PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 10, 2004

ECONOMIA
Mercados experimentales

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Después de casi medio siglo experimentando, el gobierno cubano inauguró recientemente los llamados mercados experimentales.

Fueron concebidos para vender a la población aquellos productos por mucho tiempo guardados en los almacenes de las empresas y en otras entidades del gobierno.

La idea inicial pertenece a la Empresa Comercializadora de Productos Ociosos y de Lenta Rotación (COPLER), y contemplaba la creación de una cadena de mercados de este tipo, todo lo cual se insertaba en un proyecto llamado REMED (Red de Mercados Experimentales), regidos por el Ministerio de Comercio Interior.

Realmente, la iniciativa no es del todo novedosa. Desde la década de 1980, y ante el abarrotamiento de los almacenes estatales de productos carentes de salida, el gobierno se vio forzado a buscar soluciones. Fue así como se crearon las llamadas ferias de recursos ociosos, organizadas y promovidas por el entonces Comité de Abastecimiento Técnico Material (CEATM).

En cada región del país se organizaron verdaderos emporios de los más diversos equipos, materiales, componentes técnicos y otros enseres. En ellos se ofertaban desde tornillos, tuercas y remaches hasta instalaciones, instrumentos y accesorios. Tamaño desastre no era privativo de Cuba, aunque pudiera haber tenido en nuestro país una incidencia mayor. En la ex Unión Soviética, máxima gestora del comunismo mundial, sucedía algo parecido. Todo como resultado de la anulación del mercado, la total centralización económica y la ausencia de propiedad privada.

Los que tal realidad pudimos ver y presenciar estamos curados de espanto. Ello vale más que cualquier libro de economía de cualquier economista, por muy premio Nobel que pueda ser.

Todo aquello resultó un fracaso. Generalmente los productos que se ofertaban eran muy específicos o tenían defectos, por cuya razón los poseedores se querían deshacer de ellos.

Por eso, cuando constato la identidad de propósitos entre las antiguas ferias y los actuales mercados experimentales, no puedo dejar de pronosticarles a estos últimos un inevitable fracaso.

Es cierto que los más recientes se nutren del público como clientela y que este público carece de las cosas más elementales. Aún así, esas personas, como toda la población, no está tan abundante de dinero como para dilapidarlo en cosas de desconocida y hasta misteriosa utilidad.

Porque en mis visitas más recientes a los dos mercados instalados en la capital, uno en el reparto Los Quemados, en Marianao, a un costado del anfiteatro municipal, y el otro en la tienda Fin de siglo, en Centro Habana, la impresión no fue nada buena. Sobre todo en este último lugar, que resultó el más representativo.

Ambos mercados experimentales ofrecen la estampa de decenas de empleados aburridos y ociosos, como los propios recursos que pretenden venderle al público. Ojos marchitos cuyas miradas revelan el desaliento por la ilusión desvanecida de lo que un día prometió ser un buen trabajito con aceptable nivel de "invento".

Exposición de cosas raras que el público no se imagina para qué pueden servir y que, cuando interrogan a los dependientes, y éstos, solícitos, explican y vuelven a explicar, el cliente se siente más confundido e ignorante.

Correas, poleas metálicas, puertas, guardafangos y defensas de automóviles; carcazas de ventiladores, de batidoras y de radio grabadoras; pipetas, morteros y tubos de cultivo (éstos tres últimos enseres utilizados en laboratorios). Todo un conjunto de objetos inexpresivos y mudos. Cosas que no son lindas ni feas; misteriosas e inaccesibles; desconocidas, pero sin interés por conocerlas; declaradamente útiles pero sin que interese su utilidad, porque ésta no forma parte del diario vivir; cosas que no se mueven, ni ríen, ni cantan; ni se relacionan con el sartén y la cazuela.

Sólo el departamento de ropa vieja o de uso o reciclada, como le dice el gobierno (que es el único que dice y por ello dice lo que la da la gana de decir), atrae a gran número de personas. Allí se aglutinan jóvenes, viejos, hombres y mujeres. Policías y bomberos vestidos de paisano; electricistas y secretarias; jamoneros, carteristas y miembros de la religión de los adventistas del séptimo día.

Esta busca una saya y aquél un pantalón, y el muchacho de la secundaria un pull over que está "tocao".

Todos buscan y encuentran, aunque lo que encuentran no sea lo que vinieron a buscar. Pero no hay problemas, porque estamos en Cuba. Tierra donde se puede ir a la playa en un camión de cinco pesos, y por cincuenta se puede comprar un jean en el mercado experimental, aunque sea viejo o reciclado.



Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba controla el acceso a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente
.

IMPRIMIR



PRENSAS
Independiente
Internacional
Gubernamental
IDIOMAS
Inglés
Francés
Español
SOCIEDAD CIVIL
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
DEL LECTOR
Cartas
Opinión
BUSQUEDAS
Archivos
Documentos
Enlaces
CULTURA
Artes Plásticas
El Niño del Pífano
Octavillas sobre La Habana
Fotos de Cuba
CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe Anual
Correo Eléctronico

DONACIONES

In Association with Amazon.com
Busque:

Palabras claves:

CUBANET
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887

CONTACTOS
Periodistas
Editores
Webmaster