PRENSA INTERNACIONAL
Septiembre 24, 2004
 

Dictaduras y petróleo

Enrique Patterson, El Nuevo Herald, 23 de septiembre de 2004.

Apesar de las contadas excepciones, se observa una consistente regularidad entre la posesión de grandes reservas petroleras y la existencia de regímenes dictatoriales o altamente autoritarios. Los países más liberales del norte de Africa y el Medio Oriente: Túnez, Marruecos y Jordania (si los comparamos con sus vecinos árabes y magrebíes) no tienen significativos recursos petroleros; e Israel, carente de petróleo, es un país desarrollado y la única democracia del área.

Pereciera que México se escapa a esta tendencia, pero no creo que el PRI hubiera estado 75 años en el poder sin los recursos petroleros que le permitían al partido-estado enriquecer a sus líderes, repartir sinecuras, cooptar a intelectuales y financiar partidos opositores de mascarada. Si México pudo escapar de semejante cirscunstancia se debe a que el PRI también fomentó el desarrollo de instituciones que, presionadas por la sociedad, han hecho más a favor de la transición política mexicana que los propios partidos políticos, y a que las elites y la clase media mexicanas se afanan por acercarse, a pesar de la retórica nacionalista, a los estándares de desarrollo norteamericano y canadiense.

El factor petrolero es un ingrediente a considerar lo mismo a la hora de evaluar hasta cuándo podrá Chavez (el chavismo no existe como ideología política) mantenerse en el poder en Venezuela, como el castrismo en Cuba luego de la desaparición de Castro. El sistema de partidos, una sociedad civil aún fuerte y la existencia de una clase media que peligrosamente decrece están a favor de que el proyecto chavista no se extienda más allá de lo razonable. Los recursos petroleros y los altos precios del crudo apuntan hacia todo lo contrario. Chávez tratará que la clase media desaparezca al máximo mediante el empobrecimiento y la emigración, de modo que una sociedad empobrecida dependa cada día más de un estado fuerte e inmensamente rico. Necesita (como ocurrió en Cuba) reconvertir la mayor cantidad de ciudadanos en miembros indistintos de la masa, tanto como al castrismo le es imperioso impedir o limitar al máximo la reconversión hacia la conciencia ciudadana de miembros de la masa amorfa que aplaude al líder en público mientras le roba al estado y lo desprecia en privado. Pero el estado cubano, carente de recursos naturales codiciados por el mercado global no tiene, más allá de los discursos, riqueza suficiente para mantener a las masas satisfechas y silentes.

Podría pensarse al castrismo como una anomalía en la correlación entre dictaduras y petróleo. No del todo. El castrismo se las ha ingeniado siempre para buscarse un aliado de grandes recursos petroleros que le ayude a financiar la dictadura casi a cambio de nada. No puede entenderse la existencia del castrismo durante la guerra fría sin el subsidio soviético. El constante suministro de petróleo a precios por debajo del mercado mundial en cantidades por encima de las necesidades nacionales --posibilitando la reexportación a precios del mercado--, así como el resto de la ayuda en diferentes áreas de la economía, le permitían al régimen mantener beneficios sociales de una calidad superior a la que disfrutaban los propios ciudadanos soviéticos. Castro obtenía los recursos, si descontamos la ventaja estratégica de la posición geográfica de la isla, a cambio de una constante declaración pública de conversión ideológica que, en la práctica, no siempre respetó al pie de la letra. Nunca un imperio dio tantos recursos a cambio de palabras.

Reagan y Castro derrumbaron el imperio soviético al dejarlo sin fondos para competir en la carrera armamentista con Estados Unidos.

El castrismo ha encontrado un sustituto. Lo que explica que la tenue liberalización económica surgida a partir de 1994 en lugar de profundizada haya sido en parte cancelada. Aunque no en la dimensión del subsidio soviético, el castrismo ha encontrado en la Venezuela de Chávez al suministrador de petróleo cuasi gratuito. El modelo castrista no cambia en la medida en que cuente con un suministro de energía que le permita a la economía mantenerse en estado de agonía permanente.

Los soviéticos, al menos, regalaban petróleo a cambio de las alabanzas y genuflexiones de Castro; Chávez --mucho más estúpido-- suministra petróleo mientras él mismo hace las genuflexiones. La conciencia de esta debilidad de fondo ha lanzado al castrismo a la búsqueda de vetas petroleras semejantes a las mexicanas o venezolanas en las aguas del Caribe, pero aún no aparecen.

En la medida en que la oposición política venezolana logre salir democráticamente del chavismo estará ayudando a la democratización de Cuba. Pero si la estupidez de Chávez continúa en su afán de subvencionar al feneciente régimen castrista, llegará el momento en que la riqueza petrolera no será suficiente para mantener obedientes a las masas de ambos países. Al igual que con la ex URSS, Castro pudiera contribuir al desmoronamiento, por desangramiento económico, del régimen chavista.

De aparecer el apetecido petróleo en las aguas cubanas, entonces sí que una administración norteamericana de gatillo alegre, como la actual, pudiera encontrar idénticas razones para acabar con Castro mucho más fácil y rápido (no hay fanáticos religiosos ni combatientes suicidas en Cuba) que con Saddam Hussein.

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