Del
socialismo a marca capitalista El Che, cada vez
más mito y menos realidad
Por Alvaro Vargas Llosa, Para
La Nación,
1 de Agosto de 2005.
El siguiente texto es el primer
extracto de un artículo que LA NACION publicará
en cuatro entregas, en el cual el escritor peruano
-hijo de Mario Vargas Llosa- intenta desmitificar
la trayectoria de Ernesto Guevara, el Che (1928-1967),
el médico argentino que se convirtió
en un símbolo de la revolución comunista
en Cuba.
El Che Guevara, que hizo tanto (¿o fue
tan poco?) por destruir el capitalismo, se ha
convertido ahora en una marca quintaesencialmente
capitalista. Su imagen adorna jarros de café,
encendedores, llaveros, billeteras, gorras de
béisbol, sombreros, pañuelos, musculosas,
bolsos, jeans, té de hierbas y, por supuesto,
las omnipresentes remeras con la foto, tomada
por Alberto Korda, del ídolo socialista
con su boina durante los primeros años
de la revolución, cuando el Che apareció
por casualidad dentro del visor del fotógrafo
y que aún es, 38 años después
de su muerte, el logo del chic revolucionario
(¿o es capitalista?). Incluso hay un jabón
en polvo cuyo eslogan es: "Che lava más
blanco."
Los productos Che están comercializados
por grandes corporaciones y por empresas pequeñas,
como la Burlington Coat Factory, que hizo una
publicidad de TV en la que aparece un joven con
pantalones de fajina y una remera del Che, o la
Boutique Flamingo, de Union City, Nueva Jersey,
cuyo dueño respondió al enojo de
los exiliados cubanos locales con este devastador
argumento: "Vendo cualquier cosa que la gente
quiera comprar."
Los revolucionarios también se suman a
este furor comercial, desde "The Che Store",
que ofrece "todas tus necesidades revolucionarias"
por Internet, hasta el escritor italiano Gianni
Minà, quien vendió a Robert Redford
los derechos cinematográficos del diario
del Che sobre su viaje juvenil por Sudamérica
en 1952, a cambio de que se le diera acceso al
rodaje del film "Diarios de motocicleta",
para que Minà pudiera producir su propio
documental.
Por no hablar de Alberto Granado, quien acompañó
al Che en su viaje de juventud y asesora hoy a
documentalistas, y que ahora, según El
País, se queja de que el embargo estadounidense
a Cuba le dificulta mucho el cobro de sus regalías.
Para dar aún más fuerza a la ironía,
el edificio donde nació Guevara, en Rosario,
una espléndida construcción de principios
del siglo XX, estuvo hasta hace poco ocupado por
el fondo de jubilaciones privadas AFJP Máxima,
un hijo de la privatización de la seguridad
social en la Argentina.
La metamorfosis del Che Guevara en una marca
capitalista no es nueva, pero recientemente ha
experimentado una reactivación? Una reactivación
especialmente notable, ya que aparece años
después del colapso político e ideológico
de todo lo que Guevara representaba.
Esta imprevista reanimación se debe en
gran parte a "Diarios de motocicleta",
la película producida por Robert Redford
y dirigida por Walter Salles (uno de los tres
films más importantes rodados o en proceso
de filmación durante los últimos
dos años).
Bellamente filmada en paisajes que evidentemente
han escapado a los efectos corrosivos de la polución
capitalista, la película muestra al joven
en su viaje de autodescubrimiento, mientras su
incipiente conciencia social se enfrenta a la
explotación social y económica,
preparando así el terreno para la reinvención
New Wave del hombre al que Sartre una vez llamó
el ser humano más completo de nuestra época.
Pero para ser más preciso, el actual renacimiento
del Che empezó en 1997, con el trigésimo
aniversario de su muerte, cuando cinco biografías
de Guevara llegaron a las librerías y se
descubrieron sus restos mortales cerca de una
pista de aterrizaje del aeropuerto boliviano de
Vallegrande, después de que un general
retirado boliviano, con un espectacular sentido
de la oportunidad, revelara el lugar exacto de
la sepultura. El aniversario volvió a concentrar
la atención en la famosa foto de Freddy
Alborta, donde el cadáver del Che se ve
tendido sobre una mesa, escorzado y muerto y romántico,
con la apariencia del Cristo en una pintura de
Mantegna.
"No sé por qué"
Es habitual que los seguidores de un culto no
conozcan la historia de la vida real de su héroe,
la verdad histórica. No resulta sorprendente
que los seguidores contemporáneos de Guevara,
sus admiradores poscomunistas, también
se engañen a sí mismos aferrándose
a un mito? Excepto los jóvenes argentinos
que han creado una expresión que rima perfectamente
en castellano: "Tengo una remera del Che
y no sé por qué."
Consideremos algunas de las personas que recientemente
han esgrimido o invocado la imagen de Guevara
como modelo de justicia y rebelión ante
el abuso de poder. En el Líbano, los manifestantes
que protestaban contra Siria ante la tumba del
ex primer ministro Rafik Hariri enarbolaban la
imagen del Che.
Thierry Henry, un jugador de fútbol francés
que juega para Arsenal, en Inglaterra, se presentó
en una fiesta de gala organizada por la FIFA,
la institución mundial del fútbol,
con una remera roja y negra con la imagen del
Che.
En una reseña reciente aparecida en The
New York Times, sobre "Land of the Dead",
de George Romero, Manohla Dargis señaló
que "el mayor shock que esto provoca probablemente
sea la transformación de un zombi negro
en un justo líder revolucionario"
y agregó: "Supongo que, después
de todo, el Che realmente vive".
Maradona exhibió el emblemático
tatuaje del Che en su brazo derecho durante un
viaje a Venezuela, donde se reunió con
Hugo Chávez.
En Stavropol, en el sur de Rusia, los manifestantes
que denunciaban pagos en efectivo a cambio de
concesiones de asistencia social, tomaron la plaza
central enarbolando estandartes del Che.
En San Francisco, City Lights Books, la legendaria
cuna de la literatura beat, ofrece a sus visitantes
una sección dedicada a América latina
en la que la mitad de los estantes están
ocupados por libros del Che.
José Luis Montoya, un oficial de la policía
mexicana que combate el narcotráfico, usa
una muñequera del Che, porque lo hace sentir
más fuerte.
En el campamento de refugiados de Dheisheh, en
Cisjordania, los pósteres del Che adornan
un muro que rinde tributo a la Intifada.
Una revista dominical dedicada a la vida social
en Sydney, Australia, publica la lista de los
tres invitados más deseados para una cena:
Alvar Aalto, Richard Branson y el Che Guevara.
Leung Kwok-hung, el rebelde electo como miembro
del Consejo Legislativo de Hong Kong, desafía
a Pekín usando una remera del Che.
En Brasil, Frei Betto, el asesor del presidente
Lula da Silva que está a cargo del publicitado
programa Hambre Cero, dice que "deberíamos
haberle prestado menos atención a Trotsky
y mucha más al Che Guevara".
Y en la ceremonia de los premios Oscar de este
año, Carlos Santana y Antonio Banderas
interpretaron la canción de "Diarios
de motocicleta", y Santana se presentó
luciendo la remera del Che y un crucifijo.
Las manifestaciones del nuevo culto al Che están
en todos lados. Una vez más, el mito provoca
el entusiasmo de gente cuyas causas, en su mayoría,
representan exactamente lo opuesto a lo que era
Guevara.
Ningún hombre carece de cualidades que
lo redimen. En el caso del Che Guevara, esas cualidades
pueden ayudarnos a medir la magnitud del abismo
que separa la realidad del mito. Su honestidad
(más bien, su honestidad parcial) hizo
que dejara testimonio escrito de sus crueldades,
incluyendo cosas verdaderamente feas, pero no
las más feas. Su valor -que Castro describió
como "su manera, en cada momento difícil
y peligroso, de hacer las cosas más difíciles
y peligrosas"- significó que no vivió
para hacerse plenamente responsable del infierno
de Cuba.
El mito puede decirnos tanto sobre una época
como la verdad. Y, por eso, gracias a los testimonios
del propio Che acerca de sus ideas y sus acciones,
y gracias también a su prematura desaparición,
podemos saber exactamente cuán engañados
están tantos de nuestros contemporáneos
con respecto a tantas cosas.
Traducción de Mirta Rosenberg.
Mañana: El Che Guevara,
la máquina de matar.
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