PRENSA INTERNACIONAL
Agosto 2, 2005
 

La realidad puede más que el discurso

Alejandro Gomez, El Nuevo Herald, 31 de julio de 2005.

El tráfico de noticias en el mundo es de norte a sur. Salvo las excepciones españolas de El País y la agencia EFE, la visión de lo que sucede no se transmite desde el mundo industrializado en castellano. No es culpa de quienes lo hacen, sino de quienes no lo hicieron en el sur del mundo.

Las empresas periodísticas de América Latina no invirtieron nunca seriamente en la creación de agencias de noticias o cadenas informativas. Por ese hueco entró primero la cubana Prensa Latina y ahora Telesur.

Prensa Latina contó en su momento con plumas brillantes, como las Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza.

Pero, cuando la rigidez doctrinaria comenzó a penetrar en la agencia, los mejores redactores se marcharon y quedaron sólo los propagandistas, con la consiguiente falta de credibilidad.

Ahora, desde Venezuela se impulsa Telesur, una estación de televisión donde se asocian Argentina, Cuba, Venezuela y Uruguay. La primera pregunta que surge es qué hacen Argentina y Uruguay asociadas a Venezuela y Cuba en un proyecto de comunicación, con socios que no creen ni en el pluralismo ni en la libertad de expresión.

Hay que decir que no necesariamente un medio estatal es malo. Si cuenta con un marco jurídico que lo ponga fuera del alcance del partido que transitoriamente administra el Estado, puede llegar a tener la credibilidad y el prestigio de la BBC británica o la Voz de Alemania.

Todo indica que no es el caso de Telesur, un medio que probablemente siga el rumbo del Aló Presidente de Chávez o las interminables Mesas Redondas de Fidel Castro, con lo que está casi asegurada la falta de atención de un público que, salvo en Cuba, está acostumbrado a la cantidad de oferta y la velocidad de la televisión por cable.

Más válida que la preocupación por emitir una señal de dudosa eficacia hacia Venezuela, se deberían poner manos a la obra para trabajar contra la Ley Mordaza que Chávez y su dictadura del número le pusieron a la prensa venezolana.

Tras la muerte de Francisco Franco, cuando España debatía la Constitución de la transición democrática, el diario El País dijo sabiamente que ``la mejor ley de prensa es la que no existe''.

En el mundo de nuestros días, globalizado y plural, el adjetivo final lo pone el lector y el televidente.

Pensar que se puede adoctrinar masivamente al continente con una o diez estaciones de televisión es subestimar a una ciudadanía cada vez más exigente con su prensa y con su clase política.

Desde hace casi cincuenta años, la población de Cuba recibe un mensaje único que insiste en las virturdes del comandante en jefe, la generosidad de la revolución y lo promisorio del futuro. Sin embargo, son pocos los cubanos que no piensen la mayor parte del tiempo cómo pueden marcharse del paraíso que les pintan los medios oficiales.

El discurso mediático choca, antes o después, con la realidad. El nuevo juguete de Chávez y Castro será efectivo para reforzar las opiniones de la minoría que todavía los sigue. Para quienes aspiran a mejorar su vida a través del trabajo y respetan la libertad, el mensaje de Telesur no será subversivo, sino algo mucho peor en un medio de comunicación: ser irremediablemente aburrido.

agomez@herald.com 

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