La libertad, el canto y el
embargo
Jorge Salazar-Carrillo, El
Nuevo Herald, 24 de marzo de 2004.
Cuando el filósofo empirista inglés
John Locke, padre del contrato social, proclamó
que los derechos inalienables del hombre eran
la vida, la libertad y la propiedad, jamás
pensó que serían la base de la Declaración
de independencia de las colonias americanas unos
70 años después de su muerte. Sólo
que en vez de ''la propiedad'', la sustituyeron
por "la búsqueda de la felicidad''.
Estos derechos naturales (humanos) fueron la
base de las declaraciones interamericanas y universales
de los mismos, propuestas por Cuba a través
de sus representantes Ernesto Dihigo y Guy Pérez
Cisneros (entre otros) y apoyadas fuertemente
por Eleanor Roosevelt, al finalizar la Segunda
Guerra Mundial. Es triste comprobar cómo
es en Cuba donde mayormente se conculcan, en nuestro
hemisferio, estos principios básicos del
derecho natural de las personas.
De las convenciones internacionales de derechos
humanos que sucedieron a las declaraciones mencionadas
anteriormente, Cuba no ha firmado las referentes
al status de los refugiados, al de los derechos
civiles y políticos y al de los derechos
económicos sociales y culturales. Los Reportes
sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, donde todo lo anterior
queda expuesto, ofrecen estadísticas desgarrantes
sobre la insensibilidad del gobierno cubano hacia
los derechos naturales de sus ciudadanos. Basados
en estadísticas nacionales, para el año
2001, esta publicación reporta una tasa
de desnutrición del 20 por ciento en la
isla, con 25 por ciento de los jóvenes
que no terminan el bachillerato.
Hace poco perdimos a Celia Cruz y a Compay Segundo.
Ellos son testigos por antonomasia de que en Cuba
no se puede ni cantar libremente. Tuvieron que
exponer su arte en el exterior. La azucarada Celia
desde muy temprano, después de ni siquiera
recibir permiso para asistir al entierro de su
madre en la isla, a principios de la década
de 1960. Y Compay después de décadas
de silencio enrollando tabaco y cortando pelo,
por sus comparecencias, películas y grabaciones
facilitadas por estadounidenses. A pesar de todas
las restricciones libertarias, las remesas en
especie más agradecidas por los cubanos,
son los videos, cintas y compactos musicales (prohibidos)
de Celia. La artista cubana más conocida
en el mundo por todos los tiempos recibió
un reportaje obscuro sobre su deceso, en el único
diario cubano, lo más escondido posible,
mientras que el mundo entero lloraba su muerte
en primera plana, después de largos e insólitos
funerales en Miami y Nueva York.
Resultó cierta la canción que entonaba
Fernando Albuerne desde Venezuela: El son se fue
de Cuba. Y nuestra querida Guarachera de Cuba,
y antes de Oriente, sólo pudo guarachar
en un pequeño pedacito guantanamero de
la isla donde priva la libertad americana en su
base naval. Pero desde Suecia hasta la Argentina,
pasando por Japón y regresando a Perú,
a través de Chile y Australia, para quedarse
un rato en España y retornar a Miami y
Nueva York, Celia Cruz dio a conocer universalmente
que la salsa era cubana.
En medio de la total podredumbre que existe en
Cuba, es difícil comprender cómo
las empresas capitalistas le hacen el juego con
desparpajo. Hace unos meses el Wall Street Journal
(WSJ) reportaba en su primera plana (en fecha
patria del 20 de mayo), que la empresa naviera
especializada en químicos líquidos,
Stolt-Nielsen, constituyendo por pulgadas (uno
por ciento) la segunda a nivel mundial en este
giro, estaba siendo investigada en instancia criminal
como violadora de embargos y bloqueos. La noticia
venía de Connecticut y específicamente
mencionaba que la firma, o sus empresas mixtas,
traficaban con Irán, Sudán y Cuba.
Y habían venido haciéndolo durante
las últimas dos décadas, utilizando
falsos documentos de carga, el uso de códigos
para los puertos sujetos a embargo, etc. Toda
la información provenía de la propia
empresa y sus empleados.
En esta ocasión la Oficina de Foreign
Assets Control (OFAC) del Departamento del Tesoro
de los Estados Unidos, trasladó el caso
al Departamento de Justicia. Generalmente la OFAC
impone multas y establece acuerdos con los transgresores,
sin darlos a la publicidad. Sólo en el
año 2000 hubo 1,544 de estos casos, siendo
60 referidos a las salas criminales.
Los documentos muestran que en 1992 la empresa
envió gasoil a Cienfuegos, usando el nom-de-guerre
Port Charlie, y a Santiago de Cuba (Port Delta)
en su barco nombrado Cóndor, que regresó
a Houston. El capitán de la nave, en sus
comunicaciones a tierra, se olvidó de los
códigos, siendo reprendido por sus jefes
en Greenwich, Connecticut. Unos meses antes el
WSJ había sugerido que Blockbuster tal
vez estaba implicado en el contrabando de videos
a Irak a través de Turquía, que
se había descubierto hacia comienzos del
nuevo milenio, a pesar del bloqueo entonces impuesto
por las Naciones Unidas a Saddam Hussein. Nada,
que a menos que la libre empresa se controle,
terminará perdiendo sus grados de libertad.
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