SOCIEDAD
Crónicas de la calle:
Precios virtuales
PINAR DEL RÍO, enero (www.cubanet.org)
- La realidad cubana se palpa cuando se recorren
sus calles. Dicen que el cubano es rebelde por
naturaleza. Cabe preguntarse ahora: ¿Dónde
está la rebeldía del cubano a lo
largo de estos cuarenta y cinco años? Alguien
dijo también que "el cubano, con la
misma fuerza que protesta, después aplaude".
Lo cierto es que el cubano ya se va cansando
de aplaudir, y lo más común en las
calles de la isla es ver y escuchar a las gentes
protestando.
Recientemente se anunció en los mercados
paralelos de la provincia de Pinar del Río
una rebaja de precios en algunos alimentos por
el fin de año. Fue una buena noticia que
acogieron los habitantes con agrado. Rebaja de
alimentos en Cuba equivale a un poco de alivio
a la hora de enfrentar las carestías. La
resolución fue emitida por el ministerio
de Comercio Interior en la localidad.
De inmediato todo el mundo hizo sus planes. Entre
los productos en rebaja se encontraba el huevo.
Un huevo cuesta dos pesos, bajaría a uno
cincuenta centavos con la nueva resolución.
En la mesa cubana el huevo se ha convertido en
el aliado principal, el "salvavidas de lo
cotidiano".
Finalmente llegó la decepción.
Se dictaminó la rebaja de los precios,
pero se perdieron los productos que estaban en
la lista de rebaja. El engaño era evidente
y fue la causa de las protestas.
Salí a las calles y entrevisté
a algunas personas de diferentes edades. Lo más
impactante fueron los testimonios de ancianos
jubilados y con bajos recursos:
Alberto Rodríguez Rodríguez (66
años) es uno de ellos. Era trabajador de
Comercio Interior. "Yo trabajé en
los servicios la mayor parte de mi vida. Sabía
que eso de la rebaja de los precios era un truco.
Casi siempre en los días de fin de año
anuncian rebaja de los productos y luego desaparecen
de las listas de ofertas a la población.
Después uno los ve a precios más
altos en el mercado negro. Y lo más importante,
esos productos salen de los mismos almacenes del
estado. Todo se debe al descontrol existente.
Los perjudicados somos los que tenemos bajos salarios.
No podemos darnos el gusto de pagar esos precios
tan altos".
Una señora que estaba cerca de Alberto
no quiso dejar de dar testimonio de su inquietud,
y agregó: "En los días de fin
de año los únicos que pueden celebrar
con buena comida en la mesa son los que mandan
y los que hacen negocios y ganan buen dinero.
Para nosotros los jubilados no queda nada. Si
eres viejo y no tienes familia en el extranjero
que te envíe remesa o no tienes un negocio,
te mueres de hambre".
La señora dijo llamarse Elsa Paredes y
es maestra jubilada con más de cuarenta
años en la profesión. Tiene ahora
sesenta y un años.
Escuchando estos testimonios a uno lo embargan
las dudas. Muchas interrogantes se quedan sin
respuesta. ¿Cómo es posible que
directivos responsables de asumir cargos importantes
en dependencias relacionadas con la distribución
de alimentos a la población hagan caso
omiso a situaciones de este tipo? Resulta que
por obra y gracia del descontrol, una directiva
dictada por una institución del estado
ha devenido burla a la población.
En mi recorrido por la localidad pude recoger
el testimonio de un señor que hasta hace
poco se desempeñaba como administrador
de un mercado paralelo. Por razones obvias, debido
a las declaraciones que hizo, no quiso dar su
nombre:
"Tengo cincuenta y dos años. Trabajé
como administrador de comercio durante diez. Tenía
mi búsqueda en mi trabajo, la comida la
tenía garantizada para los míos.
Ahora se ha puesto malo eso de trabajar en el
comercio y los servicios. Los jefes crean controles
y leyes que sólo favorecen a ellos. Si
le caes bien a uno de los que mandan, te salvaste.
Cuando caes en desgracia empiezan a controlarte
el trabajo hasta que te botan. Fui inteligente
y me salí a tiempo. Pude sacarle algún
dinero a mi cargo y ahora rento mi casa a extranjeros
que visitan la provincia. Gano para vivir bien".
Hay algo que es reflejo palpable de la realidad
que se vive dentro de Cuba: los de abajo tienen
como única esperanza sobrevivir a cualquier
precio, aunque la mayoría de las veces
el precio rompa los bolsillos. Los de arriba siguen
dictando leyes virtuales y mejorando sus vidas;
sin percatarse apenas que sobre sus cabezas pende
la espada de Damocles, colgando de una frágil
hebra arrancada al cabello de la inmoralidad.
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