SOCIEDAD
Tristeza de fin de año
Javier Machado, Cubanacán Press
SANTA CLARA, enero (www.cubanet.org) - La vendedora
de la placita lanzaba uno de sus prolongados bostezos
al aire debido al exceso de ocio en espera de
la hora del cierre, mientras en las bodegas los
dependientes vendían los productos normados
de la canasta básica, antes de cerrar los
establecimientos para asistir a un acto político.
Por la tarde estaban convocados, al igual que
todos los trabajadores santaclareños, a
un gran evento de fin de año en la Plaza
Ernesto Che Guevara, para rendirle loas al proceso
más "justo" que jamás
conoció Cuba, ni tierra alguna.
Como fue fin de año y los establecimientos
estarían cerrados hasta el 3 de enero del
corriente, la Empresa Minorista de Alimentos,
autorizó la venta de los productos normados
del primer mes del año. Cinco libras de
arroz, dos de azúcar blanca, tres turbinadas
del dulce grano y una libra y cuarto de chícharos
constituyen los únicos alimentos que el
villaclareño, igual que el resto de los
cubanos en la isla, tiene derecho a consumir en
un mes.
Millones de nacionales residentes en Cuba, aunque
estudien o trabajen, no han tenido una cena decente
en Nochebuena, ni en fin de año, a pesar
de que en la TV y la radio constantemente se pasan
programas de contagiosa alegría y mensajes
de felicitación, con reafirmaciones revolucionarias.
"Este año, como nunca antes, hemos
tenido que colgar la quijada en la pared y boquiabiertos
ir a la cama con hambre, después de visitar
algún familiar o amigo, observar resignados
la televisión o regresar a casa luego de
un paseo por algunos de los lugares de la ciudad",
me ha dicho un médico pediatra que tiene
dos hijos.
No ha sido un problema exclusivo de los cubanos
menos favorecidos, porque dentro de ese enorme
grupo compacto se incluyen maestros, médicos,
ingenieros y otros profesionales que constituirían
un valioso capital humano y profesional en cualquier
sociedad de mercado, lo que conforma la llamada
clase media, compensadora de la balanza social.
En Santa Clara, a pesar del esfuerzo realizado
por el Consejo de la Administración Municipal,
las acciones para hacer más dulce y apacible
el fin de año y el advenimiento de 2005,
fueron insuficientes. De nada valieron las cenas
y actividades festivas en las unidades gastronómicas
y culturales, a las que sólo pudo asistir
una minoría.
Hace muchos años, las autoridades vendían
algunos cárnicos a precios más bajos
que los del mercado paralelo y particular y algunas
cervezas por núcleos y algún que
otro vino, pero esta vez, nada de nada, excepto
una feria de fin de año donde las entidades
agrícolas del territorio, en las áreas
exteriores del estado Sandino, permitieron que
unos pocos, debido a la insuficiente cantidad,
adquirieran algo de comer a precios nada baratos.
A su alrededor música y venta de comestibles
elaborados, cervezas a granel y rones, donde una
plebe de delincuentes se enriquecen con el robo
y adulteración de los productos, gracias
a la creciente corrupción que envuelve
a los isleños en todos los órdenes
de la vida.
Ya las 365 páginas del libro de 2004 se
cerraron. Las calles que antaño por estos
días se adornaban de grandes banderolas
están ausentes en paredes y balcones en
el nuevo aniversario de la Revolución,
en evidente muestra de descontento popular. Ahora
la nostalgia de lo bueno y lo que se dejó
de realizar mellan al cubano, consciente de que
el nuevo libro que se abre con el mismo número
de páginas no le deparará nada nuevo
en materia de libertades y sí de penurias,
tristezas y anhelos difíciles de cumplir.
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