PRENSA INTERNACIONAL
Septiembre 15, 2004
 

Una ardiente paciencia

Eliseo Alberto. La Crónica de Hoy. México, 14 de septiembre de 2004.

Hasta la primavera del 2003, Blanca Reyes Castañón no necesitaba mucho para ser feliz, apenas una libra de café, pero esa mañana de abril su vida se quebró en dos mitades: su esposo, el gran poeta cubano Raúl Rivero, fue detenido en su pequeño departamento de La Habana y, en relampagueante juicio, condenado a 20 años de privación de su soberana libertad. Antes de esa fecha, de ese tajo, Blanca había sido cajera de una agencia fúnebre, ama de casa, desempleada de tiempo completo y, por derechos de cama y corazón, la más cercana colaboradora de su marido en la pacífica defensa de la libertad de expresión en Cuba. Ella custodia sus versos. Por el imperdonable delito de pensar diferente, mi querido Raúl fue a dar un agujero de 6 metros cuadrados (lo comparte con otros dos prisioneros), 40 grados de temperatura y 93 de humedad, uno de los círculos más profundos de un infierno carcelario nombrado Canaleta, a 500 kilómetros de su nido habanero.

Hoy, Blanca Reyes es una guerrera que, en primerísimo lugar, lucha sin miedo por su amor, única batalla de su fervorosa existencia. Tanta pasión, sin embargo, la hace comportarse de una manera imprudente, demasiado audaz; sus amigos cercanos le reclamamos prudencia, por bien de una causa que también pudiera llevarla a la cárcel si rebasa los estrechos márgenes de tolerancia de las autoridades insulares. Una gota de roña basta para derramar el vaso. Pero Blanquita es como es: nos oye atenta, reconoce sus excesos, promete incluso hacernos caso, pero ante una nueva violación de los derechos del poeta, salta como una gata y lo defiende con las uñas. No se considera una intelectual ni un líder de los movimientos disidentes de la isla; sólo se sabe una mujer dispuesta a pelear sin descanso por la libertad de un hombre injustamente encarcelado. Tras cada incumplimiento, la quiero más: ella tiene lo que a muchos les falta: coraje y vergüenza.

En junio de este año, una denuncia de Blanquita desató una campaña mundial para conseguir que Raúl y sus compañeros de infortunio pudieran tener en su celda un ventilador giratorio. Le fue prohibido, hasta donde conozco. Un mes después, se aprendió de memoria las palabras que Raúl le dijera durante una visita a la penitenciaria y las hizo circular para que "no nos olvidáramos de él". Los amigos del poeta reconocemos su voz en el reclamo: "Me siento hostigado por la policía política. Tengo suficiente con ser prisionero del gobierno cubano para sentirme también como una especie de reo privado de la policía dentro de la misma prisión. Es una sensación rara, una doble condena. He aceptado con disciplina el rigor del sistema penitenciario cubano pero no tengo porqué aceptar el rigor de un carcelero privado. Este carcelero se hace llamar Alexei. A los presos comunes que conviven con nosotros los están instigando a ignorarnos bajo amenaza de castigarlos si no lo hacen; por consiguiente Pedro Pablo Álvarez y yo permanecemos sin casi poder hablar con nadie. Pero como dijo Rimbaud: estoy provisto de una paciencia ardiente".

Días atrás, Blanquita y familiares de Raúl volvieron a la carga: "Los castigos a los que se ha visto sometido (...) incluyen prohibiciones de entrega de medicinas imprescindibles para sus dolencias pulmonares y circulatorias y la prohibición de la visita conyugal. La presión permanente de uno de sus carceleros, con un nivel de ensañamiento diabólico que sólo puede ser obra de diseños superiores, para hacerle sufrir más aún el hecho de que la poesía esté encarcelada".

La semana pasada, recibí un correo firmado por Blanquita. Cito fragmentos: "Este 9 de septiembre las autoridades del penal le han informado acerca del diagnóstico médico a partir de las dolencias que ha presentado a lo largo de todo este tiempo (...) Enfisema pulmonar, tras haber sufrido dos bronconeumonías severas, provocadas por las duras condiciones carcelarias. (...)A todo eso y más, se viene a sumar ahora el acoso que sufre por parte de dos presos comunes que alegadamente tienen familiares en el gobierno, y que responden a los nombres de Eduardo Díaz y Carlos Cruz Seguí, quienes crean cizaña con otros reos comunes para crear conflictos y riñas entre estos y Raúl Rivero. (...) ¡Ayúdenme a liberar a mi esposo!".

Cuenta conmigo, terca y valiente Blanca Reyes Castañón. Dale un abrazo a Raúl, de mi parte. Dile que le guardo un tomo de las Poesías Completas de papá. Ellos se querían entrañablemente. Le entregaré el libro en propia mano, no sé cuándo ni dónde. ¿Para qué pido que te cuides, que seas prudente o precavida si, para salir de su laberinto, aún le quedan a tu Raúl siete mil días de soledad? Los quiero. Y cumplo.

laruedadentada@yahoo.com

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