PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 3 , 2005
 

POLITICA
La batalla de los carteles

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - La batalla de los carteles, según el castrismo, fue iniciada por el embajador norteamericano James Cason, debido a los adornos navideños que colocó en la sede diplomática de Estados Unidos.

Concretamente, el único pretexto que pueden esgrimir las autoridades cubanas para justificar su algarabía es un número 75 encerrado en un círculo, adherido a la cerca perimetral de la Oficina de Intereses.

Pero aunque este número se ha convertido en todo un símbolo, y es de amplia difusión entre la disidencia y la oposición, el ciudadano común, inmerso en la supervivencia, no conocía su significado. No niego, sin embargo, que cierto sector de la población, atento al quehacer político interno e internacional, estuviera familiarizado con el número 75. En resumen, la mayoría de los cubanos ignoraba su valor simbólico, hasta que los medios de propaganda y adoctrinamiento del régimen la emprendieron contra el señor Cason y contra el 75.

Según los voceros de la Mesa Redonda, la batalla de los carteles no tiene cuerpo propio, sino que forma parte de la "batalla de ideas" de la cual es apéndice o desprendimiento.

Sea como sea, ambas contiendas tienen algo en común: en el campo de batalla sólo aparece un contendiente luchando contra un enemigo intangible, invisible e inexistente.

El toque a degüello lo dieron esos pájaros de mal agüero, mezcolanza de papagayos, buitres carroñeros y lechuzas penumbrosas, en la Mesa Redonda del día 20 de diciembre del año recién finalizado. Allí hablaron de conspiraciones y provocaciones que no existen ni siquiera en sus dóciles cerebros, y sólo tienen cabida en sus lenguas injuriosas que mienten a sabiendas, pero bien recompensadas por retribuciones que les permiten evadir la dura realidad que fustiga y achicharra al hombre de a pie.

Tres días después, en vísperas de la Nochebuena, 14 artistas del pincel, de forma "voluntaria" y "desinteresada", abriendo fuego contra Cason y Bush, llenaban de letreros, carteles, murales y caricaturas todo el espacio circundante, que incluye el muro del Malecón, la avenida del mismo nombre y la acera entre ambos. Todo ello se unía a un gigantesco pajarraco con una B en el pecho, que representa al presidente Busch, y que sobre el asfalto fue dibujado para que, según palabras del periódico Granma, quede aplastado por el ir y venir de automóviles, ciclistas, peatones y cuando perro o gato callejero, de los que tanto deambulan por nuestra ciudad, pisen, aplasten y humillen al presidente de los Estados Unidos.

Para que cualquier borracho, de los muchos que se pasan de tragos durante las fiestas y cumbanchas que allí se forman, pueda vomitarse sobre el presidente, y, para que el que lo desee pueda llevar allí a tantos ejemplares caninos y felinos como se le antoje, de modo que sobre Bush puedan orinar y defecar.

Y como en todo este desparpajo no pueden faltar los niños, allí se les llevó para que pintaran con tiza sobre el asfalto cuanto se les ocurriera, siempre que fuese lesivo y dañoso para el presidente norteamericano.

¡Cuánta miseria y sufrimientos del pueblo descansan y se ocultan sobre esa tirantez y malquerencia hacia los americanos; sobre ese lenguaje chabacano y mal hablado! Dicen que no es contra el pueblo del norte sino contra sus presidentes. Pero se han sucedido once mandatarios y las maledicencias han sido las mismas. ¿Es que los americanos son bobos y no saben elegir a sus gobernantes? Si la élite gobernante sufriera las consecuencias de tal animosidad, hace tiempo que hubiera llegado a un arreglo con los vecinos de la otra orilla.

¡Cuánta cosa fea hay que desterrar de Cuba! ¡Cuánto desprestigio, desparpajo y chusmería hay que eliminar de las costumbres del cubano! ¡Cuánta labor de adecentamiento nacional hay que promover para desintoxicar al ciudadano de tanta podredumbre, bajeza y mezquindad inculcadas e inducidas!

¡Cuánto hay que apelar a la generosidad del corazón cubano para borrar de su pecho todo el odio inculcado durante medio siglo!

 

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