SOCIEDAD
De mal en peor
Oscar Mario González,
Grupo Decoro
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Pudiera
parecer que después de casi medio siglo
pasando hambre y calamidades el cubano se hubiera
acostumbrado a tal situación. Pero no es
así, por la simple razón de que
ambas cosas son ajenas a las necesidades y pretensiones
humanas.
Cuando los residentes de la Isla, con las consabidas
excepciones, despidieron el año 2003, pensaron,
por lo difícil que éste había
resultado, que el próximo, o sea, el presente
2004 sería mejor.
Habiendo transcurrido enero y febrero, no es
insensato afirmar que el futuro inmediato será
aún peor. Así pues, para los que
habían imaginado pronósticos optimistas,
la realidad les demuestra lo contrario. La realidad
les enseña, por difícil que parezca,
que la situación se agrava, cumpliéndose
así la célebre frase del célebre
guerrillero que afirmó: "Siempre se
puede más".
Claro que algunos no han podido más. Pero
de desmentir la frase se ha ocupado el cementerio,
y como sabemos, los muertos no hablan. De cualquier
manera, en el certificado de defunción
la causa de muerte siempre será una pulmonía,
un infarto o un ataque al corazón, aunque
tales desenlaces hayan tenido al hambre y la desnutrición
como catalizadores. En todo caso, Cuba es el único
país del mundo donde nadie muere de hambre
porque simplemente ello está prohibido.
Tengamos en cuenta, además, que según
el léxico oficial, en nuestro país
el hambre no es tal, sino "necesidad".
Se puede admitir, pues, que en la Isla hay necesitados,
pero no hambrientos.
Una somera incursión a través de
los vasos comunicantes que nos relacionan con
los víveres y comestibles respalda nuestra
afirmación. La libreta de racionamiento,
como vía más generalizada y masiva
que conduce a las fuentes nutrientes, está
empantanada en tres productos alimenticios: azúcar,
frijoles y arroz, con la agravante del detergente
y sus seis meses de ausencia. El jabón
y la pasta dentífrica no han dado la cara
en lo que va de año, ni la galleta de sal,
que aunque dura y vieja, acompañaba al
vaso de agua con azúcar, acallando el enfado
de las tripas que inoportunamente les da por sonar
cuando estamos en silencio conversando con alguien.
Los kioscos recaudadores de divisas que han devenido
sustitutos de las tradicionales bodegas, andan
medio pelados, presentando un desabastecimiento
que se hace más notorio los lunes por la
mañana. En tal momento al kiosco le sucede
como al actual caballo muerto en la carretera,
del cual no dejan ni la sangre. Pero aún
entre semanas suele perderse la mayonesa de un
dólar, la pastilla de caldo de pollo, el
puré de tomate, el detergente y hasta el
litro de aceite. La poca variedad de surtidos
hace que, aunque exista el producto, se oferte
en volúmenes para el cual no nos alcanza
el presupuesto.
Aún más lamentable y contradictorio
es el desabastecimiento de los agromercados, la
escasa variedad de productos y los altos precios.
Es difícil de concebir que en un año
tan benigno desde el punto de vista climático
y con todas las tierras cañeras que pasaron
a la agricultura y a la ganadería, el plátano,
la yuca, el boniato y la malanga estén
tan escasos. Que el mazo de cebollas con siete
u ocho unidades cueste 10 pesos.
Porque hace más de 40 años se afirmó
que si tuviéramos que vivir sólo
a malanga, viviríamos con malanga. Una
señora dijo muy recientemente por la televisión
que para seguir al comandante sólo necesitaba
un boniato. Pero el caso es que ni malanga ni
boniato.
Las tiendas que pertenecen a las diferentes corporaciones
también se ven afectadas, y hasta los recién
creados mercados experimentales están huérfanos
de ropa vieja o reciclada, que es el único
artículo que les inyecta vida y permanencia.
Parece como si el mundo se hubiera olvidado de
nosotros, y ya no quiere donarnos ni una zapatilla,
ni un par de chancletas usadas. Es como si estuviéramos
salados o nos hubiera caído encima una
salazón, o una salación, como decimos
acá.
La crisis afecta hasta a los comercios en moneda
nacional. Éstos eran lugares donde se podía
comprar víveres, golosinas, refrescos,
bebidas y donde, además, se ofertaban platos
elaborados. A ellos acudían familiares
y amigos para, sentados a la mesa, comer pollo
asado con papas fritas, acompañados de
cervezas. Actualmente, parece como si estuvieran
viviendo sus últimos momentos. Como el
gobierno que los nutre y su dirigencia; como las
calles, las aceras y los edificios. Como todo:
de mal en peor.
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