Muere Cabrera Infante
BBC
Mundo, 22 de febrero
de 2005.
Cabrera Infante, de 75 años, falleció
de una infección en un hospital de la capital
británica.
Hace una semana había ingresado en otro
centro médico, tras fracturarse una cadera
durante una caída en su residencia.
"Murió sin patria, pero sin amo",
dijo su esposa, la actriz cubana Miriam Gómez,
citando un poema de José Martí.
Gómez señaló que Cabrera
Infante siempre estuvo ligado a su país,
a pesar de que vivió en el exilio desde
1965.
"Él vivía en Cuba aquí
en esta casa nuestra; pero la Cuba de él,
ésa no existía", dijo.
La noche habanera
El exilio convirtió a Guillermo Cabrera
Infante en un escritor profesional, como le dijo
a BBC Mundo en una entrevista.
Sin embargo sus temas, sus obsesiones y sus lectores
ideales siempre estuvieron relacionados con Cuba,
en especial con la Habana.
"El gran descubrimiento de mi vida fue
la ciudad de La Habana. No solamente descubrí
la ciudad sino descubrí un cosmos, descubrí
un hábitat y descubrí un mundo particular.
Para mí eso fue decisivo...", dijo
en otra ocasión.
También comentó, refiriéndose
a su traducción del libro de cuentos Dublineses,
de James Joyce, que lo había traducido
no al español sino al cubano.
Y de su novela Tres Tristes Tigres se ha dicho
que la verdadera protagonista es La Habana. De
hecho, la noche habanera.
Crítico de cine
Guillermo Cabrera Infante vivió por primera
vez la noche de la Habana en 1941, cuando se trasladó
a vivir allí con su familia.
Hasta ese momento habían residido en
el pueblo oriental de Gibara, donde nació
el 22 de abril de 1929.
En 1947 empezó a escribir, oficio al que
se dedicaría de lleno luego de abandonar
sus estudios de medicina.
En 1950 comenzó a estudiar periodismo
y en 1954 empezó a publicar crítica
de cine en la revista Carteles bajo el seudónimo
de G. Caín.
De Carteles terminaría siendo redactor
en jefe. Una selección de sus criticas
-escritas hasta 1960- sería publicada en
Un Oficio del Siglo XX, editado en 1973.
El juego literario
En esas críticas cinematográficas
ya es evidente el estilo característico
de Cabrera Infante: juguetón, sensual y
burlón.
"Así en la paz como en la guerra"
(cuentos, 1960) fue su primera obra de ficción
publicada.
Su siguiente obra, la novela Tres tristes tigres,
ganó el Premio Seix Barral en 1964 y está
considerada como una de sus obras más logradas.
Muchos críticos la incluyen dentro de
la lista de novelas latinoamericanas que, en la
década de los sesenta, llamaron la atención
sobre una literatura madura. Obras como Cien años
de soledad, Rayuela, Paradiso, La casa verde y
El astillero.
En ese momento Cabrera Infante trabajaba como
agregado cultural de Cuba en Bélgica.
En 1965, el escritor regresó a Cuba para
asistir al entierro de su madre. Renunció
al servicio diplomático y se fue para nunca
más volver.
Su relación con el poder no fue nunca
fácil. En 1952 fue detenido bajo la dictadura
de Fulgencio Batista por publicar un cuento con
"palabrotas".
Su distanciamiento del régimen de Fidel
Castro fue paulatino, pues fue director del Instituto
del Cine, director del suplemento literario del
diario Revolución y, como ya se dijo, agregado
cultural.
Sin embargo, para 1968 la ruptura ya era total.
Ese año concedió una entrevista
a la revista argentina Primera Plana en la que
criticó duramente al gobierno cubano.
Desde entonces, y hasta el final de sus días,
sus libros estuvieron prohibidos en Cuba.
"Ni siquiera se pueden tener en la casa",
le dijo a BBC Mundo en una entrevista realizada
en 2003.
El exilio del reino
Cabrera Infante fijó su residencia en
Londres, junto a su segunda esposa, la actriz
cubana Miriam Gómez.
Los cuarenta años de exilio fueron una
experiencia agridulce para el escritor.
Así lo explicó a BBC Mundo:
"Ha significado algo muy bueno porque me
he permitido convertirme en escritor profesional.
Es decir, yo vivo de lo que escribo, no como antes,
que publicaba esporádicamente".
"Pero, al mismo tiempo, el exilio me ha
hecho perder mi lector natural que es, por supuesto,
un cubano y si es posible un habanero. Y eso ha
sido para mí un conflicto porque mis libros
están prohibidos en Cuba".
Sin embargo el exilio no significó la
sequía, pues siguió escribiendo
y publicando con regularidad.
Entre sus obras del exilio se destacan Vista
del amanecer en el trópico (Cuentos, 1974),
Exorcismos de esti(l)o (divertimentos, 1976) Arcadia
todas las noches (crítica de cine, 1978),
La Habana para un infante difunto (novela 1979),
Holy Smoke (ensayos, escrito en inglés
1985), Mea Cuba (escritos políticos, 1993),
Delito por bailar el chachachá (cuentos,
1995).
Sobre la muerte, le dijo a BBC Mundo: "Todo
lo que sea póstumo, no me alegra. Me alegra
todo lo que pueda ser celebratorio en vida, pero
después de muerto no creo que yo vaya a
aspirar a una especie de permanencia literaria,
a una suerte de celebridad después de muerto".
En 1997 Cabrera Infante recibió el Premio
Cervantes por el conjunto de su obra. Una obra
que algunos consideran desigual, pero de la que
no hay duda que perdurarán títulos
como Tres tristes tigres.
Tampoco hay que dudar que la noche habanera perdió
a uno de sus mejores cronistas.
Guillermo
Cabrera Infante habla con BBC Mundo
Cabrera
Infante: "Era fanático de los perros"
"Todo lo que sea póstumo,
no me alegra. Me alegra todo lo que pueda ser
celebratorio en vida, pero después de muerto
no creo que yo vaya a aspirar a una especie de
permanencia literaria." Guillermo Cabrera
Infante habla con BBC Mundo
BBC
Mundo, Miércoles, 30 de julio de 2003.
(AUDIO)
Como parte de nuestra serie "Momentos definitorios",
en la que se exploran los hechos que cambiaron
la vida de personalidades influyentes de diversos
ámbitos, nuestro colega Manuel Toledo,
de la BBC, conversó con el escritor cubano
Guillermo Cabrera Infante.
Cabrera Infante nació en Gibara, Cuba,
el 22 de abril de 1929, y se trasladó con
su familia a La Habana en 1941. Desde 1965 vive
en el exilio.
El autor de "Tres tristes tigres",
"La Habana para un infante difunto",
"Vista del amanecer en el Trópico",
"Delito por bailar el chachacha", y
otras obras, recibió el Premio Cervantes
en 1997.
Guillermo, Ud. podría pensar en algún
momento que considere que ha sido definitorio
en su vida, que lo ha marcado como escritor, como
ser humano.
Sí. Esto ocurrió en el bachillerato,
pero lo que yo tengo que decir, antes de hablar
del bachillerato y de un profesor extraordinario
que me tocó tener, es que estudié
en Cuba, desde el kindergarten hasta la escuela
de periodismo -pasando por el bachillerato- absolutamente
gratis. Es decir, en escuelas públicas.
Eso para mí es importante porque yo les
debo, no solamente a los maestros de primera enseñanza,
sino a los maestros de bachillerato y de la escuela
de periodismo, un reconocimiento que en realidad
nunca les he dado.
Nunca he mencionado como ellos influyeron en
mí, más que nada.
Pero hay un momento en mi vida, en el cual yo
era un estudiante bastante bueno, pero a mí
nada más que me interesaba el béisbol
y ver pasar a las muchachas por el instituto,
porque eran clases de hembras y varones, y un
día un profesor que cuando hablaba se volvía
un histrión empezó a contar un cuento,
que de pronto resolvió con la visita de
un viajero que muchos años antes había
dejado su isla y al regresar no era reconocido
más que por su perro.
Entonces, como yo era un gran fanático
de los perros...yo siempre tuve perros, desde
niño e incluso ya de mayor...pues, me interesó
la historia. Y este perro, después de reconocer
al viajero, moría.
Ya Ud. sabrá que estoy hablando de Ulises
y de su regreso a Ítaca, y de "La
Odisea", pero yo no lo sabía.
A mí lo que interesó verdaderamente
fue la anécdota del perro tan leal y tanto
reconocimiento que le hacía a su dueño.
Pero eso picó mi curiosidad por saber
exactamente qué ocurría antes y
después de la muerte del perro, y después
del regreso de Ulises a Ítaca, y fui a
la biblioteca del instituto, que era magnifica,
y me leí "La Odisea".
Me pareció un libro extraordinariamente
atractivo y después leí "La
Ilíada", que en realidad me rechazó
un poco, por lo sangrienta que es y la cantidad
enorme de batallas y de nombres, pero me quedé
prendido a "La Odisea", realmente.
Y ahí fue cuando yo empecé a interesarme
en los libros y, por supuesto, en la cultura que
ofrecen los libros.
La historia de Ulises es de cierta forma una
historia de exilio. ¿Qué ha significado
para Ud. ser un escritor exiliado?
Ha significado algo muy bueno porque me he permitido
convertirme en escritor profesional. Es decir,
yo vivo de lo que escribo, no como antes, que
publicaba esporádicamente.
Pero, al mismo tiempo, el exilio me ha hecho
perder mi lector natural que es, por supuesto,
un cubano y si es posible un habanero.
Y eso ha sido para mí un conflicto porque
mis libros están prohibidos en Cuba. Ni
siquiera se pueden tener en la casa.
Hace poco descubrieron a una maestra que tenía
un ejemplar de mi libro "La Habana para un
infante difunto" y la llevaron presa.
La juzgaron por tener "literatura subversiva",
cosa que es verdaderamente tener ganas de acusar
a alguien por algo que no existe, y la multaron
en 500 pesos, que para una persona en Cuba es
bastante dinero.
De manera que ni siquiera puedo tener ese tipo
de lector ocasional. Y esto es lo que a mí
en realidad más me toca de mi exilio.
Conozco a los otros escritores sudamericanos
que empezaron a publicar junto conmigo y todos
no solamente pueden regresar a sus países
de origen, sino que sus libros son celebrados,
acogidos y leídos en sus países
respectivos.
¿Y qué tendría que pasar
en su Ítaca para que Ud. pueda regresar?
Tendría, primero que nada, que desaparecer
del gobierno Fidel Castro, de la forma en que
fuera posible, es decir, si renunciaba o si se
moría o si lo sacaban del poder.
Tendría que ser un país en democracia.
De otra manera, yo no podría regresar.
Porque yo estoy muy bien en Londres. Estoy viviendo
en la democracia inglesa, y estoy viviendo muy
bien en el sentido de que tengo completa libertad
para hacer lo que yo quiera, para escribir lo
que yo quiera y para leer lo que yo quiera.
¿Cuál Ud. cree que sería
el futuro, digamos, ideal para Cuba?
El futuro para Cuba es uno sólo. El futuro
ideal es el mismo que el futuro real, es decir
una democracia.
Yo creo en la democracia y una de las cosas que
más me gusta de Inglaterra es la permanencia
de su democracia, de su constitución no
escrita, y un parlamento independiente, y una
prensa libre.
Todo eso viene con la democracia. No hay otra
forma de alcanzarla. Todo lo demás que
se diga del gobierno del proletariado y toda esa
serie de engañifas, no tienen ningún
sentido para mí.
Yo creo que el gobierno único de un país
tiene que ser un gobierno democrático,
elegido por la mayoría, en voto secreto
y universal, y eso es lo que yo aspiro que ocurra
en Cuba.
¿Ud. tiene algún tipo de contactos
con escritores cubanos en Cuba, en la isla?
Muy esporádicos. A mí vienen a
visitarme escritores de todas partes y yo los
recibo.
Y así mismo recibo a los escritores cubanos
que quieran conocerme, como pasó con Senel
Paz, que me llamó por teléfono y
me dijo que quería conocerme.
Vino un día y me conoció y charlamos.
Por supuesto, no hablamos de política,
sino de literatura.
Ha habido otros escritores, como Antón
Arrufat, quien también vino a visitarme.
Él es ahora un escritor laureado por el
gobierno de Castro, pero lo recibí por
ser un viejo amigo y por ser una persona que,
en realidad, por encima de todo, lo que le interesa
es la literatura, y de eso fue lo que hablamos.
Y también otros escritores de no tanto
nombre como Paz o Arrufat, pero sí bastante
conocidos en Cuba.
Sí, yo recuerdo lo de Arrufat. Ese
día yo estaba con él. En ese momento
yo estaba estudiando literatura inglesa e hispanoamericana
en Oxford y lo había invitado a dar una
conferencia allá. Después él
vino a verlo a Ud.
Ah, sí. Pues estuvimos hablando durante
una o dos horas, pero prácticamente no
hablamos de otra cosa que no fuera literatura.
¿Y algunos escritores cubanos como
Gastón Baquero, Lydia...?
Ah, bueno, sí. Los escritores exiliados,
sí, por supuesto, he tenido mucho contacto.
He tenido contactos con Baquero, en realidad encuentros
bastante agradables.
Por último, cuando estaba en el hospital,
me escribió una carta magnifica, hablándome
de lo que yo escribo y de lo mucho que le interesaba.
También tuve una gran relación
con Lydia Cabrera, quien murió de una edad
muy avanzada, 99 años, pero yo la conocía
de Cuba... a Baquero no lo conocía de Cuba,
pero a Lydia Cabrera sí.
Yo visitaba su casa, muchas veces, y después
la vi en Miami, donde estaba exiliada, y la visité
muchas veces.
También tuve algún contacto, pero
esporádico, con Lino Novás Calvo,
a quien fui a ver en el asilo en que estaba recluido.
Aparentemente, no le interesaba nada más
que lo más elemental porque estaba calificado
como senil pero, de alguna manera, yo le hablé
de uno de sus cuentos y dije mal el título
y él me lo corrigió.
Entonces me di cuenta de que, a pesar de que
estaba recluido como senil, no estaba senil, estaba
muy claro respecto a la literatura.
Pero no hablamos tanto de literatura porque,
en realidad, el ambiente de ese asilo era absolutamente
tenebroso, por no decir otra palabra.
Tengo entendido que estos tres escritores
que Ud. acaba de mencionar, Gastón Baquero,
Lino Novás Calvo y Lydia Cabrera, por una
coincidencia, han sido publicados en Cuba después
de muertos. Yo espero que Ud. dure mucho, pero
digamos si Ud. muere esta noche, ¿cree
que le pasaría lo mismo?
No lo sé. No lo sé realmente porque
hay que reconocer que los tres tuvieron posiciones
muy adversas para la revolución y para
Castro, pero en realidad, allá siguieron
el modelo soviético de publicar a los escritores...
Inclusive en Rusia, antes de caer el régimen
soviético, ya habían publicado a
Nabokov, que era un enemigo ferviente y fervoroso
de la revolución rusa.
No sé, en realidad, que harían,
pero sí hay una entrevista bastante vieja
en la televisión americana, nada menos
que a Roberto Fernández Retamar, y él
dijo que yo era un contrarrevolucionario contumaz
y que si me moría, verían si me
publicaban después de muerto.
Esa es una pobre esperanza para mí, en
el sentido que no me interesa lo que pase después
de muerto, y mucho menos me interesa que me publiquen
en Cuba en esas condiciones.
Hablando de artistas cubanos muertos recientemente,
¿qué le ha parecido el caso de Celia
Cruz?
He lamentado mucho su muerte porque éramos
amigos.
Ella vino a visitarme aquí. Yo iba a
sus conciertos cuando venía a Londres.
Pero lo que me ha parecido realmente extraordinario
es la acogida que le han dado no solamente en
Miami, sino en Nueva York, a su velorio y a su
cortejo fúnebre.
Cientos de miles de personas, en Miami, que era
muy visible porque le hicieron una toma con helicóptero,
y se veía la fila, que era de seis en seis,
recorrer cuadras y más cuadras alrededor
de la iglesia en que estaba siendo expuesta.
Y después, la acogida multitudinaria que
tuvo su entierro en Nueva York...
Es sorprendente porque ella era una gran cantante,
era una persona con eso que se llama carisma,
y era muy popular, pero nunca pensé que
tanta gente en Nueva York, a pesar de la lluvia
y del mal tiempo, asistiera a su entierro.
¿Y ha sabido Ud. de las reacciones
en Cuba?
En Cuba tuvieron una reacción típica.
Fueron muy mezquinos.
Publicaron una nota de apenas una pulgada y la
coronaron con una frase que vale la pena repetir,
para repetir la inequidad de la frase, dijeron
que era un icono contrarrevolucionario.
Eso fue todo el juicio que hicieron de ella como
artista. Eso me parece una reacción típica
de los funcionarios, es decir de los comisarios
cubanos.
Si Ud. pudiera pensar en un epitafio desde
La Habana para un Infante difunto, ¿cuál
sería?
Ah, no, yo me niego a pensar en esos términos.
A mí no me interesa ese tipo de homenajes.
Todo lo que sea póstumo, no me alegra.
Me alegra todo lo que pueda ser celebratorio
en vida, pero después de muerto no creo
que yo vaya a aspirar a una especie de permanencia
literaria, a una suerte de celebridad después
de muerto.
Eso no me interesa para nada. Para pensar en
la posteridad literaria, pienso mejor en el alma
no corrompida de la religión... me interesa
muchísimo más saber de la Santísima
Trinidad, que saber de mi reputación después
de muerto.
Su reputación, como escritor, vivo
y muerto será la misma, Ud. es considerado...
Muchas gracias, de todas maneras...
Y hablando de vida, ¿qué proyectos
tiene? ¿Está escribiendo alguna
novela? ¿Qué está haciendo?
Estoy escribiendo un libro, desde el año
95, que ha sido interrumpido montones de veces,
inclusive últimamente por escribir una
serie de artículos.
Yo estuve muy enfermo, realmente ocurrió
la muerte de mi hermano menor, mi único
hermano, en Miami, y esto me sumió en una
absoluta caída emocional, un "nervous
breakdown", del cual apenas he salido ahora.
Y como, por supuesto, durante ese tiempo -casi
un año- no escribí nada, me esperaba
mucho trabajo atrasado, que estoy recuperando,
por compromisos que tenía de escribir artículos,
de aparecer en público, de ir a congresos...
Todo eso yo lo había suspendido durante
un año y ahora me ha alcanzado.
¿Y ese libro ya tiene título?
Sí, tiene un título. Se llama "La
ninfa inconstante" y es un libro que sigue
muy de cerca ciertas aventuras personales, pero
todavía me falta.
Como acostumbro a hacer, tengo escrito el final
y, por supuesto, el comienzo del libro, pero tengo
una enorme cantidad de notas para poner en el
medio y eso es lo que me falta, componer el cuerpo
del libro.
Porque teniendo el final o teniendo el principio,
parecería más fácil, pero
en realidad me falta mucho todavía por
alcanzar la corporeidad del relato.
¿Está basado en Cuba también?
Es un libro que ocurre en La Habana, como todos
mis libros que tienen un contenido de ficción,
aunque estén basados en personajes reales
o en ocurrencias reales.
Sí, es un libro que ocurre en La Habana
y prácticamente en un solo barrio de La
Habana.
Yo me he constreñido a situarlo simplemente
en un barrio y creo que esa es una de las dificultades
que tiene.
Realmente, convertir el barrio de El Vedado,
que es donde transcurren las aventuras del personaje
que narra el libro, es una suerte de laberinto.
Para mí ha sido difícil seguir
esa norma porque el espacio, en realidad, limita
mucho el tiempo del libro.
¿Y el tiempo en que transcurre la acción,
en qué años es, más o menos?
La acción ocurre solamente en el verano
de 1957. Ese es el tiempo en que transcurren las
aventuras del protagonista.
¿Ud. tiene algún tipo de sugerencia,
de recomendación para los escritores jóvenes
en Latinoamérica o en Cuba?
Yo tengo una sola recomendación: la persistencia.
No hay otra cosa que hacer con la escritura
que persistir.
La permanencia de la inmortalidad es muy elusiva,
pero la permanencia del trabajo diario, o cada
vez que se pueda escribir, yo creo que es muy
importante.
Es decir, si yo he tenido algún éxito,
ha sido por mi persistencia en seguir escribiendo
y en publicar.
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