Corrupción
y comunismo
Adolfo Rivero Caro. Libertad
Digital, España, 27 de diciembre de
2005.
Fidel Castro se ha mostrado tan alarmado ante
la magnitud de la corrupción en Cuba que
ha llegado a calificarla como una amenaza a la
supervivencia de la revolución. "Si
alguien destruye esta revolución -ha dicho
Castro- no va a ser ningún enemigo externo,
vamos a ser nosotros mismos". Creo que estas
alarmas justifican algunas observaciones.
En primer lugar, es pertinente recordar que,
según la teoría marxista-leninista,
es decir, según la invariable orientación
ideológica de la revolución cubana,
la fuente de todos los males sociales -pobreza,
corrupción, delincuencia, prostitución,
etc.- está en la propiedad privada de los
medios de producción. Según la ideología
de la revolución, al acabar con los propietarios
privados de los medios de producción -los
burgueses, los empresarios- se acabaría
con la última clase explotadora. Se acabaría,
por decirlo así, la protohistoria y empezaría
la verdadera historia de la humanidad, donde los
hombres crearían su futuro de manera organizada
y consciente. Liberados de la ''anarquía
del mercado'', la producción se desarrollaría
de manera totalmente planificada y racional. Liberados
de la explotación, los hombres producirían
para sí mismos, lo que provocaría
una elevación vertical de la productividad
del trabajo.
Las riquezas sociales fluirían así
de manera incontenible. Tanto, que no tendría
que darle a cada trabajador de acuerdo a lo que
produjera, sino de acuerdo a lo que necesitara.
Todos tendrían sus necesidades -materiales
y espirituales- espléndidamente cubiertas.
En esas condiciones, según planteaba León
Trotsky en sus ensayos de Literatura y revolución,
el hombre promedio alcanzaría los niveles
de un Aristóteles o un Miguel Angel y,
sobre esa base, se alzarían nuevas cimas
de la humanidad. Ese era el sueño comunista
que fascinó a muchos de los más
destacados intelectuales y artistas del mundo
entero.
Es, por consiguiente, totalmente legítimo
preguntarse: ¿no fueron expropiadas y expulsadas
del país las empresas imperialistas desde
hace casi 45 años? ¿No sucedió
lo mismo con los empresarios nacionales? Pero,
¿no eran ellos los responsables de la pobreza,
la corrupción, la delincuencia y la prostitución?
¿De dónde sale entonces la pobreza,
la corrupción, la delincuencia y la prostitución
masivas que existen en la Cuba de hoy, en la Cuba
revolucionaria? Primero se le echó la culpa
a la pequeña propiedad remanente en Cuba.
Fue la llamada ''ofensiva revolucionaria'' de
1968, el ''asalto contra el Cuartel Moncada de
la pequeña burguesía''. Eso, por
supuesto, sólo hizo empeorar las cosas.
Luego vino el puente del Mariel, donde, 20 años
después del triunfo de la revolución,
el país iba a poder liberarse finalmente
de ''la escoria'' que, de alguna manera, había
sobrevivido dentro de la sociedad cubana. Castro
llegó a vaciar las cárceles, enviando
una cantidad masiva de delincuentes cubanos a
Estados Unidos en un acto de agresión sin
precedentes. Como sabemos, las cárceles
de la isla quedaron semivacías. Pero las
cárceles, por supuesto, se volvieron a
llenar rápidamente y la revolución
se ha visto ante la implacable necesidad de construir
más prisiones.
Ahora, 20 años después del Mariel,
Castro nos dice que una masiva y generalizada
corrupción amenaza la existencia misma
de la revolución. En efecto, nunca ha habido
en Cuba tantos indigentes, tantas prostitutas,
tantos delincuentes, tanta violencia callejera
y tanta corrupción gubernamental. Nada,
por cierto, exclusividad de la isla caribeña.
Todos los países del antiguo imperio soviético
se vieron afectados por los mismos males. En todos
ellos, empezando por la Unión Soviética,
hubo que enjuiciar por ladrones a destacadas figuras
del gobierno. Como sucede, exactamente igual,
en la China comunista de hoy. La realidad ha destruido
un mito ideológico. Es inevitable llegar
a la conclusión de que el comunismo ha
sido el generador de todos esos males sociales.
Además de haber creado una sociedad asombrosamente
ineficiente.
Contaba una vez Ronald Reagan que en cierta ocasión
un médico soviético pudo comprarse
un automóvil. Estuvo dos horas llenando
los papeles con un funcionario. Al final, éste
le dijo que volviera a recoger el automóvil
ese mismo día pero dentro de 10 años.
El médico asintió sin pestañear
y le preguntó: ¿Por la mañana
o por la tarde? Estupefacto, el funcionario le
dijo, "Camarada, si va a tener que venir
dentro de 10 años, ¿qué puede
importarle que sea por la mañana o por
la tarde?" A lo que el médico le respondió:
"Es que el plomero viene por la mañana".
Bajo el comunismo, corrupción e ineficiencia
van de la mano.
© AIPE
Adolfo Rivero Caro es analista
político y columnista de El Nuevo Herald.
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