La
realidad puede más que el discurso
Alejandro Gomez, El
Nuevo Herald, 31 de julio de 2005.
El tráfico de noticias en el mundo es
de norte a sur. Salvo las excepciones españolas
de El País y la agencia EFE, la visión
de lo que sucede no se transmite desde el mundo
industrializado en castellano. No es culpa de
quienes lo hacen, sino de quienes no lo hicieron
en el sur del mundo.
Las empresas periodísticas de América
Latina no invirtieron nunca seriamente en la creación
de agencias de noticias o cadenas informativas.
Por ese hueco entró primero la cubana Prensa
Latina y ahora Telesur.
Prensa Latina contó en su momento con
plumas brillantes, como las Mario Vargas Llosa,
Gabriel García Márquez y Plinio
Apuleyo Mendoza.
Pero, cuando la rigidez doctrinaria comenzó
a penetrar en la agencia, los mejores redactores
se marcharon y quedaron sólo los propagandistas,
con la consiguiente falta de credibilidad.
Ahora, desde Venezuela se impulsa Telesur, una
estación de televisión donde se
asocian Argentina, Cuba, Venezuela y Uruguay.
La primera pregunta que surge es qué hacen
Argentina y Uruguay asociadas a Venezuela y Cuba
en un proyecto de comunicación, con socios
que no creen ni en el pluralismo ni en la libertad
de expresión.
Hay que decir que no necesariamente un medio
estatal es malo. Si cuenta con un marco jurídico
que lo ponga fuera del alcance del partido que
transitoriamente administra el Estado, puede llegar
a tener la credibilidad y el prestigio de la BBC
británica o la Voz de Alemania.
Todo indica que no es el caso de Telesur, un
medio que probablemente siga el rumbo del Aló
Presidente de Chávez o las interminables
Mesas Redondas de Fidel Castro, con lo que está
casi asegurada la falta de atención de
un público que, salvo en Cuba, está
acostumbrado a la cantidad de oferta y la velocidad
de la televisión por cable.
Más válida que la preocupación
por emitir una señal de dudosa eficacia
hacia Venezuela, se deberían poner manos
a la obra para trabajar contra la Ley Mordaza
que Chávez y su dictadura del número
le pusieron a la prensa venezolana.
Tras la muerte de Francisco Franco, cuando España
debatía la Constitución de la transición
democrática, el diario El País dijo
sabiamente que ``la mejor ley de prensa es la
que no existe''.
En el mundo de nuestros días, globalizado
y plural, el adjetivo final lo pone el lector
y el televidente.
Pensar que se puede adoctrinar masivamente al
continente con una o diez estaciones de televisión
es subestimar a una ciudadanía cada vez
más exigente con su prensa y con su clase
política.
Desde hace casi cincuenta años, la población
de Cuba recibe un mensaje único que insiste
en las virturdes del comandante en jefe, la generosidad
de la revolución y lo promisorio del futuro.
Sin embargo, son pocos los cubanos que no piensen
la mayor parte del tiempo cómo pueden marcharse
del paraíso que les pintan los medios oficiales.
El discurso mediático choca, antes o después,
con la realidad. El nuevo juguete de Chávez
y Castro será efectivo para reforzar las
opiniones de la minoría que todavía
los sigue. Para quienes aspiran a mejorar su vida
a través del trabajo y respetan la libertad,
el mensaje de Telesur no será subversivo,
sino algo mucho peor en un medio de comunicación:
ser irremediablemente aburrido.
agomez@herald.com
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