¿Se acabó el lavado
de dinero?
Ernesto F. Betancourt, El
Nuevo Herald, 2 de abril de 2005.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) acaba
de emitir su informe sobre remesas a América
Latina en el 2004 y decidió no incluir
a Cuba. Quien me llamó, solicitó
no comentara las razones que me dio. Por tanto,
me limito a dejar constancia de que ya el BID
no encubre el lavado de dinero de Castro. Buena
noticia, aunque parece que ese encubrimiento ya
es superfluo.
El escándalo del lavado de dinero se inició
con la revelación de los 3,900 millones
de dólares en efectivo que depositara Castro
en el banco Union des Banques Suisses (UBS) de
Suiza durante siete años. Esto motivó
una multa de cien millones de dólares de
la Reserva Federal de NY a dicho banco por violación
de contrato.
En las audiencias del Comité de Banca
del Senado, el 20 de mayo de 2004, el Sr. Richard
Newcomb, a la sazón director de la OFAC,
Oficina de Control de Activos Financieros de la
Tesorería de EEUU, entidad responsable
de hacer cumplir el embargo a Cuba, presentó
un breve y patético informe de dos páginas.
No tenía nada que decir porque por siete
años la UBS lo había engañado.
Un lacónico comunicado de prensa de la
Tesorería anunció, en septiembre
de 2004, que había sido reemplazado en
el cargo.
Hablando en febrero de 2005 ante la Asociación
de Banqueros de la Florida, Juan Carlos Zárate,
secretario adjunto de la Tesorería sobre
Financiación del Terrorismo y Crímenes
Financieros, hizo referencia al caso UBS, pero
limitado a la multa por violación del contrato.
En una entrevista en El Nuevo Herald, en julio,
había hecho referencia a una investigación
iniciada en las cortes de Nueva York. Pero en
ningún comunicado de prensa de la Tesorería
o del FinCEN, sigla de la red establecida para
hacer cumplir las reglas contra el crimen financiero,
ni en comunicaciones con voceros de la Tesorería,
ha sido posible obtener información sobre
acción alguna tomada ante un caso tan flagrante
de lavado de dinero: 3,900 millones de depósitos
en efectivo. ¿Será que la cuantiosa
multa era un acuerdo entre banqueros para cerrar
el asunto y echarle tierra al crimen financiero
cometido? ¿O será la influencia
de UBS a través de su VP en EEUU, Phil
Gramm, antiguo senador republicano por Texas?
¿Habrá una política de silencio
sobre los crímenes financieros de Castro
y UBS? Ciertamente, no la hay sobre los de Pinochet
y el banco Riggs.
Los congresistas cubanoamericanos de la Florida
se interesaron en el asunto desde el principio.
Y, uno de ellos, la congresista Ileana Ros-Lehtinen,
en carta del 29 de octubre de 2004, envió
al secretario del Tesoro una lista de ocho bancos
a través del mundo donde entendía
se habían realizado depósitos en
efectivo similares a los de UBS. Esto hacía
aún menos factible la explicación
que dio Granma. Me explico.
La revelación del escándalo tuvo
lugar en esta columna el 5 de junio de 2004. El
día 8, el Granma, en una Nota Informativa,
tildó de ''infamia repugnante'' lo revelado
en esa columna, argumentando que el efectivo depositado
resultaba de las remesas de emigrantes y los ingresos
por turismo. Pero la mayoría de las remesas
van por giros, o por medios electrónicos,
sólo una pequeña parte va en efectivo.
Y los turistas compran paquetes a través
de agencias de viajes, pagados con cheques o tarjetas
de crédito.
Pero el escándalo de UBS desató
algo muy dañino a los intereses financieros
de Castro. El 22 de octubre de 2004 el GAFI, Grupo
de Acción Financiera Internacional, radicado
en París, ente coordinador de las acciones
contra el lavado de dinero y el financiamiento
del terrorismo, emitió su Resolución
IX que obliga a los bancos internacionales a solicitar
información de sus clientes que hacen depósitos
en efectivo. Tres días después,
el 25, el Banco Central de Cuba, emitió
su Resolución 80 poniendo fin a la libre
circulación de los billetes de dólar,
la moneda de los traficantes, en la isla.
En su larga presentación el 25 de octubre,
Castro, como hace siempre, trató de poner
la mejor cara al revés sufrido. Dio el
remoquete de ''soberanía monetaria'' a
las medidas tomadas. Con los recientes acuerdos
13 y 15 del Comité de Política Monetaria
del Banco Central acaba de expandir el uso propagandístico
de la adversidad, aumentando las tasas de cambio
del peso de 26 a 24 por dólar y del peso
convertible, chavito, a 1.08 por dólar.
Esto ni es ''soberanía monetaria'' ni mejora
en la economía, señores, sino una
confiscación más a los cubanos de
ultramar y a sus familiares en Cuba, así
como un aumento modesto en los paquetes de turismo
en dólares.
Desafortunadamente, el GAFI, al igual que la
Tesorería de EEUU, se niega a hablar sobre
el lavado de dinero por Castro, aunque sí
lo hace sobre el de otros. Con ello le dejan el
terreno libre para manipular la opinión
pública a su antojo. Pero, diga lo que
diga, parece que a Castro se le acabó el
negocio de lavado de dinero revelado por el escándalo
de UBS. En ese caso, el encubrimiento del BID
ya no le hará falta.
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