Jueces
ofuscados
Daniel Morcate, El
Nuevo Herald, 19 de agosto de 2005.
Es una suprema ironía que una corte federal
de apelaciones haya anulado el proceso judicial
contra cinco espías castristas alegando
prejuicios en la comunidad donde se celebró.
La ironía estriba en que el fallo anulatorio
que emitió la Oncena Corte de Apelaciones
de Atlanta contiene muchos más prejuicios
hacia la comunidad cubanoamericana que los que
a ella le critica. De hecho, por primera vez en
la historia, la decisión traslada al plano
judicial la ojeriza y el resentimiento de ciertos
sectores norteamericanos a los exiliados cubanos.
Esas bajas pasiones anticubanas hace tiempo proliferan
en las universidades y en los grupos políticos
que han simpatizado, o simpatizan todavía,
con las dictaduras totalitarias. Ahora ya sabemos
que también han encontrado al menos un
nicho en el ámbito judicial, donde muchos
esperaban, no sin cierta ingenuidad, mayor ecuanimidad.
O menos apasionamiento.
Al anular el juicio y el veredicto de culpabilidad,
los tres jueces que integraron el panel de apelaciones
ignoraron olímpicamente que ni un solo
miembro del jurado del caso era de origen cubano.
Esta calculada exclusión en una comunidad
donde los cubanos y sus descendientes forman la
cuarta parte de la población denota más
bien un prejuicio, de dudosa legalidad por cierto,
que favoreció a la defensa. Los magistrados
también ignoraron la imparcialidad fundamental
con que la corte federal de Miami manejó
otros aspectos del proceso. La corte, por ejemplo,
dio luz verde a la estrecha colaboración
entre los abogados de la defensa y el régimen
de Fidel Castro, un gobierno ilegítimo
que vive del odio a la sociedad norteamericana,
incluyendo sus instituciones judiciales.
Los jueces en parte basaron su patética
decisión en que el juicio a los espías
había coincidido con una época de
fuertes sentimientos anticastristas en el Gran
Miami debido al proceso que culminó con
la deportación a Cuba de Elián González.
Pero lo cierto es que, en aquellos momentos, las
encuestas sugerían que sólo los
cubanoamericanos apoyaban en forma abrumadora
la concesión de asilo político al
niño balsero. Los blancos no hispanos y
los afroamericanos mayoritariamente respaldaban
su devolución a la isla y los pasos que
daba el gobierno del presidente Bill Clinton para
propiciarla. Los hispanos no cubanos estaban divididos.
El jurado del juicio a los espías se formó
con representantes de estos últimos grupos
étnicos. Por consiguiente, de acuerdo a
sus propios razonamientos simplistas, los jueces
de apelaciones debieron haber concluido que, durante
el juicio, en nuestra comunidad prevalecieron
los sentimientos procastristas y no los contrarios.
Más que el mérito de los abogados
defensores, la anulación del fallo y las
condenas denota el tesón con que el régimen
de Castro está trabajando en el caso de
los espías. La Habana no se da por enterada
de que la mayoría de los encartados en
este proceso se declararon culpables hace tiempo.
Sólo reconoce la existencia de los cinco
que fueron a juicio. Y los ha convertido en una
de esas seudocausas emblemáticas con las
que tradicionalmente desvía la atención
de cubanos y extranjeros de su ineptitud y envilecimiento.
A los infelices familiares de los espías
los ha transformado en plañideras que envía
de país en país a llorar la falsa
inocencia de los acusados. E incluso manipuló
a un oscuro panel de Naciones Unidas para que
declarara ''arbitraria'' su detención.
Pero sin duda la mayor manipulación que
del caso ha hecho el régimen hasta ahora
es la que produjo la anulación del juicio
y las condenas carcelarias. La dictadura cubana,
indirectamente, a través de terceros, logró
ofuscar y sacarles los prejuicios contra los exiliados
a tres jueces federales. Soy consciente de que
esta conclusión va a resultar impopular
e incluso ofensiva entre esos magistrados, si
es que alguna vez llegan a leer este comentario.
Pero confío en que cualquier decepción
que les causen mis opiniones se vea mitigada por
el reconocimiento de que vivimos en un país
libre donde, inclusive a ciertos magistrados federales,
podemos llamarles racistas solapados.
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