PRENSA INTERNACIONAL
Noviembre 25, 2004
 

El elogio del necio

Por Jaime Campmany. ABC, España.

Está dicho hasta en los versos de los fabulistas, Samaniego, por ejemplo. "Si el sabio no aprueba, malo. Si el necio aplaude, peor". En las asignaturas de la democracia y de las sanas relaciones internacionales, Hugo Chávez, golpista y espolique de Fidel Castro, puede ser considerado como necio total, universal, definitivo. Sus aplausos de hoy a la España de Zapatero suenan como ofensas, y sus dicterios de ayer a la España de Aznar sonaban a ovaciones.

Tengo dicho que uno de los quebrantos políticos que sufre Rodríguez Zapatero es su inclinación hacia las malas compañías. Se pasea desde Fidel Castro a Hugo Chávez, en viajes de ida y vuelta. Nada bueno aprenderá del uno y bastante malo aprenderá del otro. Fidel Castro ha dicho muchas tonterías acerca de España, y en cambio presume de haberle dado libertad a un pueblo al que no deja salir libremente de la isla y al que encarcela en cuanto disiente de su política. Y Hugo Chávez ha venido a la "Madre Patria" a contraponer dos Españas en un ejercicio de estúpida imprudencia: la España "triste" de Aznar y la España "levantada" de Zapatero, admirable para él por ser una España antiamericana. Bueno, antiamericana, sí, pero levantada, menos. La Universidad Complutense le ha dado a Hugo Chávez una Medalla, se supone que de oro de buena ley. Digo que "se supone" porque aquí, dentro de poco, el oro será el que cagó el moro. A Fidel Castro se la dio el Senado, también de oro, y se la llevó a La Habana don José Federico de Carcamal. Los socialistas, en cuanto ven a un dictador de izquierdas, le ponen una Medalla de Oro, como si hubieran ganado en los Juegos Olímpicos la prueba de salto con pértiga o de lanzamiento de jabalina.

Anteanoche, caí de bruces (caer, si no es "de bruces", es como si no se cayera) en el programa de la primera cadena de TVE con Miguel Ángel Moratinos en el papel de estrella gubernamental. Cuando a Moratinos le hacen una pregunta de difícil o comprometida respuesta, no responde, pero sonríe. Sabe sonreír con beatitud arcangélica y se convierte en un serafín gordo que pronuncia mensajes celestes, inaprensibles. Practica la diplomacia del parlamento etéreo. Le preguntaron por las dificultades de las relaciones del Gobierno con los Estados Unidos y por las preferencias hacia regímenes como el de Venezuela y el de Cuba.

En ese momento, Moratinos abandonó el éter. Explicó que ahora, con el Gobierno de Zapatero, España dialoga con todos los países, y no sólo con unos cuantos, y que respetamos la decisión democrática del pueblo venezolano. Naturalmente, no hizo alusión a la "decisión democrática" del pueblo cubano, ni a las faltas de respeto de Zapatero a la decisión democrática del pueblo de Norteamérica. Dijo aquello, calló lo demás y entonces entró en la sonrisa de la beatitud seráfica. Este socialismo del que disfrutamos es muy amable. Dispone de un buen catálogo de sonrisas, dejando aparte a María Teresa Fernández de la Vega, que sonríe como quien araña. Y es que Zapatero tiene una sonrisa circunfleja, Moratinos tiene una sonrisa apaisada y Pepiño Blanco sonríe como un alevín de rodaballo.

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U, Madrid, 2004.

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