La envidia, Estados Unidos,
Malinche y la CIA
Reinaldo Bragado Bretaña.
Diario Las Américas, 17 de marzo de 2004.
Los imperios despiertan admiración y
envidia. Estados Unidos es un imperio desde hace
muchas décadas. Recuerdo que Vladimir Ilich
Lenin -uno de los envidiosos más destacados
de la historia- escribió en su manual El
imperialismo, fase superior del capitalismo, que
la entrada de Estados Unidos en la guerra de independencia
de Cuba constituye la primera guerra imperialista
de la historia, y la cataloga como la guerra hispano-cubana-americana.
Según Lenin, el imperio español
en retirada y despojado de su antigua gloria,
recibió el golpe de gracia del joven y
pujante imperio, Estados Unidos. No hay que aclarar
cuán equivocado en todo estaba Lenin, comenzando
por el título de su librito y terminando
por su momia, visitada por millones porque nadie
cree que ser humano tan monstruoso haya podido
existir. Además, no me trago que la momia
sea en realidad el cuerpo de Lenin. Después
de tantos años bajo la administración
marxista no me explico, con la notoria ineficiencia
de los comunistas en todos los órdenes
de la vida, que hayan logrado mantener la momia
sin que se pudriera. Me inclino más a creer
el famoso chiste donde se asegura que cada cierto
tiempo un ciudadano soviético, de extraordinario
parecido a con Lenin, desaparecía misteriosamente.
Sucedía que la KGB lo secuestraba, lo asesinaba
y lo embalsamaba durante la noche para que la
momia siguiera fresca (como el comunismo que ya
no existe) y en pie (como el Muro de Berlín
que ya se derrumbó).
Pero los envidiosos son escurridizos y presentan
sus críticas enmascaradas. Generalmente
las hacen contra una administración en
específico para que no parezca que son
contra Estados Unidos, sino contra determinados
políticos o funcionarios, o partidos. Ahora
le ha tocado el turno a George W. Bush. Y es lógico
que así suceda porque él es en estos
momentos la máxima cabeza del imperio,
algo así como el faraón del imperio
que, como dije antes, muchos -más bien
demasiados- envidian.
Recuerdo una rara jornada cuando trabajaba en
la redacción de un medio de prensa aquí
en Miami. El equipo estaba formado por personas
de diversos países, la mayoría de
América Latina y algunos españoles,
la minoría era cubana. En una ocasión
se produjo una acalorada discusión para
determinar si se le decía a los ciudadanos
de Estados Unidos americanos o estadounidenses.
Los ánimos se acaloraron y la balanza se
inclinaba a favor de la opción "estadounidense".
Un amigo mexicano defendía la variante
"estadounidense" con acentuada vehemencia.
Yo le pregunté si él creía
correcto que yo llamara a los mexicanos estadounidenses,
y alegué lo mismo que él: el nombre
del país es Estados Unidos de México.
El me respondió que no porque a los mexicanos
se les conocía en todo el mundo como mexicanos
y, por tanto, no había necesidad de cambiar
eso. Ahí pasé a preguntarle a un
español y a un argentino cómo se
decía en sus países cuando alguien
viajaba hacia Estados Unidos. Los dos me respondieron
que se decía: "viajo hacia América".
Creo que así se dice en casi todo el mundo.
Por alguna razón que no me explico en Cuba
siempre se dijo Estados Unidos, incluso antes
de 1959 y el triunfo de la barbarie. Mi amigo
mexicano cedió, pero sé que lo hizo
sólo porque era un caballero, pero que
interiormente no estaba de acuerdo.
La discusión continuó y, tras
una votación que no fue definitiva, la
balanza se inclinó de nuevo hacia la variante
"estadounidense". Ahí pedí
permiso para retirarme porque necesitaba tomar
mi café estadounidense sin azúcar
y sin crema y marcharme a la cita con el médico
en mi Cadillac estadounidense. Todos rieron al
escuchar cuán ridículo sonaba "café
estadounidense" y "Cadillac estadounidense"
y la cordura quiso que, tras otra votación,
se optara por usar la variante "americano".
Pero para entender el celo tan acentuado por
el gentilicio de Estados Unidos hay que buscar
la razón en la ideología. En realidad
no sé quién fue el primero en usar
el argumento, pero lo he escuchado en repetidas
ocasiones y, si no recuerdo mal, en boca del propio
dictador Fidel Castro: "los americanos nos
han robado hasta nombre". La reclamación
sobre el gentilicio de marras sólo indica
la resaca izquierdista del pobrecito que la enarbola.
Y no lo duden: izquierda en América Latina
es sinónimo de envidia al éxito
del "poderoso vecino del norte", otra
frase manida. Por ese camino ya se sabe que Estados
Unidos tiene la culpa de todo. ¿La trágica
muerte de Carlos Gardel? Pues claro: el avión
en que viajaba de seguro era de fabricación
americana, perdón, estadounidense. ¿Malinche?
¡Por favor! ¿Quién no sabe
a estas alturas que Malinche era de la CIA?
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