PRENSA INTERNACIONAL
Abril 6, 2005
 

Un duelo pontificio diferente

Pablo Alfonso. El Nuevo Herald, 6 de abril de 2005.

Desde que asumió el poder a principios de la segunda mitad del siglo pasado, el dictador cubano Fidel Castro ha visto desfilar ya por la Silla de San Pedro en el Vaticano a cuatro Pontífices: Juan XXIII (1963), Pablo VI (1978), Juan Pablo I (1978) y Juan Pablo II (2005). A ninguno, sin embargo, la dictadura castrista le rindió el reconocimiento oficial conferido ahora a Su Santidad Juan Pablo II.

En su carácter de Presidente de los Consejos de Estado y Ministros de Cuba, Castro decretó el pasado sábado tres días de duelo oficial por la muerte del Papa. La medida dispuso que ''la Bandera Nacional se ice a media asta en los edificios públicos e instituciones militares durante los días tres, cuatro y cinco de abril''. El decreto, ademas, encargó a "los Ministros de Relaciones Exteriores y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias ... del cumplimiento de lo dispuesto''.

En una Nota Oficial, publicada en Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, aclaró que "se ha decidido suspender durante el periodo de duelo oficial decretado por el Consejo de Estado la celebración de actividades festivas. Ello incluye la posposición, entre otros, de los festejos por el aniversario de la Organización de Pioneros José Martí y la Unión de Jóvenes Comunistas, y los juegos correspondientes a la gran final de la XLIV Serie Nacional de Béisbol por la muerte de Juan Pablo II''.

La misma tarde que se conoció la noticia de la muerte del Papa, Castro dirigió una carta al cardenal Eduardo Martínez Somalo, Camarlengo del Vaticano, para expresarle "las más sentidas condolencias del pueblo y el gobierno cubanos''.

''La visita del Sumo Pontífice a Cuba quedará grabada en la memoria de nuestra nación como un momento trascendental en las relaciones entre el Estado Vaticano y la República de Cuba'', afirmó Castro en su misiva.

El lunes por la noche, Castro, acompañado de un numeroso séquito gubernamental, asistió en primera fila a la Misa Solemne en honor al Papa, concelebrada en la Catedral de La Habana por el cardenal Jaime Ortega Alamino y el Nuncio Apostólico del Vaticano en Cuba, monseñor Luigi Bonazzi.

Horas antes se había presentado en la Nunciatura del Vaticano, acompañado de su hermano y sucesor, Raúl Castro, ministro de las Fuerzas Armadas, para firmar el libro de condolencias abierto en esa sede.

La edición de ayer de Granma dejó constancia de la visita, con sendas fotos a todo color publicadas en su primera plana. El diario publicó el texto íntegro del mensaje firmado por Castro en el que califica de ''inolvidable amigo'' al Papa.

''Fueron vanos los esfuerzos de quienes quisieron usar tu prestigio y tu enorme autoridad espiritual contra la causa justa de nuestro pueblo en su lucha frente al gigantesco imperio'', escribió Castro. "Dijiste antes de regresar a Roma que las medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país eran injustas y éticamente inaceptables. Eso te ganó para siempre la gratitud y el cariño de todos los cubanos, que hoy te rendimos merecido tributo''.

Mucho más escueto y protocolar, con menos habilidad política, fue el mensaje del sucesor designado: "Juan Pablo II, su Santidad, clamó por los pobres. Luchó por la paz. Lo recordaremos siempre con respeto y profunda amistad''.

El mensaje de Raúl parece escrito con el mismo estilo en que, en circunstancias semejantes, funcionarios de la dictadura, siguiendo el protocolo diplomático, firmaron también el libro de condolencias de Pablo VI y Juan Pablo I, en 1978, según el Granma de aquellos días de 1978. El Papa Juan XXIII, quien murió el 3 de junio de 1963, en el momento más álgido de la represión religiosa en Cuba no tuvo ni siquiera esas consideraciones.

Algunos analistas y comentaristas políticos, siempre a la caza de señales aperturistas de la dictadura castrista, se preguntan por el significado de este reconocimiento a Juan Pablo II. Alegan que esto es resultado de los cambios que se están operando en Cuba.

Creo que las razones de este reconocimiento hay que buscarlas en otro contexto. Habría que comenzar diciendo que además de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el Papa es también el Jefe de Estado del Vaticano, con quien como recuerda el Decreto gubernamental cubano, Cuba "mantiene relaciones diplomáticas ininterrumpidamente desde 1935''.

Un Papa que, además, es el único que ha visitado a Cuba, y que calificó de ''injustas y éticamente inaceptables'' las medidas económicas restrictivas impuestas a la isla.

Claro que, en ese mismo viaje, y en más de una ocasión, Juan Pablo II abogó por el respeto de los derechos humanos, la libertad religiosa, la enseñanza religiosa, la libertad de expresión y otras cosas más a las que tiene derecho el pueblo cubano, pero nada de eso parece estar en el recuerdo del régimen.

A propósito de libertad de expresión, el canciller cubano Felipe Pérez Roque dejó claro hasta dónde se controlan esas libertades en Cuba, durante una conferencia de prensa convocada el sábado con motivo de la muerte del Papa.

''Informamos también que todas las actividades relacionadas con los funerales tendrán amplia cobertura en nuestro país'', una afirmación que parecería innecesaria en cualquier país democrático.

Ojalá que este reconocimiento gubernamental no se limite sólo a los aspectos de las relaciones diplomáticas entre Cuba y el Vaticano, sino que la comprensión y el diálogo se concreten en las relaciones Iglesia-Estado en la isla, algo muy diferente, y que mantiene desde hace décadas una amplia agenda pendiente.

palfonso@herald.com

 

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