Dictaduras
y petróleo
Enrique Patterson, El
Nuevo Herald, 23 de septiembre de 2004.
Apesar de las contadas excepciones, se observa
una consistente regularidad entre la posesión
de grandes reservas petroleras y la existencia
de regímenes dictatoriales o altamente
autoritarios. Los países más liberales
del norte de Africa y el Medio Oriente: Túnez,
Marruecos y Jordania (si los comparamos con sus
vecinos árabes y magrebíes) no tienen
significativos recursos petroleros; e Israel,
carente de petróleo, es un país
desarrollado y la única democracia del
área.
Pereciera que México se escapa a esta
tendencia, pero no creo que el PRI hubiera estado
75 años en el poder sin los recursos petroleros
que le permitían al partido-estado enriquecer
a sus líderes, repartir sinecuras, cooptar
a intelectuales y financiar partidos opositores
de mascarada. Si México pudo escapar de
semejante cirscunstancia se debe a que el PRI
también fomentó el desarrollo de
instituciones que, presionadas por la sociedad,
han hecho más a favor de la transición
política mexicana que los propios partidos
políticos, y a que las elites y la clase
media mexicanas se afanan por acercarse, a pesar
de la retórica nacionalista, a los estándares
de desarrollo norteamericano y canadiense.
El factor petrolero es un ingrediente a considerar
lo mismo a la hora de evaluar hasta cuándo
podrá Chavez (el chavismo no existe como
ideología política) mantenerse en
el poder en Venezuela, como el castrismo en Cuba
luego de la desaparición de Castro. El
sistema de partidos, una sociedad civil aún
fuerte y la existencia de una clase media que
peligrosamente decrece están a favor de
que el proyecto chavista no se extienda más
allá de lo razonable. Los recursos petroleros
y los altos precios del crudo apuntan hacia todo
lo contrario. Chávez tratará que
la clase media desaparezca al máximo mediante
el empobrecimiento y la emigración, de
modo que una sociedad empobrecida dependa cada
día más de un estado fuerte e inmensamente
rico. Necesita (como ocurrió en Cuba) reconvertir
la mayor cantidad de ciudadanos en miembros indistintos
de la masa, tanto como al castrismo le es imperioso
impedir o limitar al máximo la reconversión
hacia la conciencia ciudadana de miembros de la
masa amorfa que aplaude al líder en público
mientras le roba al estado y lo desprecia en privado.
Pero el estado cubano, carente de recursos naturales
codiciados por el mercado global no tiene, más
allá de los discursos, riqueza suficiente
para mantener a las masas satisfechas y silentes.
Podría pensarse al castrismo como una
anomalía en la correlación entre
dictaduras y petróleo. No del todo. El
castrismo se las ha ingeniado siempre para buscarse
un aliado de grandes recursos petroleros que le
ayude a financiar la dictadura casi a cambio de
nada. No puede entenderse la existencia del castrismo
durante la guerra fría sin el subsidio
soviético. El constante suministro de petróleo
a precios por debajo del mercado mundial en cantidades
por encima de las necesidades nacionales --posibilitando
la reexportación a precios del mercado--,
así como el resto de la ayuda en diferentes
áreas de la economía, le permitían
al régimen mantener beneficios sociales
de una calidad superior a la que disfrutaban los
propios ciudadanos soviéticos. Castro obtenía
los recursos, si descontamos la ventaja estratégica
de la posición geográfica de la
isla, a cambio de una constante declaración
pública de conversión ideológica
que, en la práctica, no siempre respetó
al pie de la letra. Nunca un imperio dio tantos
recursos a cambio de palabras.
Reagan y Castro derrumbaron el imperio soviético
al dejarlo sin fondos para competir en la carrera
armamentista con Estados Unidos.
El castrismo ha encontrado un sustituto. Lo que
explica que la tenue liberalización económica
surgida a partir de 1994 en lugar de profundizada
haya sido en parte cancelada. Aunque no en la
dimensión del subsidio soviético,
el castrismo ha encontrado en la Venezuela de
Chávez al suministrador de petróleo
cuasi gratuito. El modelo castrista no cambia
en la medida en que cuente con un suministro de
energía que le permita a la economía
mantenerse en estado de agonía permanente.
Los soviéticos, al menos, regalaban petróleo
a cambio de las alabanzas y genuflexiones de Castro;
Chávez --mucho más estúpido--
suministra petróleo mientras él
mismo hace las genuflexiones. La conciencia de
esta debilidad de fondo ha lanzado al castrismo
a la búsqueda de vetas petroleras semejantes
a las mexicanas o venezolanas en las aguas del
Caribe, pero aún no aparecen.
En la medida en que la oposición política
venezolana logre salir democráticamente
del chavismo estará ayudando a la democratización
de Cuba. Pero si la estupidez de Chávez
continúa en su afán de subvencionar
al feneciente régimen castrista, llegará
el momento en que la riqueza petrolera no será
suficiente para mantener obedientes a las masas
de ambos países. Al igual que con la ex
URSS, Castro pudiera contribuir al desmoronamiento,
por desangramiento económico, del régimen
chavista.
De aparecer el apetecido petróleo en las
aguas cubanas, entonces sí que una administración
norteamericana de gatillo alegre, como la actual,
pudiera encontrar idénticas razones para
acabar con Castro mucho más fácil
y rápido (no hay fanáticos religiosos
ni combatientes suicidas en Cuba) que con Saddam
Hussein.
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