PRENSA INTERNACIONAL
Abril 13, 2005
 

A veinticinco años del Mariel, en México

Por Rosa Leonor Whitmarsh. Diario Las Américas, 12 de abril de 2005.

En 1980, la portada de la revista Time de la segunda semana del mes de abril debió haberles parecido muy rara a sus lectores. Un extraño conjunto de cientos de cuerpos de hombres y mujeres de todas las edades yacía tendido codo con codo al aire libre sobre el pasto de la Embajada del Perú en La Habana. Otras personas, ante la falta de espacio, habían trepado al techo y aleros de tejas de la residencia oficial. ¿Qué sucedía?

Había ocurrido una estampida humana ocasionada por la soberbia del jefe de estado cubano, que irritado ante la negativa del embajador peruano de entregar a unos refugiados protegidos por el derecho de asilo, quiso fastidiar al diplomático retirando la guardia de la entrada, con lo cual, diez mil ochocientas personas, ni cortas ni perezosas, se introdujeron en la sede peruana al pasarse la voz, animadas a salir del infernal sistema dejando atrás hogar y patria y ocasionando un caos que puso en riesgo sus propias vidas y en un aprieto al gobierno cubano.

Diez mil ochocientas personas que violentamente querían asilarse para abandonar el país significaban un escándalo internacional para un sistema autotitulado benefactor de su pueblo. La situación se hizo peligrosísima. A través de la cerca el gobierno no surtía suficientes alimentos. Al estar la inmensa mayoría a la intemperie, las necesidades físicas perentorias exigieron solidaridad en el pudor --círculos de mujeres y de hombres se cubrían-- pero se produjo el inevitable hedor y amenaza de epidemias al pasar los días en medio del horror del hacinamiento y sus consecuencias.

Castro se vio forzado a permitir la salida a los asilados en la sede diplomática pero maquiavélicamente aprovechó la oportunidad para librarse en forma violenta y arbitraria de los cubanos inconformes que deseaban abandonar el país sin esperanza de poder hacerlo y a la vez crearle un problema a los Estados Unidos enviándole un éxodo masivo que Carter piadosamente aceptó bajo petición y presión de muchos cubanos en Miami que formaron parte de la caravana de autos que recorrió sus calles.

Por los medios de comunicación mexicanos supe del inicio y desarrollo de esta tragedia al regresar al Distrito Federal donde residía desde hacía años, tras haber pasado en Miami las vacaciones de Semana Santa en ese abril de 1980.

Vivíamos los cubanos de México en suspenso con las noticias. De inmediato hubo un llamado general a acudir al Círculo Cubano de México, situado en la Avenida División del Norte en la colonia Coyoacán. Allí, masivamente, el exilio cubano de México, en una asamblea que colmaba el gran salón, propuso y eligió con fluidez a cinco mujeres que deberían gestionar ante las autoridades del país y las embajadas pertinentes, la aceptación de los cubanos asilados en la Embajada del Perú. Carmen Montejo, Raquel Olmedo, Patricia de la Guardia de Schwartzman, Lala Vázquez y Rosa Leonor Whitmarsh se dedicaron de inmediato a buscar visas tocando puertas que se abrieron físicamente gracias al aura mágica de Carmen pero que no acogieron nuestra petición de amparo pese a que hubo que darle a la gestión carácter humanitario y no político. Debemos consignar que, bochornosamente, México, representado por la Secretaría de Gobernación, no concedió ni una sola visa en esta situación de emergencia que nos copaba. Tan solo, gracias a Patricia, fueron concedidas 300 visas para ingresar en el Canadá. Solamente ellos escucharon.

En el Círculo Cubano hicimos acopio de alimentos y artículos de primera necesidad para hacerlos llegar a nuestros compatriotas a través de la Embajada del Perú en Ciudad México. El propio Embajador peruano con quien nos reunimos, tuvo dificultades con el envío, pero finalmente por medio de Aerolíneas Peruanas hizo llegar el auxilio a las carpas en las afueras de Lima donde se albergaban los refugiados.

El grueso de los cubanos, hasta 125,000 personas, salió por el puerto del Mariel, situado al oeste de la ciudad de La Habana después de haber pasado por amenazas, agresiones, vejaciones y angustias. En el litoral conocido como la Playa de Mosquitos pasaron días en condiciones precarias hasta que fueron partiendo en lanchas, barquitos y yates camino a los Estados Unidos con las manos vacías y el alma en vilo, pero queriendo vivir en libertad. Miles de niños sufrieron esa zozobra con sus padres. Muchos viejitos también. Castro incluyó arbitrariamente unos cinco mil delincuentes y extraviados mentales que sacó de cárceles y asilos.

Tuve el gusto de tener como alumnos/as de secundaria a las últimas criaturitas que salieron por el Mariel cuando tenían uno y dos años. Fueron los últimos que se graduaron en la escuela pública norteamericana y pertenecen a este período de la historia cubana.

Para recordar dignamente a los que vinieron, a los que quedaron en las aguas del mar de las Antillas y a los guardacostas que apoyaron el ingreso en esta gran nación, el Instituto San Carlos de Cayo Hueso hace una Convocatoria a todos los cubanos a unirse en Cayo Hueso el próximo sábado 16 de abril. De diversos puntos de la ciudad de Miami saldrán los autobuses. A partir de las dos de la tarde comenzarán las actividades en el San Carlos con la presentación del libro de Mirta Ojito, Encontrando el Mañana, narración de su salida de Cuba por el puente del Mariel. Se presentará un documental del éxodo y una exhibición de pintura por 25 artistas del Mariel . A las 5.30 P.M., el público se trasladará al histórico muelle por donde atracaron las embarcaciones. Allí se hará entrega al Servicio de Guardacostas la Medalla de Excelencia Nacional Cubana del Instituto San Carlos y se lanzará al agua una ofrenda floral como tributo a los miles de cubanos que perecieron en el Estrecho de la Florida a través de los años . El acto terminará con una breve nota musical. Reservaciones: 305-441-0626 y 305-579-9000.

 

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