Maradona
en Cuba
Carlos A. Rosales, El
Nuevo Herald, 28 de septiembre de 2004.
San Salvador -- Ahora ya sabemos por qué
Diego Armando Maradona ha insistido tanto en regresar
a Cuba. Las imágenes publicadas recientemente
por un periódico mexicano explican elocuentemente
el motivo de la curiosa fijación del astro
argentino con la isla caribeña.
La prensa mundial ha retomado las escandalosas
revelaciones publicadas por el diario Récord
que muestran la estampa más triste de la
drogadicción. Las imágenes muestran
a el Pelusa consumiendo droga en la mismísima
clínica de rehabilitación que su
''amigo'', Fidel Castro, había hecho disponible
para su tratamiento.
Es cosa de sentido común asumir que lo
que ocurre en un centro de rehabilitación,
sobre todo en una dictadura, sucede con el conocimiento
y consentimiento de sus autoridades. Aquí
no se trata de que un enfermo cualquiera se esconda
en una esquina de su habitación y haga
algo indebido. Se trata de un paciente famoso
que, en compañía de varios amigotes
y de su joven ''novia'', organizaba en su cuarto
bacanales con drogas, sexo y cámaras videográficas.
El arribo de Maradona a Cuba en 2000, buscando
tratamiento médico para superar su adicción
a las drogas, representó una esperanza
para su familia y millones de sus seguidores que
desean su completa recuperación. Sin embargo,
su permanencia en la isla ha sido también
un golazo olímpico de relaciones públicas
para los intereses propagandísticos del
régimen cubano.
Albergar en la isla a una de las estrellas más
brillantes del firmamento deportivo de todos los
tiempos, con el propósito ''desinteresado''
de brindarle atención médica para
su enfermedad, es una oportunidad de oro para
lavar el rostro inmundo del régimen totalitario
que allí impera. Sobre todo en los momentos
en que la dictadura desataba la peor redada represiva
de los últimos veinte años en contra
de la disidencia interna.
Es obvio que a Castro no le interesa la salud
de Maradona. Le interesa lo que la permanencia
del icono del deporte rey representa para el régimen.
Maradona en Cuba es el mensaje que Castro necesita
para suavizar la imagen de la cruel dictadura
que preside desde hace más de cuatro décadas.
Y, para ello, se vale de la triste historia del
ex futbolista argentino.
A Castro tampoco le conviene que Maradona se
cure. Sólo así puede prolongar la
permanencia del astro argentino en la isla. Por
eso es que Castro ha tomado un interés
personal en el Diego. Por eso es que lo tiene
como prisionero, a merced de la droga que, evidentemente,
le procura la clínica cuya responsabilidad
debería ser curarlo.
El fútbol es casi una religión
en gran parte del planeta y Maradona uno de sus
más grandes exponentes. Esa condición
lo convierte en un vocero de lujo a favor de cualquier
campaña de relaciones públicas.
Es por eso que la dictadura cubana busca tenerlo
y retenerlo como instrumento para sus objetivos
propagandísticos.
Así, y sin proponérselo, Maradona
es protagonista en una campaña de promoción
que hasta ahora ha dado resultados. En efecto,
Maradona se ha convertido en verdadero posterboy
de la revolución cubana, en efectivo apologista
del régimen y en ávido admirador
del dictador. Nada mal para un régimen
que, según Amnistía Internacional
y otras organizaciones que monitorean los derechos
humanos, una vez más figura en la lista
anual de las más sangrientas dictaduras
en el mundo.
En pocos años, el Pibe de Oro pasó
de la gloria futbolística a ser una víctima
más de la desalmada dictadura cubana que
ahora lo utiliza a su conveniencia. Tal vez lo
más triste es que su enfermedad no le permite
comprenderlo.
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