SOCIEDAD
Víctimas del internacionalismo
(II)
LA HABANA, enero (www.cubanet.org)
- Cuando el hombre se va a la guerra deja un espacio
de dolor y nostalgia entre los padres, la esposa
y los hijos. Pero el dolor es mayor cuando debe
contenerse porque su expresión es signo
de debilidad e inmadurez político-revolucionaria.
Por ello, la comisión encargada de comunicar
a la familia la partida del internacionalista
está formada por personas dotadas de gracia
persuasiva y natural carisma.
El más destacado entre ellos es un oficial
con cara de buena gente, fachada de hombre serio
y poseedor de fina labia. Con voz quejosa pero
a la vez resuelta anuncia la partida del ser querido;
las razones de la misión siempre fundamentadas
en el sacrosanto deber internacionalista y una
efusiva felicitación en nombre de la "revolución",
porque su esposo, el padre de sus tres hijos,
había tenido el supremo honor de ser "elegido"
para cumplir una misión internacionalista.
Además, él, el padre de sus tres
hijos, el esposo, había respondido dando
un paso al frente. Por tanto ella, toda la parentela,
los padres de él, los muchachos, los vecinos
del barrio, el Comité de Defensa de la
cuadra, y en general el pueblo de Cuba, debían
sentirse orgullosos de su patriotismo.
Pero no todos caían en la trampa; no todos
se tomaban la botella de guarapo ni comían
del pan de gloria. Algunos manifestaban en la
segunda entrevista su negativa, casi siempre aludiendo
a razones familiares. Sin que faltaran aquellos
que declaraban sin ambages su desacuerdo con ir
a luchar en tierras ajenas.
Para los negados a partir siempre el resultado
era desagradable; a veces devastador. Sobre todo
si se trataba de alguien que hasta el momento
se las daba de come-candela. Pero aún tratándose
de un simple recluta del servicio militar, los
resultados podrían estar en una nota en
el expediente, como molesta impronta que lo marcaría
para toda la vida. Eran años en los que
el castrismo se sentía fuerte, y cuando
el totalitarismo siente un poco de fortaleza se
desborda su soberbia y prepotencia.
Los familiares de los primeros que marcharon
recibieron mejor atención por parte de
las comisiones encargadas de atenderlos. Para
los primeros que regresaron luego de cumplir la
misión, las congratulaciones por parte
de las autoridades eran más reiteradas
y tangibles. Pero como la guerra duraba mucho
tiempo, eran muchos los que iban a ella, hasta
completar la cifra de 300 mil. Y como todo lo
reiterativo y usual pierde espectacularidad, llegó
el momento en que los internacionalistas perdieron
protagonismo. La atención a los familiares
no era tan frecuente y espontánea, lo cual
no desmiente el hecho de alguna esposa excesivamente
atendida por el jefe de la comisión o algún
miembro de la misma.
Hoy, al cabo de 15 años del fin de aquella
guerra, y al observar a mi vecino, veterano internacionalista
de África, quien con una pierna mutilada
vende, desde su silla de ruedas y en el portal
de la casa, cigarrillos al menudeo y pastillas
de caldo de pollo en moneda nacional, a mi mente
llega el recuerdo de aquellos días.
Mi pensamiento vuela sobre toda aquella etapa
y termina su vuelo con la llegada de aquellos
ataúdes y los actos de recibimiento que
tenían lugar en los pueblos y ciudades
del país. La madre, que un día ofreció
a la patria la dicha de un hijo común,
hoy recibía al hijo muerto, oculto en el
fondo de una caja; que al cabo de los años
y surcando los cielos venía a confundirse
con el suelo de la patria, y a cobijarse bajo
su cielo. Tal vez pensando, con la inmensa sabiduría
de los muertos, que de aquel esfuerzo inútil,
de aquel episodio triste, lo único cierto
y verdaderamente edificante era volver al suelo
natal para abonar la tierra de la cual se nutren
todos los cubanos. cnet/03
Víctimas del
internacionalismo (I)
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