Miguel me acompañó a las oficinas
del Ministerio de Educación Provincial
donde encontré refugio en la palabra y
voz de un señor que atendía sanciones.
Necesariamente por sus manos tenía que
pasar tarde o temprano el expediente, aunque me
orientó reclamar de inmediato ante el Consejo
de Trabajo.
Pero lo que no tenía previsto era que
en "Batalla de las Guásimas",
tenían orientado no meterse en el asunto
de la apelación aludiendo que yo no era
trabajador del centro docente, hasta que luego
de varias reclamaciones, a duras penas aceptaron.
Allí encontré el espacio que necesitaba
para defenderme, a pesar de que el tribunal estaba
conformado por mis antiguos compañeros
de labor, entre ellos Armando, el excarcelado
profesor de Geografía, quien fungía
como vocal.
A decir verdad, no albergaba esperanza alguna
de aquella vista oral desarrollada en el teatro
de la escuela, pero a los 30 días, después
de una interminable espera, el Consejo de Trabajo,
votó "Con Lugar", porque a pesar
de las debilidades políticas enunciadas,
por su juventud el individuo merecía una
oportunidad.
Fueron varios los meses siguientes donde deambulé
por distintas escuelas de Ciego hasta que llegó
la nueva división político administrativa
en que se convirtió en provincia, y las
nuevas autoridades acordaron mi traslado a Villa
Clara en aquel día del educador de 1976.
Después jamás pude poner los pies
sobre la tierra. Donde quiera que llegaba era
vigilado constantemente e incluso, justo dos años
después fui a parar por primera vez a los
fríos calabozos del DSE Provincial, acusado
de propaganda enemiga y trabajo proselitista.
Hoy hace más de 11 años que no
trabajo en el Ministerio de Educación,
pero por suerte del destino, Becerra ahora es
mi vecino. Él conoce bien esta historia.
Seguramente la compartió con los militantes
de mi nuevo barrio y con los de la policía
política. "Árbol que nace torcido,
jamás su tronco endereza", fue el
refrán utilizado por el anciano en una
reunión del núcleo zonal, del cual
desde hace años es Secretario General
En días determinados lo observo junto
a otros de su edad pertenecientes a la Asociación
de Combatientes, escudriñando hacia mi
casa constantemente. Sin embargo, la suya tiene
el mismo color amarillo de hace 30 años
atrás cuando trabajábamos juntos,
las paredes frontales están desgarradas
por el tiempo y su interior muestra la soledad,
interrumpida por un televisor chino marca Panda
y un equipo de teléfono. Su salario de
Seguridad Social apenas le alcanza para comprar
los productos normados y algo de verduras y viandas.
Me da pena con él. Siempre sentado en
el umbral de su puerta, su pelo muestra la combinación
del color cenizo y blanco por el paso inexorable
de los años. Usa siempre la misma vestimenta
y los mismos zapatos, y por su cerebro fluyen
las mismas ideas utópicas de los años
70 y 80.
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