Dolor y alegría de la música
cubana exiliada
Daniel Fernández, El
Nuevo Herald. 07 de marzo de 2004.
''La historia cubana ha sido deformada durante
45 años'', dice Eduardo Manet en su prólogo
al extraordinario libro del escritor e historiador
del arte William Navarrete: Cuba: la musique en
exil (Cuba, la música exiliada, L'Hartmattan,
2003). Libro que, con su contenido esclarecedor,
pretende y logra destruir las cárceles
de esas deformaciones impuestas a la historia
y la cultura de la nación caribeña.
Navarrete, cubano nacionalizado francés
y residente en París, desde esa capital
ha realizado numerosas actividades dando a conocer
en Europa la verdad del castrismo, además
de mantener y divulgar los valores de nuestra
cultura con trabajos como el libro que editara
con Javier de Castro Mori, una antología
de artículos de varios autores, Centenario
de la República Cubana (Universal 2002).
También es un firme luchador por el respeto
a los derechos humanos en Cuba, que a través
de la organización Tercera Repúbica
de Cuba ha logrado, en gran parte que numerosos
diputados franceses apadrinen a periodistas independientes
y otros presos de conciencia en la isla cautiva.
En el 2002, Navarrete obtuvo el premio de poesía
Eugenio Florit, por su libro Edad de miedo al
frío. Además de todas estas actividades
de orden político y literario, Navarrete
es un investigador apasionado como demuestran
estas páginas que recogen dos siglos de
música cubana exiliada.
Con una prosa clara y sin pretenciones, la larga
y dolorosa historia de nuestra música en
tierras ajenas comienza con una abundante descripción
de sus orígenes en la isla, en el marco
de la ingente nacionalidad desde el siglo XVI,
para luego entrar a las luchas independentistas
del XIX con su prestigiosa panoplia de exiliados.
En cuanto a músicos, se inicia el rosario
con los legendarios, Brindis de Salas, José
White, Cervantes y otros menos conocidos, pero
sumamente interesantes, como el compositor y pianista
santiaguero Rafael Salcedo de las Cuevas. La República
también hace su reguero de talentos por
el mundo y este libro no olvida los casos de exiliados
y emigrantes ilustres como Alejo Carpentier y
Mario Bauzá.
La llamada revolución de 1959 inicia el
mayor éxodo de talentos musicales y de
todo tipo que experimentara la isla, y aquí
Navarrete se explaya en una minuciosa narración
de uno de los más nefandos procesos destructivos
en América Latina. Su recuento llega hasta
nuestros días, donde aún siguen
llegando nuevos valores, cerrando con un comentario
sobre la recientemente desaparecida Celia Cruz,
"que nunca pudo regresar a su tierra, ni
siquiera a visitar la tumba de su madre''.
Para el autor, la música cubana --punzante
paradoja-- es justamente expresión de la
tragedia nacional: ''Nuestra música, por
muy alegre que parezca, es una de las más
tristes del mundo. Lo es --y no vacilo en afirmarlo--,
porque detrás de cada nota tocada, de cada
letra entonada, por nuestros músicos y
artistas en general, hay un hondo pesar que anuda
sus gargantas, y ese pesar, se llama libertad'',
dijo a principios de años en su conferencia
Cuba, una música expoliada, pronunciada
en el Congreso Cultural del Exilio, en Madrid,
organizado por la Asociación Española
Cuba en Transición.
Cuba, la música exiliada es un recuento
imprescindible para un cabal entendimiento de
lo cubano en la música, ya que recoge --dentro
de un prolijo marco histórico-- tanto la
música de Lecuona y Touzet como la de Pérez
Prado y ''Cachao'', ofreciendo un vasto panorama
del desarrollo de la música cubana fuera
de sus tierras, en paralelismo con el avance musical
dentro de la isla. Francia, España, México,
Estados Unidos, brindaron refugio a los perseguidos
artistas cubanos cubanos desde el XIX; pero en
las páginas finales de esta vasta recopilación
se incluyen también los artistas surgidos
ya en el exilio, como Gloria Estefan, Willie Chirino,
Marisela Verena y otros, al igual que las nuevas
generaciones de cantantes exiliados como Malena
Burke y Seve Matamoros.
Aunque no exhaustiva --tarea casi imposible--,
los casi 1,000 nombres de su índice onomástico
dan fe de la labor investigativa realizada. Pero
es preciso aclarar que no se trata de un libro
más de historia, de música o de
exilio, éste es a la vez un grito desgarrado
de reclamo por unas raíces y una cultura
expoliadas, deformadas: "Pienso, cuando escucho
Por si acaso no regreso cantado por Celia Cruz,
y grabado en su álbum del 2000, en todos
aquéllos que han muerto sin volver a ver
el lugar donde nacieron, las primeras calles por
la que caminaron, los olores y los ruidos de su
infancia''.
Aunque escrito en francés --su traducción
al español es un deber urgente--, el valor
de su información traspasa la barrera del
idioma, amén de que las letras de las canciones
y numerosas citas aparecen también en español.
Por otra parte, sus datos de cifras y hechos son
perfectamente asequibles sin necesidad de un absoluto
dominio de la lengua gala.
Pero para aquéllos que puedan leerlo en
el idioma en que ha sido escrito --metáfora
explícita de la tragedia cubana el que
una obra base de su cultura se edite afuera y
en lengua extraña--, este libro es un archivo
portátil, donde se pueden encontrar fácilmente
cientos de datos de la evolución musical
cubana en los últimos dos siglos, ya que
la ''música exiliada'' ha estado íntimamente
ligada a la de la isla.
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