Las ruinas de la patria
Víctor Llano. Libertad
Digital, España, 13 de abril de 2005.
Las ruinas de la patria están seguras.
Son los cien mil presos cubanos. No sirven ni
como moneda de cambio. Nadie ofrece nada por ellos.
Al menos ahora conocemos lo que sufren los presos
de conciencia en las penitenciarías castristas.
Decenas de ellos lograron abandonar Cuba después
de que la tiranía los utilizara como presos
convertibles y traficara con su sufrimiento para
-como muy bien dice José María Aznar-
engañar a "muchos voluntarios dispuestos
a dejarse tomar el pelo por Castro". Hoy
puede permitirse el lujo de excarcelar cada pocos
meses a algún que otro pacífico
activista de derechos humanos; sin embargo, lo
que jamás consentirá es que la Alta
Comisionada de la ONU entre en los doscientos
infiernos en los que se pudren los que no han
sabido sobrevivir a tanto logro robolucionario.
No obstante, ahora sabemos más de lo que
supimos antes. Gracias a la Comisión Cubana
de Derechos Humanos conocemos que por fin algo
se mueve en las prisiones cubanas. En menos de
20 días se han amotinado miles de presos
en el más grande de los penales castristas.
Según Elizardo Sánchez, "varias
veintenas de reclusos resultaron heridos o intoxicados
por gases, algunos de ellos gravemente en la prisión
Combinado del Este". A juicio de Elizardo,
"estas protestas han tenido lugar debido
a las condiciones infrahumanas de internamiento
que caracterizan al sistema carcelario cubano,
la pésima alimentación, insuficiente
atención médica y la extrema severidad
de las cárceles".
José Luis Rodríguez Zapatero tal
vez no lo sepa, pero la inmensa mayoría
de los presos cubanos son negros desafectos a
una robolución que sólo ha podido
ofrecerles hambre, tortura y muerte. Son cerca
de 100.000. Nadie hace nada por ellos. Algunos
europeos bien intencionados se esfuerzan inútilmente
año tras año en que se condene a
Castro en la Comisión de Derechos Humanos
de la ONU por perseguir a lo que llaman disidencia,
pero rara vez se detienen en lo que soportan los
miles de olvidados en las cárceles castristas.
Los que más han disentido en Cuba son las
decenas de miles de presos comunes. No son periodistas
ni poetas ni políticos, son hombres y mujeres
que jamás se conformaron con ser como el
Che.
De nada les va a servir que se apruebe o no en
Ginebra una siempre tímida resolución
contra su verdugo. Lo único que pueden
hacer es sublevarse como han hecho en Combinado
del Este. Todos los meses mueren decenas de ellos
en prisión. Los que sobreviven lo logran
sólo porque han aprendido a soportar lo
insoportable. Sin embargo, las buenas gentes del
mundo miran para otro sitio y el Gobierno español
y el Rey de España se abrazan a sus carceleros
jefes y sonríen complacidos a los que ordenan
que se torture por matar una vaca, por robar una
medicina, por no delatar a un amigo o por intentar
escapar de la Isla-cárcel.
Nunca nos cansaremos de recordarlo. En 1958, cuando
gobernaba en Cuba un dictador bananero -tan corrupto
como cobarde- y con una población de 5.500.000
habitantes, no llegaban a 4.000 los presos cubanos
encarcelados en 14 prisiones. Hoy son 100.000.
Y los penales pasaron de 14 a más de 200.
Es éste el único logro de la tiranía.
Tiene razón Carlos Franqui, "si el
Quijote anda por Cuba, no es por las esferas oficiales,
que nunca frecuentó, y sí por las
cárceles sufridas, repletas hoy en la isla
de personajes quijotescos presos por su amor a
la libertad". Por no poder no pueden ni leer
estos magníficos versos de Raúl
Rivero: "Las ruinas de la patria están
seguras. Tranquilos compañeros. Ya nos
vamos". Es cierto. Las ruinas de la patria
están seguras. Son los cien mil presos
cubanos. No sirven ni como moneda de cambio. Nadie
ofrece nada por ellos.
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