PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 5 , 2005
 

SOCIEDAD
El director y una historia real (I)

José Moreno Cruz, Cubanacán Press

SANTA CLARA, enero (www.cubanet.org) - Becerra ya debe sobrepasar las siete décadas de vida. Militante del Partido Comunista desde temprana edad, en los años 70 fungía como director del Instituto de Superación Educacional (ISE) de Santa Clara, a donde llegué desde Ciego de Ávila, para ejercer como profesor de Geografía en diciembre de 1976.

A diferencia del flamante director y de la mayoría del claustro de profesores, gozaba de los años mozos de la juventud y estaba desposeído de ataduras para enfrentar las más disímiles tareas, aunque tenía intereses marcados en los estudios de la carrera profesoral superior como alumno del Instituto Superior Pedagógico Félix Varela.

En aquel entonces el Ministerio de Educación realizaba profundas transformaciones en los planes de estudio, las que abarcaban el segundo ciclo de la enseñanza primaria. Junto a otro colega de la entidad provincial, fui seleccionado para ir al ISE Nacional ubicado en Ciudad Libertad, con el objetivo de prepararnos para introducir en la provincia el programa de Geografía Física de los Continentes I, programa que se comenzó a utilizar en el curso 77-78 en el sexto grado.

De regreso a Santa Clara impartí varios cursos a maestros y profesores con el mismo fin, antes de que terminara el curso escolar y saliera a disfrutar de las vacaciones.

Un día del mes de agosto recibí un telegrama de Becerra citándome al ISE santaclareño. En fecha y hora señalada me presenté en la dirección del Instituto, donde Becerra me esperaba con dos motivaciones. La primera era sencilla pues debía pagarle 25 centavos por una supuesta llamada telefónica que había realizado desde la entidad y que él había tenido que pagar de su bolsillo. Pero la segunda motivación tenía para mí un carácter grave.

Con pocas palabras y tono pausado comunicó la decisión del Consejo de Dirección Provincial, mientras su negra piel se tornaba ceniza y sus ojos se empequeñecían detrás de sus cristales graduados, al exponer que el novel profesor de Geografía, debía trabajar a partir del próximo curso en un centro educacional del Sistema de Enseñanza General, porque con los antecedentes que traía en el expediente laboral, no podían aceptarlo como "cuadro docente" a ningún nivel.

Dicen que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Yo estaba conciente de que tarde o temprano conocerían mi problema de principio a fin. Como aún me faltaban unos meses para concluir el servicio social de postgraduado, las autoridades educacionales de Ciego de Ávila se las habían arreglado para salir de mí, cediéndome en calidad de prestación de servicios a mi provincia natal. Todos los meses tenía el trabajo de ir a Ciego con un informe donde se justificaban las ausencias en el ISE, para que allá pudiera cobrar los haberes de ese mes.

Pero el curso llegaba a su fin y también el período de tres años de servicio social. Fue cuando desde la provincia avileña enviaron el expediente laboral, contentivo de un documento donde se afirmaba y ejemplificaba mis graves problemas de carácter político e ideológico, los que dejaron alarmadas a las autoridades de educación en Villa Clara.

El documento recogía en sus tres páginas las reseñas de una reunión a la que había sido sometido en el Instituto Preuniversitario en el Campo (IPUEC) "Batalla de las Guásimas" de Ceballos y donde habían participado la dirección en pleno del centro, el sindicato, la UJC, el PCC, agentes de la Seguridad del Estado y varios alumnos que expusieron las contradicciones ideológicas que exponía el joven profesor durante las clases de Geografía Económica en el onceno grado.

A ese preuniversitario llegué procedente de una Escuela Secundaria Básica en el Campo (ESBEC) del mismo plan citrícola de Ceballos, para sustituir al profesor de Geografía titular, ya que éste había sido hallado culpable por el Tribunal Municipal y llevado por seis meses a la cárcel, por falsificar los cupones de la libreta de productos industriales. Todo marchaba bien hasta que Armando Fernández estuvo de vuelta en el centro y se reincorporó al trabajo docente.

Reconozco que a mis 22 años tenía mucho de inmadurez y que mi personalidad rebelde propició el enfrentamiento personal con todos los cánones preestablecidos. Con frecuencia escuchaba en los albergues y otras dependencias la música americana, gracias a un radio marca Sport de fabricación soviética, usaba ropa juvenil con botas altas, el pelo largo pero sin exageraciones y las cómodas guapitas recortadas; elementos suficientes como para ser tildado de diversionista ideológico.


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