PRENSA INTERNACIONAL
Febrero 23, 2005
 

'Un cubano doblemente exiliado, un estilista del idioma'

Wilfredo Cancio Isla, El Nuevo Herald. 22 de febrero de 2005.

Con la muerte de Guillermo Cabrera Infante se extingue el célebre fabulador de La Habana, de la musicalidad y la nostalgia de sus habitantes, y el autor que convirtió al exilio en una condición de su escritura.

Acaso la última posibilidad para que un cubano pudiera llegar al Premio Nobel, al menos en un plazo mediato.

Cabrera Infante deja una entrañable contribución a la lengua española, a la modernidad literaria y a la insularidad cubana tanto en creaciones narrativas como Tres Tristes Tigres (1965) y La Habana para un infante difunto (1979) como en otros géneros que cultivó con la genialidad que sólo suelen hacer los clásicos: Un oficio del siglo XX (1963), un ejercicio magistral de crítica cinematográfica, y Mea Cuba (1993), reveladora incursión en el ensayo político.

''Era el mayor estilista del idioma, le imprimió un ritmo, una música y un humor sin paralelo'', comentó anoche desde la ciudad de México el ensayista e historiador mexicano Enrique Krauze, director de Letras Libres. "Fue un ensayista cultural de enorme originalidad, un enamorado del cine que escribió guiones, reseñas y textos memorables; un cubano doblemente exiliado (lejos de la patria y lejos del sol), un tropical en la lluviosa Londres, que sin embargo supo asimilar, recrear y hasta reinventar en la literatura inglesa en español''.

El fallecimiento del escritor repercutió ayer internacionalmente, incluso en su natal Cuba, donde su nombre fue proscrito por su radical enfrentamiento al régimen de Fidel Castro.

''Estoy muy triste, porque era mi amigo'', aseveró el escritor chileno Jorge Edwards, Premio Cervantes en 1999. "Tres tristes tigres y La Habana para... son dos obras maestras de la literatura en español de todos los tiempos''.

Para el crítico Roberto González Echevarría, profesor de la Universidad de Yale, Tres tristes tigres marcó toda una época en el panorama literario latinoamericano.

''En Cuba, donde estaba prohibida por los aspirantes a escritores que se hicieron de la dirección de la cultura, fue imitada sin recato'', recordó González Echevarría. "Nadie podrá escribir en Cuba un renglón de humorismo literario que no sea un homenaje a Cabrera Infante; fue uno de los escritores que se apropian de vastos territorios del idioma''.

Un autor, que al decir del novelista Eliseo Alberto Diego, "inaugura en su literatura todo un género, que es el de la sensualidad, de la noche profunda y del cabaret''.

Justamente por su capacidad para recrear las jergas populares del cubano con originalidad infinita, el ensayista Enrico Mario Santí definió al autor como "el gran pastor de las palabras''.

''Caín era ante todo un gran amante del idioma español, un inventor de palabras'', indicó Santí, profesor de la Universidad de Kentucky, quien observó también que Mea Cuba quedará como "un clásico de la literatura política de denuncia''.

''Va a perdurar como literatura política porque es un libro escrito con estilo magistral'', apuntó el académico.

El ensayista Rafael Rojas señaló que siguiendo el legado decimonónico de José Martí y José María Heredia, Cabrera Infante es la figura que convierte al exilio en "una condición intrínseca de su escritura''.

''Fue la personalidad emblemática del exilio provocado por el régimen castrista, y no abandonó nunca su manera radical de enfrentar esa condición'', manifestó Rojas. "El motivo recurrente de su literatura es el mundo perdido, y a eso se aferró por su exilio y su oposición política: era el exiliado total y no escribió sobre otra cosa que no fuera sobre ese mundo perdido que es la Cuba de los años 40 y 50''.

Este año Cabrera Infante cumplía 40 de haber salido al exilio, en discrepancia con la revolución que lo inspirara en sus comienzos, cuando era el artífice del semanario Lunes de Revolución y escribió un primer libro de cuentos anunciador de transformaciones sociales: Así en la paz como en la guerra (1960).

Uno de sus más cercanos amigos de aquellos años, el poeta y dramaturgo Antón Arrufat, dijo ayer desde La Habana que "para la literatura cubana esta era una pérdida terrible''.

''Estoy muy conmovido, no puedo hablar, confieso que sólo tengo ganas de llorar por él, que fue mi amigo siempre'', declaró Arrufat.

También desde la capital cubana, el escritor Antonio José Ponte dijo que a estas alturas ni siquiera sus más seguros enemigos en la isla podrán negar la importancia de esa obra.

"Lo considero un clásico del humor y de la crítica cinematográfica y del anticastrismo. Cumplió uno de los mayores sueños que pueda tener un escritor exiliado o simplemente un escritor a secas: fundó para sus lectores una ciudad propia, una Habana suya. El era, desaparecidos Carpentier, Lezama Lima, Piñera y Arenas, el más importante de los novelistas cubanos. Y ahora, con su muerte, no veo a quién atribuirle tal puesto''.

wcancio@herald.com

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