HISTORIA
El último santuario
de la utopía (III)
SANTA CLARA, enero (www.cubanet.org)
- Con el propósito de conocer parte de
esta historia, son cientos de miles los turistas
que pasan por la ciudad de Martha, ahora la ciudad
del Che, para vivir por unos minutos junto a la
leyenda. Varios anuncios indican al visitante
con precisión absoluta el lugar donde se
encuentra la Plaza, el Tren Blindado o el Parque
Vidal, en el mismo casco histórico de la
ciudad. En cada una de esas dependencias, han
preparado una infraestructura diseñada
para deslumbrar al viajero.
Las tiendas ARTEX muestran una gama de objetos
y prendas a precios oscilantes -siempre en divisas,
claro- que superan todos los pronósticos,
como para maximizar la presencia del argentino-cubano
en Santa Clara. Billetes, postales, llaveros,
pirograbados, cuadros con sus frases más
famosas, variados tipos de camisetas con su esfinge,
el Atlas Ernesto, calendarios, colecciones de
fotos, cassettes con obras musicales dedicadas
al Che, discos compactos con sus discursos, monedas
con su rostro provenientes de la Casa de la Moneda
de Cuba, trilogía de cintas de video, son
algunos de los souvenirs que el turista puede
adquirir y conservar como recuerdo. Punto y aparte
merece la colección de libros dispuestos
a la venta, escritos por Guevara o en su memoria,
en variados idiomas y precios oscilantes entre
6 y l5 dólares estadounidenses. Las tiendas
ARTEX, además de recaudar divisas, eternizan
la memoria del Che. Ante una evidente crisis,
nuestro país trata de regresar al Socialismo
Utópico, utilizando esta vez a la figura
de Guevara como producto turístico.
En la Plaza y en las calles niños y adolescentes
llevan en sus manos monedas de tres pesos en circulación
(acuñada por el Banco Central de Cuba en
recordación a quien fuera su ministro presidente),
para intercambiar con los turistas. Son los llamados
"Asediantes de la Plaza", epíteto
que utiliza la policía en sus esfuerzos
por neutralizarlos. Mientras en las casas de arrendadores
privados, no olvidan utilizar imágenes
del Che, para impactar al turista de tránsito.
Los más intrépidos cuentan la historia
de la ciudad y llegan a regalar libros o souvenirs,
comprados a precios módicos en los talleres
de artesanos locales, que conforman una de las
industrias subterráneas más lucrativas
de Santa Clara.
Los viejos y los más jóvenes que
conocen las figuras de Martha Abreu y del Che
comparan las mismas. ¿Qué hizo el
Che en Santa Clara para ser considerado su hijo
ilustre? ¿Cuánta lágrima
y sangre se derramó en esta capital provincial
los días finales del 58 y lo que ocurrió
después con el ajuste de cuentas? ¿De
qué se despojó el Che -entiéndase
de su patrimonio- para donarlo y repartirlo entre
los pobres? Todos conocemos que teniendo poderes
ilimitados en la cúpula gobernante, dispuso
de los bienes estatales.
Martha no. Ella donó como insigne patriota,
parte de su patrimonio, de sus dineros, de sus
riquezas, para el bien de los santaclareños.
Pero ésa es historia de más de un
siglo, y le conviene al régimen la más
reciente, para conformar una política globalizada.
En el fondo hay más que eso, y qué
mejor lugar que esta ciudad par explotar la imagen
del Che y su historia. Es el último santuario
de la utopía en Latinoamérica, convertido
en pura mercadotecnia ideológica. cnet/46
El
último santuario de la utopía (I)
El
último santuario de la utopía (II)
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