PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 9, 2004

SOCIEDAD
De mal en peor

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Pudiera parecer que después de casi medio siglo pasando hambre y calamidades el cubano se hubiera acostumbrado a tal situación. Pero no es así, por la simple razón de que ambas cosas son ajenas a las necesidades y pretensiones humanas.

Cuando los residentes de la Isla, con las consabidas excepciones, despidieron el año 2003, pensaron, por lo difícil que éste había resultado, que el próximo, o sea, el presente 2004 sería mejor.

Habiendo transcurrido enero y febrero, no es insensato afirmar que el futuro inmediato será aún peor. Así pues, para los que habían imaginado pronósticos optimistas, la realidad les demuestra lo contrario. La realidad les enseña, por difícil que parezca, que la situación se agrava, cumpliéndose así la célebre frase del célebre guerrillero que afirmó: "Siempre se puede más".

Claro que algunos no han podido más. Pero de desmentir la frase se ha ocupado el cementerio, y como sabemos, los muertos no hablan. De cualquier manera, en el certificado de defunción la causa de muerte siempre será una pulmonía, un infarto o un ataque al corazón, aunque tales desenlaces hayan tenido al hambre y la desnutrición como catalizadores. En todo caso, Cuba es el único país del mundo donde nadie muere de hambre porque simplemente ello está prohibido. Tengamos en cuenta, además, que según el léxico oficial, en nuestro país el hambre no es tal, sino "necesidad". Se puede admitir, pues, que en la Isla hay necesitados, pero no hambrientos.

Una somera incursión a través de los vasos comunicantes que nos relacionan con los víveres y comestibles respalda nuestra afirmación. La libreta de racionamiento, como vía más generalizada y masiva que conduce a las fuentes nutrientes, está empantanada en tres productos alimenticios: azúcar, frijoles y arroz, con la agravante del detergente y sus seis meses de ausencia. El jabón y la pasta dentífrica no han dado la cara en lo que va de año, ni la galleta de sal, que aunque dura y vieja, acompañaba al vaso de agua con azúcar, acallando el enfado de las tripas que inoportunamente les da por sonar cuando estamos en silencio conversando con alguien.

Los kioscos recaudadores de divisas que han devenido sustitutos de las tradicionales bodegas, andan medio pelados, presentando un desabastecimiento que se hace más notorio los lunes por la mañana. En tal momento al kiosco le sucede como al actual caballo muerto en la carretera, del cual no dejan ni la sangre. Pero aún entre semanas suele perderse la mayonesa de un dólar, la pastilla de caldo de pollo, el puré de tomate, el detergente y hasta el litro de aceite. La poca variedad de surtidos hace que, aunque exista el producto, se oferte en volúmenes para el cual no nos alcanza el presupuesto.

Aún más lamentable y contradictorio es el desabastecimiento de los agromercados, la escasa variedad de productos y los altos precios. Es difícil de concebir que en un año tan benigno desde el punto de vista climático y con todas las tierras cañeras que pasaron a la agricultura y a la ganadería, el plátano, la yuca, el boniato y la malanga estén tan escasos. Que el mazo de cebollas con siete u ocho unidades cueste 10 pesos.

Porque hace más de 40 años se afirmó que si tuviéramos que vivir sólo a malanga, viviríamos con malanga. Una señora dijo muy recientemente por la televisión que para seguir al comandante sólo necesitaba un boniato. Pero el caso es que ni malanga ni boniato.

Las tiendas que pertenecen a las diferentes corporaciones también se ven afectadas, y hasta los recién creados mercados experimentales están huérfanos de ropa vieja o reciclada, que es el único artículo que les inyecta vida y permanencia. Parece como si el mundo se hubiera olvidado de nosotros, y ya no quiere donarnos ni una zapatilla, ni un par de chancletas usadas. Es como si estuviéramos salados o nos hubiera caído encima una salazón, o una salación, como decimos acá.

La crisis afecta hasta a los comercios en moneda nacional. Éstos eran lugares donde se podía comprar víveres, golosinas, refrescos, bebidas y donde, además, se ofertaban platos elaborados. A ellos acudían familiares y amigos para, sentados a la mesa, comer pollo asado con papas fritas, acompañados de cervezas. Actualmente, parece como si estuvieran viviendo sus últimos momentos. Como el gobierno que los nutre y su dirigencia; como las calles, las aceras y los edificios. Como todo: de mal en peor.



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